Desde 2014, Cardeñosa empezó a monitorear los mercados de aletas en ese territorio autónomo de China, averiguando qué especies componían el mercado.


“Eran calles y calles llenas de bultos blancos apilados. Uno no pensaría que dentro de esas bolsas hay miles de aletas de tiburón. Pero sí, ahí estaban. Es como si uno caminara por la carrera séptima, en Bogotá, desde la calle 92 hasta la calle 100, y estuviera llena de tienditas pequeñas de aletas de tiburón a ambos lados de la vía.

La primera vez que caminé por el mercado de aletas de tiburón de Hong Kong me sentí abrumado.

Llamé a mis papás llorando. Sabía que se trataba de mercados grandes, pero no me imaginé que fuera de esa magnitud”. Diego Cardeñosa es un biólogo colombiano apasionado por los tiburones.

Ha dedicado gran parte de su vida a estudiar uno de los problemas más graves que enfrentan estos animales: el multimillonario y masivo mercado de aletas de tiburón que está llevando a muchas especies al borde de la extinción.

Se estima que, anualmente, más de 100 millones de tiburones son sacados del océano para comercializar sus aletas y su carne. Hong Kong es el mayor importador y exportador de aletas de tiburón del mundo, y uno de los principales centros de consumo de la controvertida sopa de aleta de tiburón. Un kilo de la aleta más preciada puede costar alrededor de US$1.000.

Un solo plato de sopa de aleta de tiburón puede estar entre US$100 y US$300. Desde 2014, Cardeñosa empezó a monitorear los mercados de aletas en ese territorio autónomo de China, averiguando qué especies componían el mercado, en qué cantidades, si se trataba de especies amenazadas o protegidas y si provenían del mercado legal o ilegal.

Lo mismo hizo desde junio de 2015 en la ciudad de Guangzhou, donde se encuentra el mercado más grande de aletas de tiburón de China continental y el segundo más grande del mundo. Hasta la fecha se han hecho más de 11 mil análisis de ADN en recortes de aletas de tiburones en Hong Kong y 2 mil en Guangzhou.

Los resultados fueron publicados este viernes en la revista Science Report. Se identificaron con éxito 43 especies, las más comunes fueron especies de mar abierto y altamente migratorias.

“Lo más grave que encontramos fue que más de un tercio de las especies que hay en los mercados de aletas (cerca del 41 %) están en peligro de extinción, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) (ver gráfica).

También que cuatro del top cinco de especies más comunes en estos mercados están listadas en el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (Cites), como el tiburón sedoso, los tiburones martillo y el tiburón mako”, asegura Cardeñosa. Este Apéndice es una de las medidas que ha tomado recientemente la comunidad internacional para proteger especies amenazadas.

En pocas palabras, para exportar una especie que esté incluida allí es necesario cumplir con unos requisitos, unos topes de pesca, garantizar que su comercio internacional no perjudique su supervivencia y que sea rastreable su captura a través de la cadena de suministro.

Sin embargo, identificar visualmente de qué especie son las aletas que llegan por toneladas en contenedores a Hong Kong y a China es una tarea casi imposible para las autoridades portuarias.

“Hemos encontrado que la gran mayoría de aletas de estas especies que tienen restricciones internacionales siguen llegando a estos territorios sin los permisos necesarios”, asegura Cardeñosa.

¿Cómo? “Con otra investigación que hicimos en 2018 nos dimos cuenta de que la composición de los mercados no cambió nada entre antes de que se implementaran las restricciones y después, y que el volumen total de aletas de especies Cites que llegaron a Hong Kong entre 2015 y 2016 fue mucho mayor a lo que se registró oficialmente. Ahí entendimos que el tráfico ilegal era muy fuerte”.

Eso desencadenó una nueva investigación para identificar de manera rápida cuáles eran especies que venían en los contenedores y si estaban amenazadas o no. Cuando las aletas llegan a sus destinos ya llevan un tiempo secándose al sol.

