La paciente dejó instrucciones médicas por anticipado en el que se documentaban sus deseos
Tras perder paulatinamente a su madre por la demencia, Brenda Grant temía más a la degradación y a la pérdida de dignidad que a la propia muerte.
Y por eso decidió hacer un testamento vital: se trata de un documento legal con instrucciones médicas por anticipado en el que se documentan los deseos del paciente ante un potencial tratamiento médico al final de su vida, en caso de que no pueda hablar por sí mismo.
El deseo de Brenda, de Inglaterra, era que no la mantuvieran artificialmente con vida.
El testamento decía que si ya no tenía lucidez mental o si sufría alguna de una lista de enfermedades, no quería recibir tratamientos que le prolongaran la vida.
También decía que no quería que la alimentaran pero que si tenía síntomas de dolor sí le dieran analgésicos para quitárselos, aún cuando la administración de esos analgésicos le acortara la vida.
Pero a los 81 años, después de haber sufrido un derrame cerebral, los médicos la alimentaron artificialmente durante casi dos años.
El consejo del Hospital George Eliot admitió su responsabilidad en lo ocurrido y en un acuerdo fuera de juicio accedió a pagar 45.000 libras esterlinas, unos US$60.000.
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