El grupo antidrogas sabía que varios de los sicarios al servicio del cártel de Sinaloa, eran soldados desertores de la zona militar de Culiacán.
Pasaban las dos de la tarde cuando el círculo de seguridad de Ovidio Guzmán, fue sorprendido por 140 elementos de la división antidrogas de la Guardia Nacional, y un grupo de militares que viajaron a Culiacán, exprofeso para el operativo de detención.
Una vez que tuvieron la certeza de la localización del hijo del Chapo Guzmán, solicitaron el apoyo de 100 soldados de la novena zona militar, para establecer un cerco de seguridad en la zona de Tres Ríos; todo esto, sin darles detalles de la operación.
El grupo antidrogas sabía que varios de los sicarios al servicio del cártel de Sinaloa, eran soldados desertores de la zona militar de Culiacán; querían evitar cualquier fuga de información.
El operativo se preparó desde al menos hace cinco meses. Efectivos federales se infiltraron en Culiacán, alquilaron casas en el Desarrollo Urbano de Tres Ríos, fueron vecinos de la residencia de la mujer de Ovidio Guzmán.
El jueves 17 de octubre, con la comprobación de que Ovidio Guzmán, había ingresado a la residencia, en la que se encontraba su mujer y sus dos pequeñas, echaron a andar el operativo.
Lo cercaron y establecieron dos cordones de seguridad, alrededor de la residencia. Pidieron al Ministerio Público Federal que solicitara una orden de cateo para culminar la detención, la cual nunca les llegó.
De acuerdo con el articulista Jorge Fernández Menéndez, cuando el comando federal rodeó la vivienda, le pidieron a Ovidio Guzmán que se entregara, mientras esperaban la orden judicial.
Cuando este trató de negociar, su detención, en el garage de la casa, le tomaron las fotografías que se difundieron el día del operativo, al tiempo que él se comunicaba con su gente y pedía un abogado.
Después de 20 minutos comenzaron los ataques contra los dos cordones de seguridad para rescatar a Ovidio Guzmán.
El problema, según cuenta Jorge Fernández Menéndez, es que los ataques pusieron en peligro a la propia familia del narcotraficante, a un nivel tal que los soldados le dieron a su esposa, a su suegra y a sus hijas chalecos antibalas.
Narran quienes estuvieron en el operativo, que los dos cordones de seguridad no pudieron ser traspasados por los sicarios del Cártel de Sinaloa. Los elementos federales pretendían extraer a Ovidio con un helicóptero, lo que se tornó imposible, por la capacidad de fuego del cártel.
Los bloqueos con autos incendiados y los enfrentamientos se propagaron por casi todo Culiacán y los apoyos de los sicarios bajaban de la sierra y de municipios cercanos.
La ciudad estaba sitiada, dice Jorge Fernández Menéndez que el problema se agudizó cuando un convoy del Ejército que estaba a 200 kilómetros de Culiacán fue retenido por un grupo de sicarios y una pipa de combustible fue secuestrada por los mismos, quienes amenazaron con hacerla estallar en el multifamiliar donde viven familias de militares.
A esto se sumó la evidencia de la fotografía de un militar secuestrado, la orden de cateo que nunca llegó, una falta de coordinación entre las fuerzas de seguridad, y alguien que decidió cuatro horas después que lo mejor era abortar la misión.
Aunque Ovidio Guzmán fue liberado, su cártel también cometió errores, no detecto el operativo a tiempo, puso en riesgo a uno de sus líderes y a su familia. Aun así les dio tiempo de alertar a la población civil.