Le recordó la mañana después de su asalto, las conversaciones con un impasible policía y el médico. Todos hablaban de “supuesto” al referirse al violento y largo ataque que duró toda la noche, y que Rose había descrito.

Con la excepción de su padre y abuela, la mayoría de sus parientes tampoco creían lo que contaba. Con la enfermera sucedió algo diferente. “Ella me creyó”, afirma Rose. Fue una pequeña llama de esperanza, alguien que reconocía y aceptaba lo que le había sucedido. La atravesó una ola de alivio, que la hizo sentir como si fuera el comienzo de su recuperación.

Pero, pronto, cientos de miles de personas estarían viendo la violación ellas mismas y de esos espectadores no recibiría compasión alguna. Una década después, Rose Kalemba está frente al espejo del baño cepillando su largo pelo negro que le llega hasta los muslos, enroscando las puntas con sus dedos para formar bucles naturales.

Eso no hubiera sido posible en los meses después de su ataque. Tuvo que cubrir todos los espejos en su casa porque no podía soportar la imagen de su propio reflejo. Ahora tiene 25 años y ha organizado rutinas de ayuda personal en su vida diaria. Cuidar de su pelo es una de ellas. Peinarlo toma tiempo y esfuerzo, es casi un acto de meditación.

Ella sabe que tiene una cabellera hermosa, la gente se lo señala todo el tiempo. Todas las mañanas, también se prepara una taza de chocolate con cacao puro, que cree que tiene propiedades curativas, y escribe sus metas en un diario. Las inscribe deliberadamente en tiempo presente. “Soy una excelente conductora”, es una de las metas. “Estoy felizmente casada con Robert”, es otro. “Soy una gran madre”.

Al sentarse a conversar, Rose echa su pelo sobre los hombros, le cubre casi todo el cuerpo, es su propia armadura. Como fue criada en una pequeña localidad de Ohio, Estados Unidos, no era inusual que Rose saliera a caminar sola antes de la hora de dormir. Le despejaba la mente, disfrutaba del aire fresco y de la paz.

Así que esa noche de verano, en 2009, empezó como muchas otras para la Rose de 14 años. Pero un hombre apareció de entre las sombras. Amenazándola con un cuchillo la forzó a entrar a un automóvil. En el asiento de pasajero había un segundo hombre, de unos 19 años, lo había visto antes.

La llevaron a una casa al otro lado del pueblo y la violaron durante 12 horas, mientras que un tercero filmaba partes del asalto. Rose estaba en shock, apenas podía respirar. La habían golpeado y acuchillado en la pierna izquierda, sus ropas estaban ensangrentadas.

A ratos perdía el conocimiento. En un momento dado, uno de los hombres sacó una computadora portátil para mostrarle a Rose los ataques a otras mujeres. “Soy de la etnia naciones originarias”, le dice en referencia a pueblos autóctonos de Norteamérica, dice.

“Los atacantes eran blancos y la estructura de poder era clara. Algunas de las víctimas eran blancas pero muchas eran mujeres de color”. Después, los hombres amenazaron con matarla. Tratando de recuperar todos sus sentidos, Rose empezó a conversarles. Si la dejaban libre, no revelaría sus identidades, les aseguró. Nada les pasaría, nadie se enteraría. La metieron de vuelta al auto y los hombres la botaron en una calle como a media hora de camino de su casa.

Al entrar por la puerta, vio su reflejo en el espejo del corredor. Una cortada en la frente emanaba sangre. Su padre, Ron, y unos miembros de la familia estaban en la sala a punto de almorzar. Con la herida de chuchillo todavía sangrando, les explicó lo que le había ocurrido. “Mi padre llamó a la policía, inmediatamente me reconfortó, pero los otros dijeron que me lo había buscado por salir a caminar tarde en la noche”, cuenta Rose.

El la sala de urgencias, Rose fue recibida por un médico y un policía. “Ambos me trataron de una manera muy indiferente”, añade. “No había amabilidad, no había calidez”. El policía le preguntó si esto se había iniciado de manera consensual.

