Un número cada vez mayor de pacientes con cáncer, especialmente los de mama y pulmón, se libran del temido tratamiento en favor de otras alternativas.
Seema Doshi se sitió conmocionada y aterrada cuando descubrió un bulto en su seno; más tarde confirmó que era canceroso.
“Alteró por completo mi vida”, dijo Doshi, dermatóloga del suburbio de Franklin, en Boston, que trabajaba en el sector privado y tenía 46 años al momento de su diagnóstico. “Pensé que no había más remedio, que tendría que someterme a quimioterapia”.
Estaba equivocada.
Doshi se benefició de una revolución silenciosa en el tratamiento del cáncer de seno que poco a poco ha reducido el número de personas a quienes se les recomienda someterse a quimioterapia. La quimioterapia se consideró durante décadas “la norma, el dogma” para tratar el cáncer de seno y otros tipos de cáncer, explicó Gabriel Hortobagyi, especialista en cáncer de mama en la clínica MD Anderson Cancer Center de Houston. Sin embargo, información de varias fuentes confirma lo que muchos oncólogos ya comentan: el método cada vez se aplica menos a los pacientes de cáncer.
Ahora existen pruebas genéticas capaces de revelar si la quimioterapia puede ser de ayuda. En muchos casos, existen mejores opciones de entre un creciente número de fármacos, como bloqueadores de estrógeno y sustancias que atacan proteínas específicas presentes en la superficie de los tumores y así destruyen el cáncer. Lo cierto es que los oncólogos están cada vez más dispuestos a eliminar los tratamientos que no ayudan en realidad.
En consecuencia, muchos pacientes cada año se evitan el temido tratamiento de quimioterapia y sus efectos secundarios, como pérdida de cabello, náusea y fatiga, además de la posibilidad de sufrir daños permanentes al corazón y a nervios de las manos y los pies.
Esta disminución en el uso del tratamiento de quimioterapia también se observa en algunos otros tipos de cáncer, como el de pulmón, que es la causa más común de muerte por cáncer entre hombres y mujeres en Estados Unidos, con un saldo mortal de más de 132.000 estadounidenses cada año. El cáncer de mama es la segunda causa de muerte por cáncer entre las mujeres, matando a 43.000.
Sin embargo, la posibilidad de evitar la quimioterapia no está disponible de manera uniforme, y a menudo depende del lugar donde la persona es tratada y por quién.
Pero para algunos pacientes que tienen la suerte de acudir a determinados centros de tratamiento del cáncer, el curso de la terapia ha cambiado. Ahora, incluso cuando la quimioterapia está indicada, los médicos suelen administrar menos fármacos durante menos tiempo.
“Es un mundo totalmente distinto”, dice Lisa Carey, especialista en cáncer de mama de la Universidad de Carolina del Norte.
Robert Vonderheide, especialista en cáncer de pulmón de la Universidad de Pensilvania, recuerda la época en que comenzó a trabajar, hace unos 20 años.
“La gran discusión giraba en torno a dos opciones: darles a los pacientes dos tipos distintos de quimioterapia o tres”, dijo. Incluso había una prueba clínica para determinar si era mejor darles cuatro tipos de quimioterapia.
“Ahora incluso vemos pacientes con cáncer de pulmón avanzado y podemos decirles: ‘Nada de quimioterapia’”, dijo Vonderheide.
Acabar con el dogma
Los lineamientos para el tratamiento del cáncer de mama establecidos por el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos hace 30 años eran duros: quimioterapia para aproximadamente el 95 por ciento de las pacientes con cáncer de seno.
El cambio comenzó hace 15 años, cuando el primer fármaco específico para el cáncer de seno, Herceptin, se autorizó como tratamiento inicial para alrededor del 30 por ciento de pacientes con una proteína particular en la superficie de su tumor. Se indicaba junto con la quimioterapia y reducía a la mitad la probabilidad de reincidencias, y en un tercio la probabilidad de morir a causa del cáncer de seno, “prácticamente sin importar cuánta quimioterapia se utilizara, ni de qué tipo”, explicó Hortobagyi.
En algunos estudios, Herceptin y otros fármacos dirigidos incluso se administraron sin combinarlos con quimioterapia y dieron resultados sustanciales, añadió.
Estos resultados, señaló Hortobagyi, “comenzaron a hacer mella en el dogma” de que la quimioterapia era esencial.
Por desgracia, cambiar de terapia de cáncer no es una tarea fácil.
“Es muy inquietante” administrar menos fármacos, comentó Hortobagyi.
“Es mucho más sencillo dar un tratamiento combinado con otro y otro”, prosiguió, “basados en la promesa de que ‘si aplicamos también esto, podría tener mejores resultados’”.
Pero, con el paso del tiempo, cada vez más oncólogos han ido adoptando este enfoque, gracias a nuevas investigaciones y a la aparición de nuevos fármacos.
El cambio en el uso de la quimioterapia se refleja en varios conjuntos de datos recopilados a lo largo de los años. Un estudio de casi 3000 mujeres que recibieron tratamiento entre 2013 y 2015 reveló que el uso de quimioterapia en casos de cáncer de seno en etapas tempranas, que era del 26 por ciento, en esos años se redujo al 14 por ciento. Para pacientes con evidencia de cáncer en los nódulos linfáticos, solía emplearse quimioterapia en el 81 por ciento de los casos, cifra que se redujo al 64 por ciento.
Datos más recientes, recopilados por Jeanne Mandelblatt, profesora de medicina y oncología en Georgetown, y sus colegas, pero aún no publicados, incluyeron a 572 mujeres de 60 años o más inscritas en un estudio federal en 13 centros médicos. En general, el 35 por ciento de las mujeres mayores recibieron quimioterapia en 2012. Ese número se redujo al 19 por ciento a finales de 2019.