La vida de mi padre eran los trenes, la estación, sus compañeros de trabajo, el café, la lista, la raya, el informe; que eran parte de sus labores cotidianas.
Carta a mi Padre
Partió hace 17 años, y seguramente no regresará, pero siempre estará presente en mi mente y mucho más, en mi corazón, tanto como si todavía oliera su loción, su esencia y su presencia.
De chicos, nos llevaba a caminar, a veces sin rumbo, a veces sí lo sabíamos, pero el camino siempre era distinto y eso nos desconcertaba, llegábamos con mi abuelita, a su trabajo o a comprar alguna cosa.
Nos platicaba cuando él de niño jugaba, paseaba, estaba con su mamá, – o sea, – mi abuelita, cosas de su trabajo, cosas de la casa; algunas veces de buen humor y en otras no tanto, pues creo yo, que daba vueltas su cabeza y a veces no era el mejor de los momentos para que nos lo contara.
Su vida eran los trenes, la estación, sus compañeros de trabajo, el café, la lista, la raya, el informe; que eran parte de sus labores cotidianas.
Viajaba constantemente, eran viajes cortos, y lo mejor de todo, es que luego lo podíamos acompañar; nos tocaba entonces, de un feliz y placentero viaje en tren, donde nos podíamos sentar y parar tantas veces lo quisiéramos, ya que un tren siempre es cómodo.
De madrugada llegábamos a nuestro destino, y de ahí al hotel, no era tan lejos, siempre caminando, y a dormir y descansar que mañana habrá que levantarse temprano para ir a desayunar.
Momentos que jamás se olvidan, que llegan a la mente de prisa y así se van, como se fue él, sin avisar, sin que nos pudiéramos preparar.
El regreso a casa era de igual manera, feliz; podíamos disfrutar de la vista que otorgan las ventanas del tren, caminos desiertos pero llenos de magia, caminos oscuros, pero que dan luz de alegría.
Se llegaba a la estación de Buenavista; multitud de vías, como de personas, como de destinos, y llegando a casa, a platicar las experiencias, a recordar que todo lo vivido, siempre esperando un nuevo viaje con él.
El día que partió, yo no estaba cerca, pues trabajando tenía que estar, y de paso, en otra ciudad, en otro estado, pero en cuanto lo pude saber, regresé y vi cuando partió ese tren que no tendrá regreso, y supe que sería el último de sus viajes, donde feliz siempre estará.