Si fue una noche que salió de control, se preguntó. Rose quedó estupefacta. “Ahí estaba desfigurada a golpes. Acuchillada y sangrando…”. Rose les aseguró que no, no había habido consentimiento. Y, todavía trastornada por lo que le había pasado, dijo que no sabía quiénes la habían atacado. La policía no tenía pistas para iniciar una investigación. Cuando Rose fue dada de alta, al día siguiente, intentó suicidarse, incapaz de imaginarse con una vida normal.

Su hermano la descubrió a tiempo. Unos meses después, Rose estaba navegando la rede social MySpace cuando encontró a varias personas de su escuela compartiendo un vínculo. Estaba etiquetada. Al hacer clic fue llevada al sito de videos pornográficos compartidos Pornhub.

Se sintió nauseabunda al ver varios videos del ataque al que la sometieron. “Los títulos de los videos eran ‘adolescente llorando y abofeteada’, ‘adolescente destruida’, ‘adolescente desmayada’. Uno había sido visto más de 400.000 veces”, recuerda Rose.

“Los peores videos eran en los que estaba desmayada. Viendo cómo me atacaban cuando ni siquiera estaba consciente fue lo peor”. Tomó la decisión instantánea de no contarle a su familia sobre los videos, de todas formas, la mayoría de ellos no la había apoyado

. Contarles no hubiera logrado nada. En pocos días quedó en evidencia que la mayoría de sus compañeros de escuela habían visto los videos. “Me atormentaron”, dice. “La gente me decía que me lo merecía. Que yo los provocaba. Que yo era una puta”. Algunos chicos contaron que sus padres les habían aconsejado que no se acercaran a ella, en caso de que los sedujera y luego acusara de violación. “A la gente le queda más fácil acusar a la víctima”, señala. Rose dice que se comunicó por correo electrónico con Pornhub varias veces durante seis meses, en 2009, para pedir que retiraran los videos. “Le rogué a Pornhub en los emails.

Les imploré. Escribí, ‘Por favor, soy una menor, esto fue un asalto, por favor retírenlo'”. No recibió una respuesta y los videos se mantuvieron activos. “El siguiente año me ensimismé. me separé del mundo”, recuerda. “No sentía nada. Anestesiada. Me retraje”.

Se imaginaba que cada extraño con el que hacía contacto visual habría visto los videos. “¿Se habrían excitado? ¿Se habrían gratificado con mi violación?”. No soportaba verse a sí misma. Por eso cubrió todos los espejos de la casa con mantas. Se cepillaba los dientes y bañaba a oscuras, pensando a todas horas en quién estaría viendo los videos. Entonces, se le ocurrió una idea. Estableció una nueva dirección electrónica haciéndose pasar por un abogado y les envió a Pornhub un email advirtiendo que los demandaría.

“En menos de 48 horas los videos desaparecieron”. Meses después, Rose empezó a recibir terapia, finalmente revelando la identidad de sus atacantes a la psicóloga que, por ley, debía reportarlos a la policía. Pero no le contó a su familia ni a la policía sobre los videos.

Los abogados de los atacantes arguyeron que Rose había dado su consentimiento a tener sexo y los hombres no fueron encontrados culpables de violación, sino de “contribución a la delincuencia de una menor” -un crimen menor- y recibieron sentencias suspendidas.

Rose y su familia no tenían la energía ni los recursos para demandar por una sentencia más severa. Está claro que Ron Kalemba piensa mucho sobre lo que le sucedió a su hija hace todos esos años y se pregunta qué hubiera hecho diferente si hubiera sabido más.

Su hija cambió después del asalto. Pasó de ser una alumna aplicada a faltar a las clases y casi nunca entregar sus tareas. Nos sentamos en un parque cerca de la casa de Ron que visita con frecuencia. Él y Rose leen algunas veces apartes de la Biblia desde un banco para picnic.

No hablan mucho del pasado. “Se siente como si todo el mundo la hubiera decepcionado”, comenta. “El abuso que sufrió, fue como una gran broma para todos. Le cambió la vida completamente y la gente la abandonó a lo largo de todo ese camino”.

