El 23 de junio de 1979 se inauguraron «a medias» los primeros 15 ejes viales.


La ciudad de México mostraba un rostro diferente. Parecía una urbe destruida. Casas demolidas, zanjas de gran tamaño, árboles por los suelos, tierra y polvo que impregnaban el ambiente.

Sin embargo, no era una guerra o un fenómeno natural, era la voluntad del Regente del Distrito Federal, Carlos Hank González, dispuesto a dejar su recuerdo en la memoria colectiva de los capitalinos a través de una obra pública sin precedentes: Los Ejes Viales. 

Era el 25 de junio de 1979 y los habitantes de la ciudad de México se disponían a utilizar los nuevos ejes viales, inaugurados por el presidente José López Portillo y el regente Carlos Hank González. Había desconcierto entre los conductores. Los ejes viales estaban prácticamente vacíos.

Los automovilistas no se acostumbraban a las nuevas vialidades y seguían transitando por aquellas calles, en donde, durante más de un año, lo estuvieron haciendo.

Si bien el problema vehicular se había incrementado drásticamente en las últimas décadas y vías como el Periférico, el Viaducto, avenida de los Insurgentes, Paseo de la Reforma, Universidad o Revolución comenzaban a ser insuficientes para el tránsito cotidiano, el anuncio de la construcción de los ejes viales fue severamente criticado. 

Hank González se empeño en realizar la obra. Los ejes eran casi una obsesión personal. Poco importaron las voces de los miles de ciudadanos que de la noche a la mañana vieron expropiadas sus propiedades, los cuales fueron indemnizados con cantidades irrisorias. De nada sirvió que las familias afectadas buscaran el amparo de la ley, pues la justicia terminó apoyando al regente. 

Por si fuera poco, desde el 24 de abril de 1978, cuando inició la construcción de los ejes viales, la ciudad se volvió intransitable. Durante los siguientes años, las obras provocaron un caos vial sin precedentes en la historia de la ciudad.

El 23 de junio de 1979 se inauguraron «a medias» los primeros 15 ejes viales. Algunos se encontraban inconclusos en su extensión total, en otros sólo funcionaban algunos carriles. 

Con el paso del tiempo las nuevas vialidades demostraron su funcionalidad, pero también, que habían sido tan sólo un paliativo ante la falta de visión urbana a largo plazo, en una ciudad que se convertía ya en megalópolis.

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