Aunque el Talibán ha insistido en que respetará los derechos humanos, el ataque en Jalalabad se produjo mientras muchos afganos están escondidos.
Milicianos del Talibán atacaron el miércoles a manifestantes que se habían atrevido a quitar su estandarte y lo reemplazaron con la bandera nacional de Afganistán. El choque provocó la muerte de una persona y avivó los temores sobre cómo será el gobierno de los insurgentes.
Aunque el Talibán ha insistido en que respetará los derechos humanos, a diferencia de lo que ocurrió durante su anterior régimen, el ataque en Jalalabad se produjo mientras muchos afganos están escondidos en sus hogares o tratan de huir del país, temerosos de los abusos de la organización militante. Muchas personas han expresado su miedo de que el experimento occidental de dos décadas para rehacer Afganistán no sobrevivirá al resurgimiento del Talibán, que tomó el control del país en una ofensiva que duró unos cuantos días.
Los líderes del Talibán se reunieron el miércoles con funcionarios afganos de alto rango para hablar sobre el gobierno futuro. En una posible complicación para cualquier esfuerzo por estabilizar al país, el director del banco central de la nación advirtió que las sanciones estadounidenses por la designación del Talibán como una organización terrorista amenazaban la economía de Afganistán, que ya sufre una peligrosa escasez de divisas.
Una figura que no estuvo presente en las negociaciones celebradas en Kabul fue el presidente afgano Ashraf Ghani, quien huyó mientras el Talibán se acercaba a la capital. Los Emiratos Árabes Unidos reconocieron el miércoles que lo habían acogido a él y a su familia por motivos humanitarios.
En una primera señal de protesta contra el régimen del Talibán, decenas de personas se reunieron en la ciudad oriental de Jalalabad y en un mercado aledaño para izar la bandera nacional en la víspera del Día de la Independencia, que conmemora el fin de la dominación británica en 1919. Bajaron la bandera de los talibanes —blanca y con una inscripción en árabe_, que fue izada por los milicianos en las zonas que capturaron.
Imágenes en video posteriores mostraban al Talibán disparando al aire y atacando con porras para dispersar a la multitud. Babrak Amirzada, reportero de una agencia de noticias local, dijo que el Talibán lo golpeó a él y a un camarógrafo de otra agencia.
Un funcionario de salud local dijo que el enfrentamiento causó la muerte de por lo menos una persona y heridas a seis más. El funcionario habló bajo condición de anonimato debido a que no estaba autorizado para informar a los periodistas. El Talibán no reconoció la protesta ni la violencia.
Fue una inusual muestra de resistencia a su régimen. En los días que han transcurrido desde que el Talibán tomó el control de Kabul el domingo, los milicianos sólo habían enfrentado otra protesta de unas cuantas mujeres en la capital.
No ha habido una oposición armada a los talibanes. Pero videos grabados en el valle de Panjshir, una región al norte de Kabul que es un baluarte de las milicias de la Alianza del Norte que se aliaron con Estados Unidos contra el Talibán en 2001, parecen mostrar a posibles figuras de oposición reuniéndose allí. Es la única provincia que aún no ha caído en poder del Talibán.
Entre estas personalidades se encuentran miembros del gobierno derrocado —el vicepresidente Amrullah Saleh, quien declaró por Twitter que es el presidente legítimo del país, y el ministro de Defensa, el general Bismillah Mohammadi— así como Ahmad Massoud, hijo del jefe asesinado de la Alianza del Norte, Ahmad Shah Massoud.
En un texto de opinión publicado por The Washington Post, Massoud pidió armas y ayuda para luchar contra el Talibán.
“Hoy escribo desde el valle de Panjshir, listo para seguir los pasos de mi padre, con combatientes muyaidines que están preparados para enfrentarse de nuevo a los talibanes”, se lee en el texto. “El Talibán no es un problema exclusivo del pueblo afgano. Bajo el control de los talibanes, Afganistán se convertirá sin duda en la zona cero del terrorismo islamista radical: aquí se volverán a urdir conspiraciones contra las democracias”.
En tanto, el Talibán seguía adelante en sus esfuerzos para formar un “gobierno islámico incluyente”. Han mantenido conversaciones con el expresidente Hamid Karzai y con Abdullah Abdullah, un alto funcionario del gobierno derrocado. Mohammad Yusof Saha, vocero de Karzai, dijo que las reuniones preliminares facilitarán las futuras negociaciones con el mulá Abdul Ghani Baradar, jefe político del Talibán, quien regresó al país esta semana desde Qatar.
Karzai y Abdullah se reunieron el miércoles con Anas Haqqani, dirigente de una poderosa facción del Talibán llamada Red Haqqani. La red, que alguna vez fue aliada de Estados Unidos durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán, fue culpada por una serie de devastadores atentados suicidas en medio de la guerra de los estadounidenses en la nación asiática. La Red Haqqani, al igual que el Talibán en general, es objeto de sanciones estadounidenses.