
La académica de la Universidad Autónoma de Guadalajara, Mtra. Monserrat Rodríguez León comenta que a alimentación es el proceso de elegir, preparar y consumir alimentos para que tu cuerpo obtenga los nutrimentos para realizar todas las actividades del día a día. En los últimos años se ha establecido el concepto de “hambre emocional” y éste se refiere a la influencia positiva o negativa que tienen las emociones en nuestras decisiones para seleccionar los alimentos que ingerimos.
Las emociones son reacciones que se activan cuando el cuerpo y la mente sienten algún estímulo importante, pueden ser sensaciones agradables como la alegría, o desagradables como el miedo o la tristeza. Cuando sentimos alguna emoción fuerte, nuestro cuerpo reacciona y podemos identificar que nuestro corazón acelera sus latidos, la respiración aumenta su frecuencia o hasta algún mariposeo en el estómago.
Cuando las personas tienen hambre fisiológica es porque los niveles de glucosa de la sangre comienzan a disminuir, por lo que se envía una señal al cerebro y se manifiesta con la sensación de hambre en el estómago. Ésta se manifiesta de manera progresiva y es normal tener más hambre si han pasado muchas horas desde la última vez que ingeriste algún alimento. Puedes identificar si es hambre fisiológica cuando sientes movimientos continuos en tu estómago, sensación de cansancio, falta de concentración en las actividades que realizas y hasta bostezos y mareos.
Estudios científicos señalan que las personas después de tener episodios de ira, apatía, frustración, estrés, miedo, pena, ansiedad, inquietud, soledad y aburrimiento suelen incrementar considerablemente la ingestión de alimentos. A esto se le conoce como “hambre emocional”, es decir, no se encuentra relacionado a la falta de nutrimentos o energía en el cuerpo. Ésta comienza a sentirse de forma repentina y un comedor emocional puede tener preferencia por algunos alimentos con gran cantidad de azúcar, con la finalidad de resolver el malestar emocional.
“Generalmente, las personas comienzan a ser comedores emocionales desde la niñez o la adolescencia, ya que es muy común que los adultos ofrezcan alimentos poco nutritivos como recompensa para los niños cuando se portan bien o hasta para calmar un llanto”, asevera la Mtra. Rodríguez.
Como primer paso es importante que la siguiente vez que tengas sensación de hambre identifiques si es hambre fisiológica o emocional. Las consecuencias de ser comedor emocional se relacionan con una disminución en la calidad de vida de las personas, ya que puedes llegar a desarrollar obesidad, diabetes, hipertensión o algún trastorno de la conducta alimentaria.
Si tienes dudas de ser o no un comedor emocional, puedes comenzar realizando un diario de alimentos para anotar el tipo de comida que consumes, la cantidad y qué emoción tuviste antes de ingerirla. Así, podrás identificar si las emociones afectan o no la ingesta de tus comidas.
Además, es indispensable que comiences a ponerle más atención a tus alimentos, es decir, date la oportunidad de planear tus comidas y disfrútalas sin distracciones, apaga la TV y evita el celular mientras comes, enfócate en identificar los olores, colores y sabores, tomar pequeños bocados y masticarlos lentamente. Poco a poco sabrás escuchar a tu cuerpo para que puedas identificar las señales fisiológicas de hambre y saciedad.
Rodríguez recomienda aprender a gestionar tus emociones sin involucrar la comida, acude con tu nutriólogo y si es necesario pide una valoración con el psicólogo para que en conjunto puedan crear estrategias para desarrollar mejores herramientas y así enfrentar tus emociones.
Comenzar a distinguir el hambre física del hambre emocional te permitirá tomar decisiones más conscientes. La clave no es restringir, sino entender tu relación con la comida y encontrar el equilibrio.
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