Ron apenas supo de los videos en Pornhub en 2019, cuando un blog que Rose compartió sobre su abuso se volvió viral en las redes sociales. No tenía idea que la violación de su hija había sido vista por tanta gente, ni que las personas en la escuela se burlaban de ella por eso. “Recuerdo que conocí una niña en el octavo grado cuando estaba en la escuela”, cuenta Ron. “La gente la atormentaba y la golpeaban. Y ninguno de nosotros hizo nada, simplemente nos quedamos viendo”.

“Me la encontré unos años después y ella pensó que yo también era uno de sus acosadores porque no hice nada y vi lo que sucedía. En realidad sólo fueron un par de personas las que le hicieron daño pero ella pensó que todos estábamos en su contra porque vimos y no dijimos nada. Así fue como ella interpretó ese silencio”. ¿Piensa que eso fue lo que le pasó a Rose? “Sí, pero fue peor para ella. Ella tenía una multitud de abusadores digitales. Algunos silenciosos y otros abusivos.

El mundo de ella es diferente”. Durante los siguientes años, Rose se perdió en el mundo digital. Empezó a escribir desaforadamente, expresándose en blogs y redes sociales, algunas veces con aliases, algunas veces con su nombre verdadero. Un día, en 2019, estaba ojeando las entradas en su red social cuando vio una serie de comentarios sobre Pornhub.

La gente estaba elogiando el sitio por haber donado a fundaciones para la conservación de abejas, por añadir subtítulos para usuarios sordos, por donar a caridades contra la violencia doméstica y por ofrecer becas de US$25.000 a mujeres que quisieran entrar en la industria de tecnología. Según Pornhub, tuvieron 42.000 millones de visitas en 2019, un incremento de 8.500 millones frente al año anterior, con un promedio diario de unos 115 millones. Y 1.200 búsquedas por segundo.

“Es imposible evadir a Pornhub si usas redes sociales”, indica Rose. “Han hecho una gran labor posicionándose como misión ‘consecuente’, casi que trascendiendo la pornografía, pero los videos como los míos siguen en el sitio. No hay manera de saber si hay violaciones allí de las que las víctimas no saben”.

En el post de blog que se volvió viral, Rose compartió una descripción detallada de su violación y denunció a Pornhub por ignorarla hasta que se hizo pasar por abogada. Decenas de mujeres y algunos hombres respondieron a su post diciendo que videos del abuso sexual al que fueron sometidas y sometidos también aparecieron en el sitio.

En un comunicado a la BBC, Porhhub declaró: “Esas horrorosas acusaciones se remontan a 2009, varios años antes de que Porhhub fuera adquirida por sus dueños actuales, así que no tenemos la información de cómo se manejaron en ese entonces.

Desde el cambio de propietarios, Pornhub continuamente ha aplicado las más estrictas salvaguardas y políticas cuando se trata de combatir contenido desautorizado e ilegal, como parte de nuestro compromiso de combatir material de abuso sexual infantil.

La compañía emplea a Vobile, un contratista con software de identificación digital de punta que escanea todas la publicaciones nuevas contra material potencialmente desautorizado y se asegura de que ese video original no entre otra vez a la plataforma”.

Cuando se les preguntó por qué los videos con títulos similares a los que se publicaron de la violación de Rose, como “adolescente abusada mientras duerme”, “adolescente embriagada abusada dormida”, “extremo abuso de adolescente”, siguen activos en Pornhub, la empresa dijo: “Permitimos todo tipo de expresión sexual que se aferra a nuestras condiciones de uso y mientras algunas personas pueden encontrar estas fantasías inapropiadas, hay mucha gente alrededor del mundo que sí se se siente atraída a eso y que está protegida por varias leyes de libertad de expresión”.

En octubre del año pasado, Christopher Johnson, un hombre de 30 años del estado de Florida, enfrentó cargos por el abuso sexual de una niña de 15 años y publicar el ataque en Pornhub. En un comunicado a la BBC sobre este caso, Pornhub dice que su política es de “retirar el contenido desautorizado tan pronto como se dan cuenta, que es exactamente lo que hicieron en este caso”.

