El caos y el retraso en las pruebas en Estados Unidos costarán vidas, incluso las de médicos y enfermeras, según muchos expertos.
A fines de enero, funcionarios de salud de Corea del Sur convocaron a representantes de más de 20 compañías médicas a una sala de conferencias oculta dentro de una concurrida estación de trenes de Seúl, durante las celebraciones del Año Nuevo Lunar.
Uno de los principales responsables de enfermedades infecciosas del país les entregó un mensaje urgente: Corea del Sur necesitaba de inmediato una prueba eficaz para detectar el nuevo coronavirus que se propagaba en China. El funcionario prometió a las compañías una rápida aprobación de los reguladores.
Si bien entonces había solo cuatro casos conocidos en Corea del Sur «estábamos muy nerviosos. Creíamos que podría convertirse en una pandemia», dijo Lee Sang-won, experto en enfermedades infecciosas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Corea.
«Actuamos como un ejército», dijo.
Una semana después de la reunión del 27 de enero, los CDC de Corea del Sur aprobaron la prueba de diagnóstico de una compañía y pronto se sumó la de otra. A fines de febrero, Corea del Sur estaba en los titulares de todo el mundo por sus centros de detección y su capacidad para evaluar a miles de personas diariamente.
La rápida acción de Corea del Sur contrasta con lo que ocurrió en Estados Unidos.
Siete semanas después de la reunión en la estación de tren, los coreanos han examinado a más de 290,000 personas e identificado más de 8,000 contagiados. Los nuevos casos están bajando y el miércoles 18 de marzo se reportaron sólo 93, muchos menos que el pico diario de 909 dos semanas antes.
Estados Unidos, cuyo primer caso se detectó el mismo día que en Corea del Sur, ni siquiera está cerca de satisfacer la demanda por pruebas. Se han realizado cerca de 60,000 test en laboratorios públicos y privados en un país de 330 millones de habitantes, dijeron el martes 17 de marzo funcionarios federales.
Como resultado, los funcionarios estadounidenses no saben a cabalidad cuántos estadounidenses han sido infectados y dónde se concentran, lo que es clave para los esfuerzos de contención.
Si bien se habían identificado más de 7,000 casos en Estados Unidos hasta el miércoles, unas 96 millones de personas podrían contagiarse en los próximos meses y 480,000 podrían morir, según una proyección para la Asociación de Hospitales Estadounidenses del doctor James Lawler, experto en enfermedades infecciosas del Centro Médico de la Universidad de Nebraska.
«No se puede luchar contra lo que no se puede ver», dijo Roger Klein, exdirector médico del laboratorio de la Clínica Cleveland y antes asesor del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos en cuestiones de laboratorios clínicos.
egún expertos en enfermedades infecciosas, médicos, funcionarios estatales y locales de Estados Unidos se quedaron rezagados respecto de Corea del Sur por la falta de liderazgo y sentido de urgencia y la dependencia del protocolo.
El caos y el retraso en las pruebas en Estados Unidos costarán vidas, incluso las de médicos y enfermeras, según muchos expertos.
Ya han muerto más de 100 personas y el temor a la propagación desenfrenada ha llevado a restricciones extraordinarias en las relaciones sociales, la economía y la vida cotidiana.
«Me hace sentir que estoy viviendo en una farsa», dijo el Doctor Ritu Thamman, cardiólogo y profesor asistente clínico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh.
Incluso el personal del hospital que pudo haber estado expuesto no puede hacerse una prueba «¿Somos un país rico pero no tenemos este tipo de cosas?», añadió.
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