Los propietarios no saben  cuándo podrán reabrir sus tiendas y, en la mayoría de los casos, sin opción de vender por Internet por falta de infraestructura.

Mediado el mes de abril, muchas de las pequeñas tiendas de ropa y complementos que pueblan las calles, unas 140 mil en todo el país, aún lucen en sus escaparates los reclamos del remate de las rebajas de invierno, unos carteles que han quedado congelados por el estado de alarma.

Sus propietarios expresan su preocupación por la paralización de las ventas de la nueva temporada y se han visto obligados a tramitar un ERTE para sus empleados o a solicitar las ayudas concedidas para autónomos, todo ello sin saber cuándo podrán reabrir sus tiendas y, en la mayoría de los casos, sin opción de vender por Internet por falta de infraestructura, a diferencia de las grandes cadenas.

LA NUEVA COLECCIÓN ESPERA EN EL ALMACÉN

Alejandro, de 46 años, está al frente de Azul Hombre, una tienda que su familia abrió en Oviedo en 1996.

Recuerda que cuando se decretó el estado de alarma aún quedaba «el golpe final» de las rebajas, que genera un fuerte ingreso pero sobre todo permite vaciar el almacén, algo trascendental porque el 90 por ciento del género no tiene posibilidad de devolución «salvo acuerdos muy puntuales con algunos proveedores».

En su trastienda siguen empaquetadas centenares de prendas de nueva temporada encargadas hace meses y ya abonadas.

«No podemos planear nada porque es una incógnita cómo reaccionará la clientela. Cuando podamos reabrir, lo mismo llega el calor y hay una explosión de ventas, o lo mismo se espera a las rebajas», comenta.

Edmundo, que ahora tiene 60 años, abrió «Golf» en Santander cuando tenía 24 y asegura estar «muy asustado» porque teme la peor crisis por la que haya pasado en su larga trayectoria: «Ni adrede se provoca una situación peor para el pequeño comercio», afirma.

A diferencia de la crisis financiera de 2008, las tiendas ahora permanecen cerradas y «cero más cero, es cero», dice Edmundo, al que tampoco le dio tiempo a colocar una ropa de nueva colección que en parte ya tiene pagada y que tendrá que seguir pagando.

Este veterano del comercio, que al igual que Alejandro ha tenido que tramitar un ERTE para sus trabajadores, ve «imposible vender toda la ropa de temporada».

GESTOS SOLIDARIOS

En Viveiro, un municipio gallego de algo más de 15.000 habitantes situado en la comarca de La Mariña Occidental de Lugo, Silvia, de 39 años, regenta desde 2011 una pequeña tienda del mismo nombre en la que vende ropa interior, zapatillas, prendas para niños y también bañadores y biquinis en temporada.

Relata que aún le quedaba mercancía de invierno por vender y ya tenía el nuevo género en el almacén listo para ocupar el escaparate.

En su caso, suele pagar la mercancía en varios giros que sigue abonando pese a no poder abrir la tienda.

Tiene la suerte de contar con muchos clientes fieles «del barrio» y de otros pequeños pueblos cercanos, pero ve «muy difícil» que pueda vender la misma ropa que otros años.

También cuenta, agradecida, que el propietario del local le ha eximido del pago de la renta mientras dure esta situación de excepcionalidad.

«La salud ahora mismo es lo más importante; de lo demás, iremos saliendo, aunque sea partiendo de cero», dice con filosofía.

El caso de Silvia no es una excepción, como corrobora el secretario general de la asociación nacional de autónomos ATA, José Luis Pérez, quien señala que, a falta de ayudas específicas para el pago de los alquileres de los locales, son los particulares los que están dando «ejemplos de solidaridad con acuerdos entre arrendatarios y arrendadores para el aplazamiento e incluso la exoneración de las rentas».

LAS REBAJAS, A DEBATE

Reconoce el dirigente de la asociación de autónomos que «la crisis del coronavirus ha pillado al pequeño comercio fuera de juego, con la mercancía ya comprada» y por ello cree que este año «las rebajas no tienen sentido», alineado con lo defendido por la Confederación Española de Comercio, que ha solicitado la suspensión de las rebajas de verano ante la imposibilidad de competir en márgenes con las grandes cadenas.

Pilar, de 49 años, que se introdujo en el negocio hace ocho años y que ahora tiene en Cáceres una tienda de calzado y otra de ropa, ha dado un paso al frente y ha aglutinado a otros 400 comerciantes de toda España que ya han recogido miles de firmas para defender esta medida.

Apela a «la voluntad política» para defender a un pequeño comercio del que dependen miles de empleos y la continuidad de muchas fábricas españolas, como las alicantinas del calzado de las que se nutren las tiendas y cuyos propietarios subsisten mes a mes con márgenes infinitamente inferiores a los de las grandes empresas.

«Es imposible cubrir gastos en tres meses», dice Pilar, para quien «tirar precios abocará a muchos al cierre».

Sin embargo, hay otras visiones, como la del diseñador gaditano Paco Varela, de 39 años, con una tienda en el madrileño barrio de Malasaña.

Varela, conocido por sus diseños de camisetas y trajes, es partícipe de la enorme dificultad a la que se enfrenta el sector del pequeño comercio.

En su caso, suele renovar la colección poco a poco y el cierre del comercio le sorprendió con unos cuantos modelos en el taller. Ahora, aprovecha el confinamiento para seguir diseñando, pero sin realizar nuevos encargos.

Las ventas de su web, que suelen alcanzar el 25 por ciento de su facturación, han caído ahora «a cero» porque «la gente no sale de casa y está asustada».

Varela se muestra partidario de reabrir con alguna promoción para animar las ventas aunque sea a costa de reducir los márgenes porque, según teme, la pandemia se va a cobrar una importante factura económica y laboral que va a situar a muchas personas en dificultades para comprarse una prenda de 25 ó 30 euros.

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