La Procuraduría creyó en un inicio que se trataba de una fosa del crimen, pero las investigaciones antropológicas determinaron la existencia de un tzompantli
Cuando un grupo de peritos de la Procuraduría General de Chiapas acudió en 2012 a una cueva hallada en una pequeña comunidad conocida como El Carrizal para investigar el hallazgo de 150 cráneos, la hipótesis inicial que sostuvieron fue que estaban frente a una narcofosa. Una teoría nada descabellada en un país que sufre la brutalidad de la violencia del narcotráfico y donde cada día se reportan muertes violentas y fosas de desaparecidos.
Los peritos de la Procuraduría trasladaron los cráneos para analizarlos en los laboratorios de la institución en Tuxtla Gutiérrez, la capital estatal, y fue ahí donde se percataron de lo raro del hallazgo: las calaveras presentaban malformaciones y ninguna tenía dentaduras. Entonces acudieron a expertos en Antropología, que tras hacer análisis especializados determinaron que se trata de osamentas prehispánicas que forman parte de un altar funerario de aproximadamente mil años de antigüedad.
“Rescatamos este material que nos revela cosas muy interesantes”, ha dicho Javier Montes de Paz, antropólogo físico e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia de Chiapas.
Los investigadores del INAH, liderados por Montes de Paz, trasladaron los cráneos a los laboratorios de la institución para clasificarlos y analizarlos a profundidad. Dado que en otras comunidades de Chiapas se han encontrado cuevas similares, pudieron determinar que se trata de altares, aunque aún no han podido establecer por qué los cráneos no tienen dentadura o el motivo por el que estos individuos fueron decapitados.
Lo que sí han podido determinar es que las decapitaciones se dieron entre los años 900 y 1200 después de Cristo.
“Los estudios no están concluidos y falta mucho por hacer, pero lo que ha arrojado la investigación es de gran importancia. En el análisis que hemos hecho hemos identificado que los cráneos tienen deformaciones y ninguno tiene piezas dentales. Nos llamó la atención porque atribuimos que esos dientes son extraídos, pero no sabemos si se hacía en vida o cuando ya estaban muertos”, ha explicado Montes de Paz en un vídeo difundido por el INAH.
Para los investigadores se trata del hallazgo de un tzompantli o altar de muertos. Eso lo han determinado porque en el lugar no se reconoció un entierro completo y, aunque también se encontraron algunos huesos largos como fémures, tibias o radios, las osamentas completas son cráneos que pertenecen a individuos que fueron decapitados.
En el lugar también encontraron restos de maderas alineadas, que pudieron ser usadas como altar donde se depositaban los cráneos. A los investigadores aún les falta responder muchas preguntas, como el motivo del altar, por qué estas personas fueron decapitadas y por qué se les extraía la dentadura. “Contamos con un material muy bien conservado y le hemos dado un tratamiento físico especial”, ha afirmado Montes de Paz.
El investigador critica el primer tratamiento que los peritos de la Procuraduría de Chiapas dieron al hallazgo, porque al manipularlo hicieron que se perdieran elementos importantes para determinar el contexto histórico del tzompantli, pero afirma que con las investigaciones realizadas hasta ahora se ha obtenido mucha información que puede dar luz sobre las costumbres de las poblaciones que habitaron las zonas que ahora conforman Chiapas. “Debemos hacer muchas investigaciones para poder tener una idea más clara de lo que fue este grupo de individuos”, ha dicho el experto.