Aunque su objetivo es reducir las tasas récord de homicidios, ahora  patrulla la frontera para cumplir demandas del presidente Donald Trump.

Un convoy de camiones de la policía estatal y municipal ruge en la frontera entre México y Estados Unidos en Ciudad Juárez para enfrentar a sicarios del cártel, pasando por donde guardias nacionales patrullan las orillas del Río Bravo en busca de migrantes que intentan cruzar a Estados Unidos.

“Deberíamos estar con ellos, no aquí. Somos soldados”, refunfuña uno de los tres guardias vestidos con uniforme de camuflaje, palabras que fueron escuchadas por un reportero de Reuters. Estaba frustrado porque las órdenes le impedían ir a apoyar a la policía en el tiroteo con los criminales.

La Guardia Nacional, nueva fuerza de seguridad creada por Andrés Manuel López Obrador, tiene como objetivo reducir las tasas récord de homicidios.

Pero ahora se le ha encomendado la tarea de patrullar la frontera para cumplir demandas del presidente Donald Trump, quien ha exigido a México detener el flujo de centroamericanos que se encaminan a Estados Unidos a través de su territorio o arriesgarse a la imposición de aranceles a productos mexicanos.

Si el despliegue de unos 21 mil efectivos de la Guardia Nacional en las fronteras norte y sur de México puede reducir el flujo de migrantes, López Obrador habrá logrado evitar los aranceles de Trump y frenar la apertura de otro frente en la guerra comercial mundial.

Sin embargo, si se utiliza casi un tercio de los efectivos de la Guardia Nacional para las tareas de migración, se reduce el número de fuerzas que se ocupan de uno de los problemas más acuciantes de México: la espiral de violencia que el año pasado costó la vida a 33 mil personas, una cifra sin precedentes que continuó aumentando en los primeros seis meses del mandato de López Obrador.

En Juárez, donde los asesinatos de los cárteles de la droga son especialmente presentes, mucha gente desearía que las tropas estuvieran ayudando a combatir el crimen.

La ciudad al otro lado de la frontera con El Paso, Texas, ha sido durante mucho tiempo sinónimo de guerra de cárteles, lo que elevó la tasa de asesinatos a 244 por cada 100, mil residentes para marzo de 2011, según datos recopilados por el grupo Mesa de Seguridad y Justicia, con sede en Juárez.

Con la ayuda de grupos de la sociedad civil y empresas, la ciudad logró avances muy difíciles para restaurar la seguridad, y para fines de 2015 la tasa de asesinatos se había reducido a 21 por cada 100 mil, afirma el grupo, citando cifras de la fiscalía general.

Ahora, el crimen está volviendo a los niveles que se vieron por última vez en los días más oscuros de la guerra contra las drogas, con los homicidios quintuplicándose en los últimos tres años a 107 por cada 100 mil habitantes.

“Asesinatos, secuestros, extorsiones pasan a segundo plano para que el Ejército mexicano cuide a la frontera de Estados Unidos”, dijo Juan Hernán Ortiz, director de Ciudadanos para una mejor Administración Pública, una organización en Ciudad Juárez que vigila al gobierno local.

El gobierno mexicano no respondió a solicitudes de comentarios sobre las críticas.

La Guardia Nacional de Juárez, compuesta en su mayoría por soldados en servicio activo equipados con cascos balísticos, chalecos antibalas y rifles de asalto, es identificable por las pequeñas bandas en el brazo con las letras “GN”.

“En Ciudad Juárez tenemos al Ejército disfrazado de la guardia nacional cuidando que los migrantes no se acerquen a los Estados Unidos, cuando estamos regresando a una de las crisis de violencia en la ciudad mucho más grande”, destacó Ortiz.

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