Más de un millón de personas arrinconadas en Gaza están sumidas en el dolor y sufren por la falta de agua, comida, atención médica y otras necesidades básicas que van desde la educación al derecho a un trabajo desde que Israel comenzó su represalia a los ataques de Hamás hace un año. Muchos habitantes de Gaza se siente como si hubieran sido «condenados a muerte».
Ahmed Abu Aita se encuentra frente a los escombros de lo que alguna vez fue una casa y la sede de una empresa propiedad de su familia, al este del campamento de Jabalia, en el norte de la Franja de Gaza, y recuerda cómo el día desafortunadamente “inolvidable” en el que perdió a 45 personas de su familia y parientes, entre ellos su esposa, hijo, padres, hermanos y sus esposas e hijos, así como su hogar y su trabajo.
El 20 de octubre de 2023, Ahmed Abu Aita se encontró tendido en el suelo en la casa de sus vecinos, cubierto por algunos escombros como resultado de un ataque aéreo que impactó la casa de su familia y la convirtió en escombros, como relató a nuestro colega en Gaza, Ziad Taleb, de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas.
Señalando la planta baja de la casa de su vecino, que también resultó dañada por el bombardeo, Ahmed añadió: «Yo estaba en las escaleras de esta zona, pidiendo ayuda, pero nadie podía oírme, ya que no había nadie en esa zona, que se considera una zona fronteriza peligrosa y a la que no pueden acceder vehículos de defensa civil ni ambulancias. Estuve dos días tirado sin que nadie pudiera llegar hasta mí, hasta que un vecino vino a revisar la casa y oyó mi llamada».
Ahmed perdió a 37 miembros de su familia aquel día, además de los miembros de la familia de su mujer que habían sido desplazados de otras zonas, «algunos de los cuales siguen bajo los escombros».
«El dolor de perder a mi familia, a mi hijo y a mi mujer es indescriptible», afirmó.
Una vida de desplazamiento
Jonathan Whittall, oficial humanitario superior para Gaza de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), describió el año pasado como «un año de destrucción, desplazamiento y desesperación en Gaza. Gaza ha quedado completamente devastada».
«Es imposible describir la devastación en Gaza. Casi toda la población ha sido desplazada. Han sido empujados a sólo el 13% de la superficie total de la Franja, y toda Gaza necesita ayuda humanitaria para sobrevivir».
Ahmed Abu Eita, como la mayoría de los gazatíes, fue desplazado con el resto de su familia y ahora ha terminado en una escuela de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) en Beit Lahia, en el norte de Gaza, que se ha convertido en un refugio para los desplazados.
«Después de vivir en un apartamento de 250 metros cuadrados, yo y 12 personas -el resto de mi familia- vivimos ahora en un aula», explicó.
Ahmed no sólo perdió su casa, sino también una empresa y una fábrica de queso y productos lácteos propiedad de su familia que empleaba a 50 trabajadores. «Teníamos una vida normal, teníamos nuestro trabajo. Cada miembro de la familia era responsable de una tarea en la fábrica. Yo era el director de marketing de la empresa».
Pero entonces llegó la guerra, «y todo cambió», dijo Ahmed.
Condenados a muerte
Jonathan Whittall, funcionario de la OCHA, recordó la realidad humanitaria de la población de Gaza, donde «no hay suficiente agua potable. El sistema sanitario se ha colapsado. No hay suficientes refugios ni alimentos para evitar una posible hambruna. Y aun así, cada día se nos impide hacer nuestro trabajo de proporcionar ayuda humanitaria».
Whittall afirmó que muchos habitantes de Gaza se sienten como si todos hubieran sido condenados a muerte como consecuencia de lo ocurrido el 7 de octubre de 2023, «bien asesinados por las bombas y las balas, bien asfixiándose lentamente por falta de medios de supervivencia».
«La única distinción parece ser la velocidad a la que mueres», añadió.
Lo que Gaza necesita es «protección de los civiles, facilitación de la ayuda humanitaria y un alto el fuego por el bien de Gaza, de la región y de nuestra humanidad colectiva», subrayó.
La falta de medios de supervivencia es con lo que Ahmed Abu Eita tiene que lidiar cada día: «Tenemos dificultades para todo. Para conseguir agua filtrada, por ejemplo, tiene que esperar su turno al sol hasta poder llenar dos galones de agua. También es difícil conseguir leña para cocinar».
«Volveremos más fuertes que antes»
La tristeza que llenaba los ojos de Ahmed Abu Eita mientras él y su sobrino contemplaban los escombros de la fábrica, antaño bulliciosa, no le impidió insistir en que tienen intención de volver a poner en marcha la fábrica, «para levantarnos de nuevo, para mantener vivo el nombre de mi padre y para que la empresa vuelva a ser lo que era, para que vuelvan los trabajadores y para que la vida resurja de nuevo.»
No se rendirán y volverán a construir y reconstruir, afirmó, añadiendo que «volveremos más fuertes que antes».
A la pregunta de qué desea ahora, Ahmed respondió: «Aunque es imposible, deseo que vuelvan mis padres que murieron, mi mujer y mi hijo. Deseo ver a mi hijo herido, que actualmente está en Qatar recibiendo tratamiento, pero no puedo verlo. Desearía que la vida volviera a ser como antes de la guerra».
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