Personas procedentes de zonas con carencias socioeconómicas, o que han perdido a miembros de su familia corren mayor riesgo de padecer trastornos.

Una nueva investigación del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia (IoPPN) del King’s College de Londres ha sugerido que los responsables políticos deberían utilizar los datos de salud mental de las secuelas del Blitz –los bombardeos en el Reino Unido por parte de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial— como medio para establecer quiénes corren mayor riesgo de padecer una mala salud mental tras la propagación del COVID-19.

La investigación, publicada en la revista ‘Lancet Psychiatry’, sugiere que, aunque ha habido ejemplos de resistencia mental ante una pandemia, las personas procedentes de zonas con carencias socioeconómicas, o que han perdido a miembros de su familia, o que trabajan en profesiones de alto riesgo corren un mayor riesgo de padecer trastornos mentales como la depresión, la ansiedad y el TEPT. «La identificación de estos factores de riesgo nos permite prestar un apoyo más específico a quienes más lo necesitan», señalan los autores.

Tras las incursiones alemanas sobre Gran Bretaña en la década de 1940, la propaganda gubernamental promovió a Londres como un símbolo de resistencia mental que más tarde se conoció como «espíritu del Blitz».

El profesor Edgar Jones, del IoPPN, explica que «el ‘espíritu del Blitz’ se ha convertido en una palabra clave para una nación que se enfrentó a los bombardeos nocturnos y salió con su determinación y moral intactas. La realidad es que en las zonas más afectadas del Reino Unido se produjo un aumento significativo de lo que hoy reconoceríamos como síntomas de TEPT y otras enfermedades mentales comunes».

Al estudiar los datos disponibles, el profesor Jones pudo identificar factores de riesgo cruciales que surgieron durante la Segunda Guerra Mundial, y ahora dice que deberíamos estar atentos a advertencias similares en esta ocasión.

El profesor Jones afirma que «hay que examinar detenidamente cualquier zona en la que se haya registrado una tasa especialmente elevada de casos de COVID-19. Suelen ser zonas deprimidas asociadas a una peor salud, peores oportunidades educativas y viviendas abarrotadas, en las que hay una mayor concentración de personas que trabajan en empleos de primera línea mal pagados o que tienen más probabilidades de haber sufrido dificultades económicas debido a la pandemia».

Los centros urbanos del Reino Unido han sido algunas de las zonas más afectadas en el último año, y Londres, Birmingham, Manchester y Leeds han registrado algunas de las mayores tasas de infección.

La Asociación Médica Británica ha advertido de que las consecuencias de la pandemia para la salud mental serán «considerables».

El profesor Jones añade que «el bombardeo fue una experiencia innegablemente traumática para la nación, pero hubo oportunidades para que las comunidades se unieran para apoyarse mutuamente. Lo que hemos visto en el último año de la pandemia es que la gente se enfrenta a experiencias igualmente traumáticas, pero las normas de cierre y distanciamiento social han hecho que no hayamos podido recrear ese sentido de comunidad y adversidad compartida de la misma manera«.

El profesor Jones afirma ahora que el Gobierno debería introducir intervenciones específicas para ofrecer apoyo en materia de salud mental en las zonas de privación socioeconómica y de alta mortalidad donde, según él, existe el mayor riesgo potencial, incluyendo un aumento de la financiación para las autoridades locales, con especial atención a las comunidades negras, asiáticas y de minorías étnicas que han experimentado algunas de las mayores tasas de mortalidad como consecuencia de la pandemia.

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