Luego son enviadas a unos centros de procesamiento, en donde las tratan con químicos, les quitan la piel y quedan de un color amarillo. FiSe les hacen unos cortes en diferentes partes para mejorar su estética y, finalmente llegan a los mercados de Asia. A simple vista no puede identificarse si se trata de una especie en peligro o no.

Cardeñosa diseñó junto con Demian Chapman, profesor de la Universidad Internacional de Florida (FIU), un método de identificación rápida con ADN para especies de tiburón Cites. Un laboratorio portátil al que llamaron el DNA Toolkit.

Durante 2018, el biólogo colombiano se fue a vivir a Hong Kong para entrenar a las autoridades aduaneras y ambientales en la identificación rápida de las aletas que llegaban en los conteiners. Las inspecciones que realizaron en ese año tuvieron algo en común. En todas se encontraron aletas de tiburones Cites.

Muchas eran, incluso, de tiburones amenazados de gran tamaño que fueron atrapados en sus etapas juveniles. Eran aletas más pequeñas que la palma de una mano. “Lo mismo estamos encontrando ahora en China.

Aunque no hemos iniciado el protocolo de inspección rápida, ya nos estamos dando cuenta de que siguen siendo supremamente comunes estas especies”, señala. ¿Por qué? Muchas de las aletas, como la del tiburón nodriza (que generalmente no es comercializado) tienen mucha “carne”, tejido muscular, y por eso no son valiosas. “Realmente lo que buscan para la sopa son unas fibras del esqueleto del cartílago del tiburón, que son las que conforman la estructura de la aleta. Entre más sólida sea y más fibras tenga, más costosa es”, explica el investigador.

Desafortunadamente, los tiburones más amenazados son también los que tienen ese tipo de aletas. “Lo curioso es que la sopa de aleta no es como ese caldo ‘Rompe Cochón’ que venden en la Plaza La Perseverancia en Bogotá, y que la gente dice que tiene propiedades afrodisiacas. La aleta de tiburón no tiene ni propiedades curativas ni le da sabor a la sopa.

Se ‘desmenuza’ en un caldo base de res o de cerdo, y le da una textura como de fideos, pero su consumo es simplemente un símbolo de estatus y de prosperidad económica, se trata de un tema cultural. Y esa es una de las batallas más difíciles”.

Seguramente Cardeñosa no podrá cambiar la cultura y la tradición milenaria china. Pero su laboratorio portátil y su estadía en Hong Kong ya empezaron a dar resultados contra el tráfico de especies amenazadas.

Solo 24 horas después de sustentar con éxito su tesis doctoral, -que incluía nueve capítulos con todas estas investigaciones- el biólogo se enteró de que las autoridades de Hong Kong habían realizado la incautación más grande de aletas de tiburón de la historia: 26 toneladas provenientes de Ecuador, de aproximadamente 38.500 tiburones amenazados y protegidos, valuadas en US$1,1 millones.

Tras años de investigación, los dos mercados de aletas más grandes del mundo mostraron el mismo panorama: el comercio ilegal continúa, la Convención no se está cumpliendo y aún falta mucho por hacer para proteger a las especies amenazadas. La esperanza está ahora puesta en otra de las puertas que les abrió este trabajo.

El ADN de los tiburones tiene algo parecido a un código postal, que permite rastrear su lugar de origen. “Esto nos va a permitir dar un siguiente paso, rastrear las zonas del mundo desde donde salen esas aletas. Con eso podemos enfocar los esfuerzos de conservación y los recursos de investigación en estas regiones que están siendo depredadas por el tráfico de tiburones”.

“Ya sabemos, por ejemplo, que el 60% de las muestras que tomamos de tiburones martillo evidenciaban que eran animales que venían del Pacífico Oriental Tropical. Es decir, de esa zona entre la costa de México y Ecuador”.

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