El Centro INAH Tlaxcala conmemoró el 45 aniversario del descubrimiento de las pinturas murales de Cacaxtla, con un ciclo virtual de conferencias

Hace 45 años, agricultores del pueblo de San Miguel del Milagro, en Nativitas, Tlaxcala, descubrieron fortuitamente un segmento del mural El hombre ave. Pese a la magnitud de este hallazgo, el cual derivó en la posterior exploración e investigación de la Zona Arqueológica de Cacaxtla, aquel día, las pinturas murales que habían permanecido por centurias cubiertas y preservadas por la tierra, fueron sacadas al medioambiente del siglo XX.

La exposición al intemperismo hizo necesario el inicio de una serie de proyectos de conservación, monitoreo y seguimiento, mismos que, ejecutados desde 1976, han evolucionado en paralelo a la práctica profesional de la conservación en México.

Así lo señalaron especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes en un conversatorio virtual, desarrollado por el Centro INAH Tlaxcala, a través de la Zona Arqueológica de Cacaxtla-Xochitécatl, disertaron acerca del pasado, el presente y el futuro de las manifestaciones pictóricas del sitio patrimonial.

En la mesa de diálogo, moderada por la arqueóloga Yajaira Gómez García, directora del sitio arqueológico, las restauradoras Dulce María Grimaldi y Mónica Vargas, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, y Alatiel de la Mora, de la representación del Instituto en esa entidad, reconocieron cuatro momentos principales en la conservación de Cacaxtla.

El primero ocurrió durante los 20 años inmediatos al descubrimiento, cuando la intervención se hacía de forma reactiva y se comenzaron a integrar los primeros cuadros de profesionales en la disciplina. Posteriormente, en los años 90, se dejaron atrás las técnicas de conservación de las décadas previas, basadas en polímeros, por tratamientos que partían del uso de la cal y la baba de nopal, compatibles con las técnicas tradicionales de construcción y consolidación.

“En la década de 2000, el tercer momento fue dejar de ver a las pinturas como elementos aislados y abordarlos como una parte integral del sitio arqueológico, visión que permitió iniciar la cuarta etapa, la cual continúa y está enfocada al registro detallado, a la recapitulación de trabajos previos y al seguimiento de los tratamientos de cada pintura”, señaló Mónica Vargas.

En la última década, precisó la restauradora, se han realizado dictámenes minuciosos —mediante tecnologías como la colorimetría, la cual permite saber a detalle qué tanto han cambiado los tonos de las pinturas con el paso del tiempo—, mismos que luego de una reciente visita de inspección de la CNCPC, en noviembre de 2019, afirman que la pintura mural de Cacaxtla se encuentra estable tras 45 años de intemperismo.

No obstante, señaló Dulce María Grimaldi, los distintos especialistas en restauración han puesto especial atención en el efecto que la cristalización de sales tiene en los colores negros del sitio, así como en el estado de conservación de los soportes de tierra de los murales, de allí que el seguimiento a cualquier intervención o estudio futuro “será clave para asegurar que las pinturas murales de Cacaxtla puedan ser vistas por las generaciones venideras”.

La segunda participación de la sesión fue la del arqueólogo Aurelio López Corral, investigador del Centro INAH Tlaxcala, quien en la conferencia virtual Reubicando la relación de Cacaxtla con lo olmeca-xicallanca, refirió que a este grupo étnico se le ha vinculado durante siglos tanto con Cacaxtla como con el sitio arqueológico de Tepeticpac, en la capital tlaxcalteca.

Sin embargo, puntualizó, la evidencia arqueológica de Tepeticpac muestra que, para el periodo Posclásico Temprano (900-1200 d. C.), época en que los olmecas-xicallancas habitaron el valle poblano-tlaxcalteca, dicho grupo estaba ausente de Cacaxtla.

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