“La desnutrición hospitalaria es probablemente la epidemia silenciosa más grave que enfrenta el paciente hospitalizado el día de hoy”, reflexiona el doctor Luis Galindo Mendoza, médico cirujano con especialidad en cirugía general y subespecialidad en cirugía bilio-pancreática.
Al retomar las palabras de su colega Mary Russell, señala que las grandes hazañas y tecnología médica han hecho que los especialistas se olviden de cosas tan simples pero fundamentales para la salud y el bienestar del ser humano como lo es el estado nutricional.
Aunque incluso desde 1936, el cirujano Hiram O. Studley, documentó que la pérdida del 20% (o más) del peso del paciente podría explicar gran parte de las complicaciones posquirúrgicas que ocurrieran, el artículo del Dr. Butterworth fue publicado en un momento en que no se había establecido la desnutrición hospitalaria como el problema de salud que es hoy en día, pero sí estimuló el interés de los investigadores en buscar estrategias más costoefectivas para la identificación y reconocimiento de la desnutrición hospitalaria.
Galindo Mendoza comparte que a pesar del tiempo transcurrido, el tema sigue presentando complicaciones . “Cuando los especialistas interesados en la nutrición nos acercamos a los colegas ellos nos responden ´oye Luis, pero estás viendo que al paciente le sale muy cara su operación y tratamiento y ¿todavía quieres una nutrición especializada?´”.
Él explica que la evidencia de una intervención costo efectiva de esta naturaleza es muy clara. “Existen datos que demuestran que por cada dólar que se invierte en nutrición, se ahorran 52 más, esto porque un paciente desnutrido tiene mucho más riesgo de complicarse, ya sea por infecciones, neumonías, contagios y eso puede prolongar en más de una semana su hospitalización”.
Incluso con datos mexicanos, aunque son escasos, se ha visto que los pacientes que se infectan en el hospital, el 20% se dan de alta por defunción, “eso de ninguna manera es conveniente y la relación entre infección y nutrición es evidente”.
Por ejemplo, en el caso de un hombre de 65 años que se cae y se rompe la cadera, el ortopedista realiza la cirugía para reparar, posteriormente se requiere que camine después de ser operado, de lo contrario se pueden juntar flemas en el pulmón, no las puede expulsar por la falta de fuerza muscular, se hace neumonía y al final pierde la vida.
“La operación pudo ser un éxito, pero el paciente no sobrevivió. El cambio de actitudes en realidad conviene, pero actualmente el tema es ignorado”.
Por: El Economista
Foto: Agencia Enfoque