Cada vez más psicólogos realizan sesiones paseando con sus pacientes, una forma de unir los beneficios de la terapia, el aire libre y el ejercicio que ayuda especialmente a aquellos con pavor al diván.


«Solo puedo meditar cuando estoy caminando. Cuando me detengo, cesa el pensamiento; mi mente solo funciona con mis piernas», apuntó en sus Confesiones Jean-Jacques Rousseau. Como refleja el imprescindible Wanderlust.

Una historia del caminar de Rebecca Solnit (Capitán Swing), muchas grandes mentes han tenido sus mejores ideas mientras paseaban.

Mientras Henry David Thoreau, Friedrich Nietzsche o Thomas Hobbes (que hasta llevaba un tintero en el bastón para anotar sus pensamientos) nos recuerdan que el pensamiento fluye mejor con el movimiento, las últimas investigaciones científicas demuestran que nuestro cuerpo agradece que lo saquemos a pasear reduciendo el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, ansiedad y depresión.

Sume todas estas bondades al extraño cambio de escenario de 2020 y se entenderá el auge del walk and talk (caminar y andar), la terapia en la que psicólogo y paciente trabajan al aire libre y en movimiento. Menos intimidante que un diván, más parecido a la vida.

¿ADIÓS A LAS CONSULTAS TRADICIONALES?

Las citas en centros sanitarios y despachos, prohibidas durante el confinamiento y enrarecidas en la nueva normalidad (¿cómo conseguir la cercanía necesaria cuando la distancia es obligatoria?), han tenido que reformularse para crear escenarios cómodos y seguros como por ejemplo (y muy especialmente) las consultas online.

Según Aída Rubio, coordinadora del equipo de psicólogos de la plataforma digital TherapyChat, «el problema de la terapia presencial hoy es que, al llevarse a cabo con mascarilla, tanto terapeutas como pacientes pierden mucha información de su lenguaje no verbal y, aunque no es un obstáculo insalvable, sí genera cierta incomodidad y mayor sensación de distancia personal».

Las consultas a través de Skype salvarían este obstáculo en muchos casos, pero no son una solución universal (por ejemplo, no sirven para quienes no cuentan en casa con una habitación aislada).

¿Qué sucede cuando para algunos el despacho ha dejado de resultar cálido, para otros nunca lo fue y otros tantos no disfrutan de todos los beneficios de la terapia online?

Las consultas walk and talk podrían solventar estos inconvenientes y uno más: esa especie de síndrome de Estocolmo que nos dejó la cuarentena.

«Para aquellos que se agobian porque sienten que están restringiendo su actividad fuera de casa, puede ser una buena opción alternativa realizar terapia caminando, a buena distancia de seguridad y en un entorno no concurrido para que no se interrumpa la sesión con el paso de transeúntes», explica a SModa Aída Rubio.

La psicóloga Ana Marín Bueno, del consultorio malagueño Terapia sobre ruedas (pionero en este tipo de abordajes), añade además que «el coronavirus ha causado tanto miedo que muchas personas sienten que no hay forma de estar a salvo en ninguna parte, y con la comprobación de que esta hipótesis es incierta ayudamos a que la ansiedad pierda fuerza».

LOS CANDIDATOS PERFECTOS

«La APA (American Psychology Association) ya lleva años hablando de los beneficios de hacer terapia paseando con el especialista para algunos pacientes», prosigue Rubio, quien reservaría el walk and talk a determinados perfiles.

«Será adecuado para aquellas personas que valoran el contacto con el aire libre, la vida sana y el encontrar un hueco tras el trabajo para ejercitarse, porque asociar ejercicio y terapia invita de una manera inconsciente al paciente a tomar acción ante su problema y potencia su creatividad y su autoconciencia».

A la psicóloga Iratxe López, este tipo de acercamiento le parece «muy útil cuando trabajamos con adolescentes que no quieren acudir a terapia, con aquellos que tienen problemas para quedarse sentados durante la sesión y con los que están ansiosos y/o deprimidos, ya que pueden sentirse mejor después de caminar y hablar.

El movimiento ayuda a algunas personas a procesar los sentimientos y pensamientos con mayor claridad.

Eso sí, creo que siempre será necesario que haya además sesiones en el despacho». Cuenta la anécdota de una colega que invitó a un paciente a un helado y, mientras lo saboreaban, pasearon junto a la Ría de Bilbao convirtiendo la sesión en una caminata.

«Esta práctica no creo que haya llegado todavía a España, pero estoy segura de que muchos psicólogos puntualmente hacen sesiones fuera de la consulta con objetivos terapéuticos concretos», apunta López.

LOS PERIPATÉTICOS ESPAÑOLES

En realidad, sí hay algunos profesionales en nuestro país que incluyen entre sus tratamientos el paseo terapéutico, por ejemplo la Asociación Experientia (con base en Valencia y Barcelona, pero trabajan en todo el territorio nacional), pionera en implementar la terapia a través de la aventura o terapia en la naturaleza en España, una modalidad que ya es habitual en Alemania, Países Escandinavos y Bélgica.

«Realizamos acompañamiento terapéutico (individual, familiar y de pareja) y talleres de desarrollo personal en la naturaleza», detalla Natalia Ruiz de Cortázar Gracia, psicóloga y coordinadora general de Experientia.

