Aunque no es habitual, se han detectado arritmias, inflamación del músculo cardiaco y fallos agudos del corazón.

Cerca de tres millones de pacientes en todo el mundo se han recuperado de la COVID-19. Es una cifra alentadora y optimista, pero donde hubo fuego… cenizas quedan. Y es que el coronavirus ha despertado otra preocupación: los daños que pueda dejar en el organismo una vez esté superada la enfermedad.

En nuestro país, uno de los casos más recientes es el de Javier Ortega Smith, secretario general de Vox. Tras pasar la enfermedad, tuvo que ser ingresado de urgencia en un hospital por varios trombos en una pierna y en los pulmones. Según contó él mismo, el detonante fue el hinchazón que se le produjo en el gemelo izquierdo. Y este es solo uno de los graves efectos que puede provocar la COVID19.

Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, aseguró el pasado mes de mayo que, según las investigaciones realizadas hasta ahora, “las secuelas potenciales están asociadas a la gravedad de los cuadros de enfermedad que han padecido las personas y del tipo de cuadro que han tenido”. Además, como ya se sabe, la edad es un factor añadido, por lo que los mayores son más vulnerables.

Todavía hay pocos estudios sobre las posibles consecuencias tanto a nivel nacional –en España hay al menos uno que está realizando el Hospital Clínic de Barcelona– como a nivel global. El doctor Simón advirtió de que para tener una información precisa y contrastada habrá que esperar, ya que los datos se tienen que “valorar a corto, medio y largo plazo” y, por lo tanto, con una evolución de “dos o más meses”.

Como el virus ataca principalmente a los pulmones, las personas que han tenido una neumonía grave son más susceptibles de padecer consecuencias respiratorias. Según el doctor Simón, puede quedar “alguna fibrosis residual que haga una pequeña o gran restricción de la capacidad respiratoria” a medio o largo plazo. De hecho, el periódico South China Morning Post ha publicado que, tras evaluar en un hospital de Hong Kong a varios pacientes recuperados, los especialistas observaron que presentaban una función pulmonar reducida. “Ahora experimentan problemas [respiratorios], como es la falta de aire cuando caminan rápido”, detallaba la información.

Pero no solo se han detectado trastornos en ese órgano vital. En los enfermos que fueron ingresados en la UCI y con insuficiencias renales tan importantes como para que fuera necesario recurrir a la diálisis, puede quedar en ellos un cierto grado de insuficiencia residual capaz de generar problemas de salud. Además, en algún caso extremo podría incluso derivar en una insuficiencia permanente que requiera diálisis para toda la vida.

Otros estudios apuntan a secuelas neurológicas. Pueden estar asociadas a “modificaciones del carácter”, ha explicado el doctor Simón, o a cuadros típicos de la parestesia, es decir, sensación anormal en la piel de hormigueo, calor o frío relacionados con enfermedades del sistema nervioso o circulatorio. Para finalizar, la COVID-19 puede producir “fallo cardiaco o daño miocárdico agudo”, como recoge el Ministerio de Sanidad. Sin embargo, como también ha recalcado el doctor Simón, estos efectos son poco frecuentes.

Cerebro

La reacción inflamatoria podría acelerar el deterioro cognitivo de las personas mayores.

Corazón

Aunque no es habitual, se han detectado arritmias, inflamación del músculo cardiaco y fallos agudos de este órgano.

Pulmones

Hay bastantes casos de fibrosis pulmonar y problemas respiratorios.

Riñones

Algunos pacientes sufren insuficiencia renal aguda, quizá a causa de la medicación.

Sistema circulatorio

Se altera la coagulación en la sangre y aparecen trombosis.

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