El liderazgo regional se comenzó a perder a mediados de los 80s, cuando en México se impulsaron múltiples reformas neoliberales
La elección de Andrés Manuel López Obrador ha generado una amplia expectativa y no solo a nivel local. Desde un día antes de las elecciones se pudieron leer mensajes de apoyo en las redes sociales de distintas figuras internacionales asociadas con la izquierda. En Europa, figuras de oposición como Pablo Iglesias (España), Jeremy Corbyn (Reino Unido) y Jean-Luc Mélenchon (Francia) expresaron sus deseos por la victoria de AMLO. En Latinoamérica, Cristina Kirchner escribió que López Obrador representa una esperanza para toda la región y Rafael Correa también lo hizo en términos similares. Dilma Rousseff aseguró que la victoria del líder mexicano lo sería para toda Latinoamérica y el expresidente Lula da Silva se congratuló desde la cárcel por su triunfo.
¿Por qué la victoria electoral de AMLO representaría una esperanza para la izquierda internacional? ¿Será que su figura representa el surgimiento de un nuevo liderazgo latinoamericano? En 1999 la victoria de Hugo Chávez en Venezuela inauguró en el continente un giro hacia la izquierda. A principios de 2003 tomaba posesión en Brasil el líder sindicalista Lula da Silva y meses más tarde lo haría el peronista Néstor Kirchner en Argentina. En 2005 la ola de triunfos de movimientos populares se extendió con el líder cocalero Evo Morales, quien fue el primer indígena en ser electo presidente en Bolivia, y en años posteriores vinieron los triunfos de Michel Bachelet (2006) en Chile y Rafael Correa (2007) en Ecuador. Todo mundo hablaba sobre el péndulo que se movía a la izquierda en toda Latinoamérica.
López Obrador pudo pertenecer a este mismo movimiento en 2006, en su primera contienda, pero un fraude electoral en México lo impidió. Doce años después y en su tercer intento, ha alcanzado la presidencia mexicana. Pero el contexto latinoamericano es completamente distinto. Chávez ha muerto y Maduro enfrenta una de las mayores crisis económicas de la historia venezolana. En Brasil se dio una especie de golpe de Estado legislativo contra la presidente Dilma Rousseff a la vez que se encarcelaba a Lula para dificultar su participación electoral. Argentina y Chile son gobernados por empresarios que creen que la última palabra la debe tener el mercado mientras acatan disposiciones de organismos financieros internacionales. En Ecuador, Lenín Moreno está traicionando el legado de Correa y cada vez se muestra más dócil a los mandatos de Estados Unidos. El único sobreviviente de la década pasada que parece gozar de cierta estabilidad es Evo Morales en Bolivia. Por lo demás, la derecha parece estar en su esplendor o como establece el análisis más simplista: el péndulo oscila en dirección contraria a la del pasado inmediato.
Por eso la importancia de la victoria de López Obrador. México contó históricamente con un liderazgo regional, especialmente después de la revolución mexicana que fue inspiración para muchos países (Bolivia, Perú, Colombia principalmente) hasta el surgimiento de la revolución cubana. También la época del desarrollo estabilizador tuvo un importante eco a nivel internacional. Y, como había pasado durante la Guerra Civil española, durante los años setenta México se convirtió en un refugio para los perseguidos políticos y donde encontraron una segunda casa chilenos, argentinos y uruguayos, entre otros. Además, por años México votó en contra del bloqueo de Estados Unidos al pueblo cubano.
Ese liderazgo regional se comenzó a perder a mediados de los 80s, cuando en México se impulsaron múltiples reformas neoliberales y volteó su mirada de forma casi exclusiva hacia el norte, firmando el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) que entró en vigor en 1994. Es comprensible que Estados Unidos significa mucho para México y que existe una economía completamente ligada entre varias ciudades-espejo en la zona fronteriza pero nuestro país relegó al olvido a toda una región con la que comparte historia, lengua, cultura y muchas otras cosas. Esto nunca debió de haber ocurrido.
Hoy que son horas aciagas para la izquierda latinoamericana, el triunfo de López Obrador representa la posibilidad de que México vuelva a voltear al sur y tienda la mano hacia viejos aliados que representan la posibilidad de una agenda más progresista. Ya dio señales en este sentido al recalcar la importancia de la Alianza del Pacífico y mantener que sostendrá una agenda importante en cuanto a la cooperación para el desarrollo. Esta misma línea de cooperación es la que busca impulsar para la región de Centroamérica y que en vez que se atiendan los problemas migratorios solamente desde el punto de vista de la seguridad de Estados Unidos, se haga un programa de desarrollo económico y social (similar a la Alianza para el progreso que implementó Kennedy) que pueda brindar trabajo y bienestar en la región y el respeto a los derecho humanos de los migrantes.
Si Cuba fue en el pasado el tema más controvertido en el continente, hoy lo es Venezuela. Parece ser que en política exterior México se regirá por lo que dice el artículo 89 de la Constitución, según lo expresado por López Obrador. Autodeterminación de los pueblos, la no intervención y la solución pacífica de las controversias, es lo que guiará la diplomacia internacional. En 1962, cuando la OEA a petición de los Estados Unidos expulsó a Cuba de su seno, México siguiendo los principios arriba enunciados votó en contra y fue junto a la propia nación afectada, el único país en hacerlo. En vez de seguir siendo el testaferro de los Estados Unidos en las reuniones latinoamericanas, quizás México pueda recuperar el lustre del pasado con episodios similares al de Punta del Este en 1962.
Incluso, ante la inestabilidad del gobierno de Trump, México puede jugar un papel de bisagra en el contexto internacional, más allá de Latinoamérica. Ya el Primer ministro canadiense Justin Trudeau ha establecido una relación directa sin tener que pasar todo con Washington. Por otra parte, Jesús Seade, el economista que nombró López Obrador para renegociar el TLCAN es un experto en temas asiáticos, lo que puede ser muy positivo en futuros acuerdos con China, Japón y otros países del Pacífico. En Europa, Angela Merkel se ha mostrado muy optimista de su relación con México que parece podría mejor de forma proporcional a la velocidad con la que empeora la relación entre Europa y Estados Unidos.
Por el tamaño de su economía y la posición estratégica que tiene en la geopolítica del siglo XXI (comercio en el Pacífico), México está llamado a ser un actor muy importante a nivel internacional en los siguientes años. Aunado a eso, las dificultades que viven los liderazgos progresistas en Latinoamérica pueden abrir la puerta para que López Obrador y México retomen un liderazgo regional. La clave está en hacer respetar su soberanía frente a los Estados Unidos y en respetar la soberanía de otros países, particularmente los de nuestro propio continente.