Todos los caminos son nuestros, solo hay que atreverse a andarlos
Ningún río es el mismo, ni la persona es la misma cuando se baña aparentemente en el mismo afluente por segunda ocasión, igual, pero menos imperceptible, sucede con los caminos.
Transitamos dormidos los caminos de la vida repitiendo una y otra vez hábitos, costumbres y prácticas; lo hacemos resistiendo a despertar, porque si la vigilia llegara a nosotros, lo más seguro es que los primeros rayos de luz taladrarían nuestras pupilas y espolearían nuestro entendimiento.
El adormecimiento que nos impide asumir conscientemente el recorrido de la senda es gradual y la realidad está en constante cambio; por ello, no recorremos el mismo camino dos veces.
Por otra parte, la vida está llena de caminos, como de interconexiones está repleto el cerebro o de posibles nuevas combinaciones cada una de nuestras decisiones.
Todas esas probabilidades pueden ser nuestras, siempre existe la posibilidad; permanentemente está la inquietud de ir por ellas.
Lo anterior da vuelta en mi mente mientras tengo entre mis manos la más reciente novela de Merced Sarahí Jarquín Ortega: Todos los caminos son nuestros (Ediciones del Lirio. 2020).
Al cumplirse el primer año de la publicación de Jarquín Ortega, no puedo dejar de acudir a sus líneas y encontrar nuevos elementos que en cada relectura brotan.
Como si se tratara de un mapa, la publicación de Sarahí da la posibilidad al lector de encontrar nuevos enroques, nuevas miradas a sus historias y a sus personajes.
Recorro sus páginas, abro puertas, cierro ventanas, encuentro atajos.
Veo que a la riqueza de la novela se suman los aportes de: Corea Torres, Roberto Martínez Garcilazo, Leticia Díaz Gama y las de quien esto escribe.
Me sorprendo al ver la complementariedad del posfacio de la novela con lo que aquí he planteado.
Las líneas de Leticia Díaz Gama, coordinadora del Círculo de Escritores Sabersinfin, son contundentes en la transitoriedad y relatividad de los caminos de la vida.
A continuación, el análisis de Díaz Gama:
Nosotros los Gitanos
Vital es el sendero, para indagar sobre nuestro origen asediado por imágenes simbólicas y relatos errantes, metáforas que nos han servido a los gitanos para dialogar con la ilusión y hacer de nuestra figura frágil la más cierta.
Se enciende la fogata del tiempo y en sus llamas proyecta la luz sobre el camino. A hurtadillas, sobre el fuego de la imaginación, los gitanos convergemos en lugares de un mismo tiempo, en la hoguera de un mismo destino y en el tránsito a la libertad.
En la sombra, en la tregua de nuestros días, encontraremos la calma que nos reconforte de las andanzas, el aderezo para el descanso que condimente el sueño de llegar donde la tierra es amiga de nuestras almas, techo de palabras, pábulo que tranquilice la incertidumbre de sentir que nuestra casa es siempre un proyecto; aunque todos los caminos son nuestros.
Las historias se hacen en el pensamiento, más allá de las fronteras geográficas, defendiendo los bienes rescatados de las profundidades del bosque, de los ríos y de los valles, raptando para la memoria, nuestra permanencia gitana. Garantizando en lo más profundo la vida del pueblo Rrom.
Hasta aquí la cita.
A un año de publicada Todos los caminos son nuestros, recorro nuevamente sus páginas, por mi mente pasa la secuencia que ha significado un año después.
Confirmo que, no soy el mismo, que la novela no ha variado su contenido, pero no es la misma –al menos dentro de mí–.
Sé todo lo que ha vivido Sarahí Jarquín durante el año que termina, me queda claro que no es la misma.
Después de un año no somos completamente diferentes, pero no somos los mismos.
Termino como empecé: ningún río es el mismo, ni la persona es la misma cuando se baña aparentemente en el mismo afluente por segunda ocasión, igual, pero menos imperceptible, sucede con los caminos. ¿O no?
Abel Pérez Rojas (abelpr5@hotmail.com) es escritor y educador permanente. Dirige: Sabersinfin.com