Una expectativa de vida más larga, tasas de matrimonio descendientes, menos hijos por familia, más gente divorciada y más personas que viven solas son los factores que constituyen un riesgo de muerte temprana tan alto como el de la obesidad.
Una expectativa de vida más larga, tasas de matrimonio descendientes, menos hijos por familia, más gente divorciada y más personas que viven solas son los factores que constituyen un riesgo de muerte temprana tan alto como el de la obesidad.
Cada vez más ancianos, y vidas más prolongadas, más familias dispersas en la geografía global. Cada vez más predominio de la cultura del individuo por sobre la colectiva.
La soledad parece una característica por default de la vida contemporánea, en particular en los países ricos y con gran desarrollo urbano.
Y según la ciencia, es un peligro para la salud. «Nuevas investigaciones que analizan estudios anteriores sugieren que las personas que caen en la trampa de la soledad tienen un 50% más de probabilidades de sufrir una muerte temprana que aquellas que se mantienen socialmente conectadas», advirtió Quartz.
Entre la quinta y la tercera parte de los adultos en países desarrollados como los Estados Unidos y el Reino Unido suelen sentirse solos «siempre» o «con frecuencia», detalló el sitio al informar sobre dos meta-análisis realizados para determinar hasta qué punto las relaciones sociales influyen en la salud.
«Julianne Holt-Lunstad, profesora de psicología en la Universidad Brigham Young en Utah, los presentó en un encuentro de la Asociación Psicológica Nacional de los Estados Unidos».
El primero, realizado sobre 148 estudios con un total de más de 300.000 participantes, halló que una mayor conexión social se asociaba con una reducción del 50% de las probabilidades de una muerte temprana.
Y el segundo, realizado sobre 70 estudios con un total de 3,4 millones de personas de los Estados Unidos, Europa, Asia y Australia, observó que el efecto del aislamiento, la soledad y el vivir sin compañía tenía un impacto equivalente al de la obesidad para adelantar la muerte.
«Estos hallazgos indican que la influencia de las relaciones sociales en el riesgo de muerte son comparables con factores de riesgo de mortalidad reconocidos, como el tabaquismo y el consumo de alcohol», dice el estudio.
«Además, el efecto general de las relaciones sociales en la mortalidad que se informa en estos meta-análisis podrían ser una subestimación, ya que muchos de los estudios usan medidas singulares de aislamiento social en lugar de mediciones complejas».
Holt-Lunstad advirtió que se avecina una «epidemia de soledad» cuyo impacto va más allá de los psicológico. «Sólo se puede esperar que aumente su efecto sobre la salud pública», dijo en un comunicado de prensa.
Esa epidemia, si bien no está limitada a los países ricos, se da allí con más preeminencia, debido a «una expectativa de vida más larga, tasas de matrimonio descendientes, menos hijos por familia, más gente divorciada y más personas que viven solas», agregó.
El Parlamento del Reino Unido creó una comisión para trabajar con los grupos que corren el mayor riesgo de soledad: los ancianos, los refugiados, los jóvenes y los nuevos padres y madres.
En los Estados Unidos ya el 13% de la población total, unos 42,6 millones de adultos de más de 45 años, sufren de soledad crónica.
Más de la cuarta parte de la población vive sin compañía, más de la mitad no está casada y tanto el matrimonio como la cantidad de hijos muestran cifras en declive.
La soledad aumenta el riesgo de muerte prematura en un 50%, según este nuevo aanálisis. La soledad aumenta el riesgo de muerte prematura en un 50%, según este nuevo análisis.
«Estar socialmente conectado a otros se considera casi sin discusión una necesidad humana básica, crucial tanto para el bienestar como para la supervivencia», agregó la experta.
«Como ejemplos extremos se sabe que los niños en custodia a los que les falta el contacto humano no logran progresar, y con frecuencia mueren, y que el aislamiento o el confinamiento solitario se ha usado como una forma de castigo».
Holt-Lunstad sugirió que se comience a prestar atención al problema antes de que sea tarde. La gente podría prepararse socialmente para el retiro con la misma dedicación que hoy le da a la preparación financiera; las escuelas podrían enseñarles a los niños habilidades sociales para que comprendan la importancia de los lazos.
También los urbanistas podrían contribuir, asegurándose de que las comunidades tengan espacios de socialización, como jardines. Holt-Lunstad advirtió que se avecina una «epidemia de soledad» cuyo impacto va más allá de los psicológico.
«Sólo se puede esperar que aumente su efecto sobre la salud pública», dijo en un comunicado de prensa. Esa epidemia, si bien no está limitada a los países ricos, se da allí con más preeminencia, debido a «una expectativa de vida más larga, tasas de matrimonio descendientes, menos hijos por familia, más gente divorciada y más personas que viven solas», agregó.
En los Estados Unidos ya el 13% de la población total, unos 42,6 millones de adultos de más de 45 años, sufren de soledad crónica.
Más de la cuarta parte de la población vive sin compañía, más de la mitad no está casada y tanto el matrimonio como la cantidad de hijos muestran cifras en declive.