«Hoy en día están ampliamente demostrados los beneficios de este tipo de intervención, de hecho en otros países los servicios médicos derivan y recomiendan tratamientos de terapia a través de la aventura», añade.

En Málaga el gabinete Terapia sobre ruedas (formado por la psicóloga clínica Ana Marín Bueno y el logopeda especialista en neurologopedia y atención temprana José Antonio Morales Pérez) también lleva algunos años combinando la terapia en centro sanitario con la terapia en el exterior, con muy buenos resultados para problemáticas como los conflictos de pareja, la depresión y la ansiedad.

«Salir de la zona de confort es un requisito para el crecimiento personal, y encontrarse rodeado de naturaleza ayuda a motivarse mucho más en la persecución y consecución de las metas terapéuticas», explica la psicóloga Ana Marín.

Señala además que realizar sesiones al aire libre resta presión a muchos pacientes: «Por un lado, en la naturaleza pierde intensidad esa etiqueta social de sanadores que tenemos los profesionales sanitarios y, por otro, las paredes de un despacho profesional les recuerdan a algunos pacientes constantemente que hay algo que ‘no va bien’, pero en un bosque, en una playa o en la montaña esas reticencias desaparecen», apunta la responsable de Terapia sobre ruedas.

LA AYUDA QUE NO LO PARECE

«La terapia convencional basada en la palabra en ocasiones lleva asociada cierto estigma y genera resistencias», explica Marta Reinoso Bernuz, psicóloga y coordinadora técnica de proyectos de la Asociación Experientia. «La gran diferencia de las terapias en la naturaleza con otro tipo de intervenciones es la involucración activa del participante; esto abre las puertas y da oportunidades a personas que de otra manera quizás no accederían a tratamiento», prosigue.

Además, al trabajar nuestros conflictos al aire libre recibimos nuevos estímulos del paisaje que, a su vez, generan nuevas asociaciones y reflexiones. «Los profesionales reconocemos más fácilmente y gestionamos mejor la sintomatología y el paciente llega a una resolución más efectiva de los problemas (por la existencia de una comunicación más relajada), a un mayor reconocimiento y compromiso con los valores vitales y a un aprendizaje y autoconocimiento más profundos», añade Marín.

FRUTO DE UNA SESIÓN WALK & TALK

Sentir una mayor camaradería con el terapeuta no es el único factor positivo.

«En la naturaleza, que es un contexto a la vez de libertad y de introspección, no hay unos estándares ni unas expectativas de como la persona debe ser o debe actuar, de modo puede ser ella misma», explica Natalia Ruiz de Cortázar, de Experientia.

En el equipo de Terapia sobre ruedas coinciden: «Con estas intervenciones se obtienen mayores beneficios en bienestar general, autoconciencia, compromiso con la consecución de objetivos, capacidad de resiliencia y restauración vital, a la vez que se reducen síntomas de estrés, ansiedad, depresión y cognición distorsionada».

La mejoría, asegura la psicóloga Ana Marín, también se siente en un plano físico: «Aumenta la relajación, la percepción y la motricidad, disminuye el estado de alerta y, sobre todo, se consigue una mejor conexión emocional».

Y todo ello si nos referimos solo a la terapia individual, porque según Marín, «en terapias familiares y de pareja se consiguen mayores niveles de empatía, comunicación asertiva, habilidades de resolución de problemas e interiorización del nivel de responsabilidad».

CAMINE CUANTO PUEDA, CON O SIN TERAPEUTA

¿Son las terapias walk & talk infalibles? Por desgracia, no existen soluciones universales. De entrada, como en todas las terapias psicológicas, un gran porcentaje del éxito reside en tener una buena conexión con el especialista. «Si caminamos con una compañía que nos estresa y con miedo a que una tercera persona pueda escucharnos no será muy beneficioso para nuestra salud psicológica», observa Iratxe López.

De hecho la psicóloga señala que el gran hándicap de las terapias al aire libre es la potencial pérdida de privacidad, de confidencialidad y de ese ‘espacio seguro’ en el suele acabar convirtiéndose el despacho.

«Lo que sí sabemos», prosigue López, «es que el apoyo social es vital para nuestra salud mental, así que pasear con una persona que nos dé calma, nos escuche y no nos juzgue, nos ayudará a sentirnos mejor».

Por tanto, y a no ser que las autoridades sanitarias indiquen lo contrario, siempre es recomendable salir a caminar a menudo. «Un paseo reduce el estrés y la ansiedad, ayuda gestionar los sentimientos depresivos y de ira y mejora el estado de ánimo general, la autoestima y la energía», sugiere Iratxe López. Si es posible, hágalo en un entorno natural.

«Se cree que el oxígeno afecta a los niveles de serotonina liberados en el cuerpo (que se traducen en sentimientos de felicidad y relajación), y que estos efectos son aún más evidentes en los espacios verdes y bajo la luz del sol, que mejora el estado de ánimo al mismo tiempo que proporciona vitamina D», explica la psicóloga Iratxe López.

Y hay más: «Las investigaciones demuestran que el contacto con la naturaleza tiene de por sí un efecto apaciguador en nuestro sistema nervioso. Nos conecta con nuestra respiración y con lo más básico de nosotros mismos, estimulando la autoconciencia.

En este estado de mayor claridad mental es más plausible hacer mejores reflexiones y llegar a una mejor toma de decisiones», concluye Aída Rubio de TherapyChat.

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