El hallazgo se debe a que las familias de los asesinados lograron «romper el silencio» que encubría esta página de la historia de Burundi.
La Comisión de Verdad y Reconciliación de Burundi halló los restos de 6 mil 032 personas en seis fosas comunes en la provincia de Karusi, en el centro del país africano, anunció el presidente del organismo, Pierre Claver Ndayicariye, según Reuters.
Los esqueletos probablemente pertenecen a las víctimas de la masacre de 1972, que acabó con la vida de un número hasta ahora desconocido de hutus, uno de los dos grupos étnicos predominantes de la región de los Grandes Lagos de África, donde se ubica Burundi.
El hallazgo se debe a que las familias de los asesinados lograron «romper el silencio» que encubría esta página de la historia de Burundi, cita Reuters a Ndayicariye.
Genocidio contra la mayoría
Históricamente, la región de los Grandes Lagos fue poblada por agricultores hutus, que en el siglo XV fueron conquistados por las tribus ganaderas tutsis. Estos últimos formaron una clase gobernante y conservaron sus posiciones en las sociedades locales después de la colonización de la zona por los europeos. Cuando Burundi y Ruanda se independizaron de Bélgica en 1962, las tensiones entre hutus y tutsis en ambos países se agravaron.
A finales de abril de 1972, varios nacionalistas hutus —este grupo forma cerca del 80% de la población burundesa— proclamaron la república independiente de Martyazo, que fue aplastada por las tropas gubernamentales unos días después. Tras acabar con la resistencia, los militares, dominados por la minoría tutsi, empezaron un proceso de exterminación sistemática de la población hutu. Dado que los hutus constituían la mayoría de la población, los objetivos principales de las limpiezas étnicas fueron los miembros cultos de este grupo. Hasta junio del mismo año, el Gobierno, las estructuras estatales, el sistema educativo, la Policía y el Ejército fueron ‘limpiadas’ de hutus.
«Conspiración de silencio»
En un país que tenía entonces alrededor de 3 millones de habitantes, perdieron sus vidas al menos 100 mil personas, en su mayoría hutus, pero también tutsis que se oponían a la masacre. No obstante, los eventos fueron velados durante varias décadas por una «conspiración de silencio», indica el historiador francés René Lemarchand.
La verdad salió a la luz en la década de los 1990, cuando en la vecina Ruanda, con un pasado y una composición demográfica similares, se desató un genocidio contra los tutsis (1994) y en Burundi empezó una violenta guerra civil (1993-2005) que también tenía rasgos de un conflicto entre hutus y tutsis.
«A diferencia de Ruanda, donde quienes cometieron el genocidio pertenecían al grupo étnico que fue apartado del poder, la minoría tutsi en Burundi gobernó sin compartir el poder hasta 1993. Esto explica el silencio oficial que aún rodea el genocidio de 1972″, opina Lemarchand.
Actualmente, la representación política en Burundi se realiza a través de cuotas, que requieren una proporción 60:40 para los hutus y tutsis en el Gobierno y el Parlamento.