En la obra pictórica, el primero de los hombres de Cortés es Quauhtotohua, «El dueño del águila» uno de los capitanes tlaxcaltecas con los que los españoles habían cerrado una alianza.
Si un grupo de marcianos aparecen mañana desfilando con cachivaches y armas futuristas por el paseo de la Castellana, a más de uno le daría algo más que un soponcio. Si a eso se suma que, de la mano de esos extraños, aparecieran enemigos mortales de Madrid entrando hasta la cocina de la ciudad, la variedad de reacciones irían del pánico al desmayo. Y eso es, salvando la ciencia ficción, lo que ocurrió el 8 de noviembre de hace quinientos años, cuando un grupo de españoles y sus aliados indígenas, enemistados mortalmente con los mexicas, entraron en Tenochtitlán.
Augusto Ferrer-Dalmau presentó ayer en el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (Ceseden) su nuevo cuadro sobre la llegada de Hernán Cortés a la capital mexica. Como explicó en un acto presidido por el jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), el general Fernando Alejandre, el pintor de batallas firma una obra que quiere romper con la imagen anacrónica que presenta a los conquistadores con vestimentas y armas propias de otro tiempo. «Los cuadros sobre la conquista de México se pintaron después, de modo que se retrató a los hombres de Cortés más como soldados de tiempos de Felipe II que con la estática, más acertada, de los combatientes de la Conquista de Granada», apunta el pintor a ABC.
En la obra pictórica, el primero de los hombres de Cortés es Quauhtotohua, «El dueño del águila», uno de los capitanes tlaxcaltecas con los que los españoles habían cerrado una alianza.
Eran así más soldados medievales que barrocos, que es la forma en la que se suelen retratar, lo cual resulta una herejía historiográfica al nivel de los cuernos en los cascos vikingos. La otra novedad que ofrece el cuadro respecto a otros tiene que ver con los indios que acompañaron a los conquistadores en su huida hacia adelante. En la obra pictórica, el primero de los hombres de Cortés es Quauhtotohua, «El dueño del águila», uno de los capitanes tlaxcaltecas con los que los españoles habían cerrado una alianza. «Le he dado protagonismo a los indígenas porque aquella entrada juntos fue el comienzo del mestizaje. Marcó un antes y un después», asegura Ferrer-Dalmau sobre un cuadro que pronto viajará a México y se presentará en una sala de la nueva facultad del Instituto Oviedo de Filosofía.
Un asesor estrella
El cuadro consigue inundar a quien lo mira con una infinidad de historias y detalles. Nada refleja tan bien en el cuadro la conmoción que supuso para América el desembarco español como el rostro compungido, con una mano en la boca, de un noble mexica a la izquierda de la composición. A su lado permanece con gesto de tensión un joven guerrero, armado con un arco, más preocupado por los aliados de Cortés que por los europeos. «Seguramente se esté preguntando qué hacen entrando aquí esta gente con nuestros enemigos mortales. Hay un antes y un después para toda esta gente que sintió derrumbarse su mundo bajo ello. Nunca más volvió a ser lo mismo», señala el pintor.
Este nivel de precisión histórica ha sido posible con la ayuda de David Nievas Muñoz, historiador especializado en el Siglo de Oro y la Europa Barroca, que en su labor de asesor ha guiado al catalán en estas cuestiones. «Necesito a alguien como él en mi vida. Necesito ese valor añadido para hacer una fotografía del pasado. Y mira que a él y al resto de asesores, por momentos, los odio, pues me obligan a cambiar constantemente cosas», bromea el pintor.
Los productores de la serie que protagonizará el próximo año Javier Bardem sobre el conquistador ficharon a Nievas para su departamento de arte y atrezo tras conocer la obra. «Es un privilegio no exento de labor pedagógica, pues se trata de cambiar la percepción que tenemos sobre ese periodo, hacia una históricamente más apegada a la realidad», señala el experto.
Nota completa AQUÍ.