Dos años se dice fácil pero para las más de mil 500 mujeres, de ellas unas 150 radicadas en el estado de Puebla, que forman la colectiva de Madres Amorosas Contra la Violencia Vicaria conocidas como Cam Cai, han sido 730 días de lucha diaria para que sus agresores les regresen a sus hijos e hijas a casa.

Hoy 14 de febrero celebran su segundo aniversario de haberse constituido como colectiva y además festejan que el Cam Cai ya es una marca registrada ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI).

Andrea Lezama Bonilla, vocera de la colectiva en Puebla, reconoció que aún les espera un largo camino por recorrer, pues la misión es que en todo el país se tipifique como delito la violencia vicaria, tal como se hizo aquí a mediados del 2022.

Recordó que fue gracias a la Ley Vicaria que ella pudo recuperar a su hijo después de seis años de que se lo llevó su padre a vivir al norte del país sin su consentimiento, convirtiéndose en la primera vinculación a proceso en Puebla de un agresor vicario.

Lezama Bonilla recordó que fue hace poco más de dos años cuando varias mujeres que se conocían por redes sociales y que estaban en busca de asesoría legal para recuperar a sus hijos, se percataron que todas tenían el mismo patrón de violencia y así llegaron a los estudios de la psicóloga argentina Sonia Vaccaro.

Fue así que decidieron unirse en esta organización que junto con otra llamada Frente Nacional Contra la Violencia Vicaria, decidieron nombrar como violencia vicaria a las agresiones que sufrían a través del retiro de sus hijos por parte de los padres,

La activista dijo que para celebrar estos dos años harán conversatorios en línea como “Mujer y Maternidad”  con Natividad Pérez Olan el 16 de febrero y “Soledad en feminismo”, impartido por Claudia Caballero el próximo lunes 20 de febrero, ambos a las 8 de la noche a través de sus redes sociales.

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Por: Mónica Franco

Foto: Facebook

Por Mónica Franco

Periodismo de género, reportera y columnista. Soy sobreviviente, insurrecta e independiente. Amo la libertad y escribo historias de imperfectas como yo. Creo en las hijas del pueblo, en las que llegamos sin mediación de un hombre y que caminamos a la par de ellos.

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