“Mi primera reacción fue, ‘Mierda. Vamos a estar en cuarentena, y tal vez enfermemos’”, dice Reid, de 67 años, una jubilada de Granbury, Texas.
Primero se cerró el restaurante bufé mientras empleados enguantados limpiaban todas las superficies a la vista. Luego se cerraron el gimnasio, el bar, el casino y las tiendas del transatlántico. Finalmente, los pasajeros fueron confinados a sus camarotes.
Cuando el capitán anunció que su barco podía estar contaminado con el coronavirus, los huéspedes del crucero Grand Princess, entre ellos Kathleen Reid, no tuvieron más remedio que contemplar la posibilidad de un aislamiento prolongado en el mar, o incluso peor.
“Mi primera reacción fue, ‘Mierda. Vamos a estar en cuarentena, y tal vez enfermemos’”, dice Reid, de 67 años, una jubilada de Granbury, Texas. “No sabemos lo que está pasando, así que estamos en una especie de limbo, esperando.”
Reid, que habló con Reuters por teléfono móvil el jueves, era uno de los 2 mil 300 pasajeros atrapados con unos 1.100 miembros de la tripulación a bordo del Grand Princess, anclado frente a la costa de California un día después de que se le negara la entrada al barco en su puerto de origen en San Francisco.
Al igual que el Diamond Princess, el transatlántico que se mantuvo en cuarentena frente a Japón el mes pasado, el Grand Princess es propiedad de una división de Carnival Corp., el mayor operador de cruceros del mundo.
Algunos expertos han criticado la gestión de la cuarentena a bordo por parte de los burócratas japoneses, ya que unas 700 personas resultaron infectadas y seis murieron, lo que en su momento constituyó la mayor concentración de casos de coronavirus fuera de China.
El gobernador de California, Gavin Newsom, insistió en que el Grand Princess permaneciera en el mar hasta que se realizaran pruebas de coronavirus a los pasajeros y miembros de la tripulación que tenían síntomas gripales durante un crucero de ida y vuelta de 15 días a Hawai.
El jueves, la Guardia Costera de Estados Unidos envió un lote de equipos de diagnóstico al barco, a través de un helicóptero, y autoridades sanitarias dijeron que las muestras recogidas se enviarían por avión a un laboratorio estatal del área de la bahía de San Francisco para su análisis.