En 2019, Pornhub también retiró un canal llamado “Niñas hacen porno”, cuando 22 mujeres les entablaron una demanda por haberlas forzado a tomar parte en los videos y los dueños del canal fueron acusados de tráfico sexual. “La gente podrá decir que lo que me ocurrió hace una década no es una realidad de hoy día, pero eso definitivamente no es así”, sostiene Rose. “Mujeres me han dicho, después de que vieron mi blog, que esto sigue ocurriendo, Y estas son mujeres occidentales con acceso a las redes sociales.

“No dudo que videos en otras partes del mundo, en lugares que sabemos consumen porno en grandes cantidades, como Medio Oriente y Asia, son lugares donde las víctimas probablemente no están conscientes de que el abuso al que fueron sometidas está siendo compartido”. La BBC también habló con una mujer que le escribió un email a Rose. Un video que la muestra siendo abusada se mantuvo durante años en un sitio más pequeño, a pesar de que envió varios correos a la empresa y dejó una nota en la sección de comentarios bajo el video. La mujer, de California, dice que el video también ha sido descargado y compartido con otros sitos porno.

Los abogados del sitio dijeron a la BBC que sus clientes “no tenían conocimiento de esa situación”. La BBC les proporcionó un vínculo del video, así como imágenes tomadas de los comentarios de la mujer solicitando que lo retiraran. Unos días después, fue finalmente retirado. “Lo que le sucedió a Rose en 2009 todavía está sucediendo en la actualidad en varios sitios porno de libre acceso -y no solo Pornhub”, explica Kate Isaacs, de Not Your Porn, un grupo que investiga sitios pornográficos. “No hay nada que podamos hacer contra sitios porno ilegales, más pequeños establecidos por individuos, pero se necesita responsabilizar a los sitios comerciales grandes como Pornhub y eso no está sucediendo. No hay leyes que apliquen a ellos”.

La pornovenganza, que también se conoce como abuso sexual basado en imágenes, es el acto de crear y distribuir intencionalmente imágenes íntimas de alguien sin su consentimiento. Crear este contenido ha sido un crimen en Inglaterra y Gales desde 2015 y penalizada con dos años de cárcel. Sin embargo, las plataformas que comparten este contenido, hasta ahora no han sido encontradas responsables al respecto.

“Los sitios porno están al tanto de que hay contenido alarmante y no consensual en sus plataformas”, asegura Isaacs. “Saben que no hay manera de distinguir entre juegos de rol de fantasía o producción de situaciones hipotéticas del abuso real”. Isaacs fundó Not Your Porn cuando un video sexual que presentaba a una amiga suya (menor de 16 años en ese momento) fue publicado en Pornhub. Asegura que más de 50 mujeres en Reino Unido se le han acercado en los últimos seis meses para contarle sobre videos sexuales que han sido publicados sin su consentimiento en sitios pornográficos. De ellos, 30 en Pornhub.

También señala que Pornhub y otros sitios permiten que los usuarios descarguen los videos a sus propias computadoras de manera que, aun si el video se retira del sitio, sigue siendo fácil que estos usuarios lo compartan entre ellos o lo suban una vez más a otros sitio. Not Your Porn hace campaña para que se aprueben leyes en Reino Unidos que cataloguen como una ofensa criminal el compartir videos pornográficos sin consentimiento. Rose tiene un futuro esperanzador.

Poco después de convertirse en veinteañera, conoció a su novio, Robert, que la ayudó a discutir y enfrentar su abuso. Espera casarse con él y tener un hijo. Y su perra Bella, una pitbull, es una fuente de confianza. “Me crié rodeada de pitbulls. Puede que tengan fama de ser agresivos, pero son muy dulces”, afirma. “Se vuelven agresivos sólo si son abusados por humanos”, apunta. “De muchas maneras, cumplo una sentencia perpetua”, dice Rose.

“Todavía puedo estar en un supermercado y pensar si un extraño ha visto mi video”. Pero no quiere seguir guardando silencio, observa. Ahora puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.