Ofercerá desde paquetes de cuarentenas de lujo para los retornados, que tienen que pasar 14 días aislados, hasta “burbujas turísticas” con otros países.
Tailandia, el país asiático más visitado del mundo tras China, se prepara para reabrir el turismo y no perder todo el año por la pandemia de coronavirus. Aunque aún no puede ofrecer las vacaciones soñadas de hace unos meses, su industria se reinventa y plantea nuevas experiencias: desde paquetes de cuarentenas de lujo para los retornados, que tienen que pasar 14 días aislados, hasta “burbujas turísticas” con otros países seleccionados para promocionar viajes de perfil más exclusivo y específico.
Llamado Homecoming Health Watch Package (paquete de vigilancia de salud de regreso a casa), la oferta incluye un servicio de recogida en el aeropuerto, régimen de pensión completa durante 15 días y paseos por el jardín del hotel. Se trata de una opción pensada para los tailandeses que regresan a su país y prefieren pasar la cuarentena —y sobre todo pueden costeárselo— en hoteles de cinco estrellas de Bangkok en vez de en los austeros centros gubernamentales.
Con las entradas de vuelos internacionales cerradas hasta el 30 de junio, salvo para repatriar a tailandeses, el paquete, que ronda los 2.000 dólares (unos 1.778 euros) en hoteles de cadenas de lujo como Mövenpick, ha salvado a algunos establecimientos de abandonar el negocio durante el semicierre impuesto en Tailandia a comienzos de abril y levantado paulatinamente a partir de junio.
Una fórmula poco duradera que ahora muchos hoteles intentan combinar con otras a más largo plazo. Porque si hay un lugar para el que sea apremiante reabrir el turismo, es Tailandia. De la lista de las 20 mayores economías mundiales, el país del sureste asiático es el que más depende de este sector —que representa más del 15% del PIB—, indica el World Travel and Tourism Council (WTTC). España ocupa el cuarto lugar, tras México y Filipinas.
Se espera que también ayude a reanudar algunas actividades el levantamiento del toque de queda nacional, impuesto durante dos meses desde las once de la noche hasta las tres de la madrugada y derogado el 15 de junio. Su eliminación permitirá a Bangkok, la ciudad más visitada del mundo los últimos cuatro años, según un ranking elaborado por MasterCard, recuperar parte de su vibrante vida nocturna. Los restaurantes vuelven a tener permitido servir alcohol, aunque los pubs, bares de karaoke y centros de masaje continuarán cerrados hasta nuevo aviso. Una apertura justificada en el aparente control de la pandemia en Tailandia, el primer país en registrar un caso de covid-19 tras China el pasado enero. Medio año después, sólo ha registrado oficialmente alrededor de 3.100 contagios y 58 muertes, mucho menos que otras naciones vecinas. Desde el 25 de mayo, no hay constancia de ningún contagio por transmisión local.
El 12 de junio, el comité encargado de evaluar la evolución de la pandemia aprobó una propuesta para designar las llamadas “burbujas turísticas” con países que hayan demostrado que tienen capacidad para contener la propagación del patógeno. Aunque no se ha concretado todavía cuándo entrará en vigor esta medida, se espera que incluya a países como China, Vietnam, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, y que determine estándares comunes para los implicados en cuanto a chequeos de salud previos al viaje y los seguros médicos necesarios.
“Estas burbujas turísticas permitirán a las personas de países con el mismo nivel de incidencia del virus visitas mutuas sin la cuarentena de 14 días a la llegada”, apuntó el portavoz del Centro para la Administración de la Situación de la covid-19, Taweesin Visanuyothin. Tailandia piensa dirigirse sobre todo a un tipo de viajeros: turistas deportivos como golfistas, porque tienden a permanecer en un área determinada, visitas de negocios y personas que busquen recibir asistencia médica. “Tailandia puede poner más énfasis en promover el turismo de lujo, en vez del de masas, para revitalizarse. Los hospitales privados han demostrado tener una capacidad muy alta para apoyar al sistema sanitario a gestionar la pandemia, lo que se convierte en un punto de promoción importante para el turismo médico”, subraya Termsak Chalermpalanupap, analista del Instituto ISEAS-Yusof Ishak.
Es pronto para saber cómo funcionarán estas burbujas y cómo se afrontarán ciertos retos, como la puesta en marcha de un test universal que certifique estar libre del virus, pero la noticia ha insuflado oxígeno al asfixiado sector. Centrados de momento en la recuperación del turismo doméstico, el hotel Hyatt Regency de la playa de Hua Hin comparte algunas de las medidas que han puesto en marcha para minimizar el riesgo de contagios tras reabrir en junio.
Entre ellas, ofrece al visitante la opción de utilizar el móvil como llave para la habitación, mientras ha instalado pantallas acrílicas en la recepción como barrera de protección. Los trabajadores, cubiertos con mascarillas en todo momento, deben mantener una distancia de seguridad de dos metros con los visitantes. “Con respecto al índice de ocupación, nos ha ido bastante bien desde que hemos vuelto a abrir, si lo comparamos con el mismo periodo del año pasado”, asegura Pang Benjawan, portavoz del hotel. El país intenta por todos los medios promover el turismo “de confianza” y ha creado un certificado sanitario para hoteles y restaurantes.
Impacto económico
Pese a las iniciativas, la pandemia hará mella en la economía: Tailandia espera pérdidas de hasta 47.000 millones de dólares (41.700 millones de euros) en ingresos por turismo, según el banco HSBC, que tiene en cuenta la caída desde los 40 millones de visitas del pasado año —la cuarta parte procedentes de China— a los 10 millones que se prevén para este como máximo. Llueve sobre mojado en el país, ya lastrado por la caída de las exportaciones, que lo llevaron a registrar el pasado año su peor cifra de crecimiento del último quinquenio, del 2,4%, que podría contraerse hasta el 1,5% en 2020.
Aunque no toda la industria está dispuesta a abrir a cualquier precio. Muchos hoteles de la isla de Phuket, cuyas playas continúan cerradas, no quieren abrir mientras haya riesgo de un segundo brote de infecciones. Varias asociaciones hoteleras han pedido al primer ministro, Prayut Chan-ocha, que exija a los turistas utilizar una app para conocer su localización y que sea así más fácil hacer seguimiento de contagios si contraen la covid-19, con la mirada puesta en futuras llegadas de cualquier parte del mundo, sin fecha aún para ello. El miedo a que se disparen los casos ha generado otras controvertidas demandas: una de las atracciones de Bangkok, el templo de Wat Pho, donde reposa el Buda Acostado, de 46 metros de largo y cubierto con lámina de oro, ha desplegado a su entrada un cartel que indica que sólo se permite el acceso a tailandeses. “No está abierto para extranjeros ahora”, reza en inglés. Una polémica advertencia que no augura una reapertura fácil para uno de los destinos predilectos del globo.