Uno de sus poemas se emitió en la televisión japonesa para tranquilizar a la población tras el terremoto de 2011.


La vida de la poeta japonesa Kaneko Misuzu pasaría por la de una mujer de hoy, pero se convierte en extraordinaria si la ubicamos en su tiempo. Nació en 1903 en un pueblo de pescadores del oeste de Japón. A pesar de su origen rural y gracias a que su familia se ganaba el sustento dedicándose a las librerías, pudo estudiar, trabajar en ellas y acercarse a la literatura.Eso, a principios del siglo XX, era algo bastante insólito; pero también Teru (su nombre real) fue una persona fuera de lo común.

«Sin duda. Misuzu tuvo la fortuna de poder completar su educación hasta los 18 años, algo muy inusual en la época para una mujer, y su madre tuvo mucho que ver en este empeño», explica Marián Bango, de Satori Ediciones.

Este pequeño sello con sede en Gijón, especializado en literatura japonesa, ha contribuido con sus publicaciones a acercar la cultura nipona a España, donde es poco conocida más allá del manga y el haiku.

«El haiku ha conectado muy bien con el lector español y ha arraigado profundamente aquí. Existen muchos lectores que se animan incluso a componer los suyos propios», recalca la editora. Sin embargo, este fenómeno «parece haber opacado el resto de poesía japonesa, especialmente moderna y contemporánea».

Frente al «nicho seguro, apostar por otro tipo de poesía entraña un riesgo». Para «llenar ese vacío», Satori inaugura una nueva colección que abre, precisamente, Kaneko Misuzu. Por primera vez en castellano El alma de las flores se presenta como «una muestra representativa de los temas que parecen ser el motor de la poeta, como la naturaleza, la relación entre los seres de los distintos mundos (mar, tierra, aire) y la necesidad de comprensión y empatía que incluso traspasa al ser humano, uniéndolo con todo lo que lo rodea».

Han procurado que los versos escogidos reflejen imágenes «universales», que puedan comprender «los lectores que no viven en Japón o no han tenido una relación con esa cultura», detallan desde la editorial. Esta es la primera vez que la obra de Kaneko Misuzu se publica en castellano.

Aunque, en realidad, «fue descubierta hace no tanto tiempo por los propios japoneses». Como recoge el prólogo del libro, «sus poemas, una vez que ella abandonó el mundo, fueron guardados por su hermano y encontrados, tras una larga y ardua búsqueda de 16 años, por el señor Setsuo Yazaki», desvelan sus traductoras, Yumi Hoshino y María José Ferrada. En Japón pudieron leer por fin a Misuzu en 1984, gracias a la editorial JULA, y a partir de ahí, «poco a poco comienza a ser conocida en el mundo».

En 1930, Misuzu se suicidó poniendo fin a una existencia infeliz. Tenía 26 años y había sido apartada de su familia, de su vocación y de su profesión por un matrimonio concertado que la relegó a su rol de esposa. Ya divorciada, no logró escapar de la influencia negativa de su infiel marido, que le había contagiado una enfermedad de transmisión sexual, debilitando mucho su salud, y quiso separarla también de su única hija reclamando la custodia. A pesar de estas sombras que la condujeron a un trágico y prematuro final, su poesía está llena de luminosidad y habla desde la sencillez para reflejar la vida con gran profundidad.

«Fue un ser con una sensibilidad privilegiada que no necesitó de grandes constructos teóricos para llegar a las respuestas que estaba buscando» y que son «similares» a las que todos perseguimos, consideran su editora y las traductoras, que ven su obra cercana a la de Emily Dickinson o Christina Rossetti. La profundidad de la vida en las pequeñas cosas «Parece probable que hubiera permanecido igualmente en el olvido» aunque no se hubiese despedido del mundo tan pronto, considera Marián Bango, puesto que tras su muerte «Japón se encaminaba hacia la época oscura del militarismo».

En esas circunstancias y con el fantasma de la guerra, «la voz sensible y delicada de Misuzu se habría alzado en contra y quizá hubiera sufrido la censura». Las «profundas y sencillas verdades que Kaneko Misuzu supo nombrar en sus poemas», afirmación con la que se cierra el prólogo de El alma de las flores, han calado en los japoneses, especialmente desde que, después del terremoto de 2011, uno de sus poemas se emitió en televisión para tranquilizar a la población.

«En Japón existe un sentimiento profundo hacia lo que nosotros, occidentales, llamamos ‘pequeñas cosas’ -reflexiona la editora-. Pensemos en la ceremonia del té, en el ikebana o en el shodo y comprenderemos entonces que la cultura japonesa ha sabido elevar a categoría de arte refinado pequeñas cosas que para nosotros son ‘servir el té’, ‘hacer un arreglo floral’ o ‘escribir caligrafía’. Este gusto por lo pequeño, por la naturaleza, está presente también en el haiku y quizá, también en la mirada de los niños.

La poesía de Misuzu conecta con todo esto».El libro Bajo el seudónimo de Misuzu («donde se cosecha el bambú»), Teru empezó a escribir con 20 años y publicó en algunas de las revistas más prestigiosas de la época hasta su desgraciado matrimonio. El alma de las flores reúne una selección de los «512 poemas que compiló de puño y letra en tres cuadernos poco antes de morir». Su obra ha sido adaptada al castellano por Yumi Hoshino y María José Ferrada, en una edición bilingüe que enfrenta los originales en japonés a su traducción.

El alma de las flores

El alma de las flores marchitas renace en el jardín de Buda. Porque las flores son buenas: cuando el sol llama, se abren rápido y sonríen, dando a las mariposas su dulce néctar, y a las personas su aroma.

Cuando el viento dice: «¡Vamos!», lo acompañan, obedientes. Y hasta nos regalan sus restos mortales para preparar la comida con la que jugamos a ser madres. *‘El alma de las flores’. Satori Ediciones, Colección Poética, 2019. Traducción de Yumi Hoshino y Mª José Ferrada Lefenda. 140 páginas. Precio: 19 euros.

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