Esos utensilios y recipientes de las Cocinas Regionales de México se han desarrollado a lo largo de los siglos empleando diversos materiales disponibles en el medio.

La singularidad de la Cocina Tradicional en nuestro país no sólo se debe a la enorme variedad de ingredientes empleados, a procesos de elaboración muy complejos y a los extraordinarios guisos que conocemos – todos resultantes de la riquísima herencia indígena, aunada a las beneficiosas influencias europeas, orientales y africanas – sino porque también hemos desarrollado a lo largo de milenios, utensilios y recipientes de cocina únicos.

Esos utensilios y recipientes de las Cocinas Regionales de México se han desarrollado a lo largo de los siglos empleando diversos materiales disponibles en el medio – algunos tan simples como la piedra y la madera – y otros más complejos como la cerámica, los metales, las fibras vegetales y animales, etc.

Desde luego, el utensilio de cocina fundamental y base del gran aporte de México a la Historia Universal de la Gastronomía es, sin duda, el metate.  Sin embargo, algunos utensilios y recipientes vinieron de fuera y fueron copiados y adaptados a nuestras necesidades, y así en las cocinas de las ciudades y pueblos novohispanos se recibieron cucharones, marmitas, coladeras, arneros y sartenes que fueron copiados y adaptados por artesanos de los diferentes ramos y llevados a las cocineras para su uso.

Uno de esos singulares recipientes fue, sin duda, aquellos empleados para almacenar en las alacenas, los huevos de gallinas y totolas, fundamentales para muchas recetas antiguas.

‘Abuela, esa gallina que está allá arriba en el trastero, ¿para qué sirve?’ pregunté curioso una mañana, cuando preparaba el desayuno para el Abuelo Manolo en la cocina de su casa de la 13 sur, frente al Paseo Bravo.

‘Esa gallina es de porcelana y pertenecía a tu bisabuela Ana María, quien la recibió como regalo de bodas en San Juan del Rio Querétaro, donde vivían antes de mudarse a Puebla’. Bajó el recipiente del trastero y me mostró: ‘Mira, destapas la gallina y en el nido almaceno los huevos que haré para el desayuno’.

Diferentes artesanos, empleando muy diversos materiales, produjeron un sinfín de Gallinas Ponedoras para las cocineras. Las podemos encontrar en barro natural y en barro bruñido, como las elaboradas en Los Reyes Metzontla; de barro policromado en Izúcar de Matamoros y Acatlán; y en Puebla, artesanos del vidrio prensado crearon maravillosos ejemplares en color verde y unas más pequeñas para guardar sal.

Otros artesanos especializados en trabajar el fierro crearon gallinas de alambre – magníficos ejemplos de diseño – que incluso se pliegan, para cargarlas fácilmente cuando se llevaban al mercado para comprar el huevo.

‘Además de los Recetarios Manuscritos de tu Bisabuela, quiero que heredes mi Metate de Boda y el Molcajete’, me dijo aquella tarde lluviosa mi Abuela Tere, cuando nos quedamos solos. ‘Y desde luego, la gallina ponedora que está en el trastero de la cocina: tu sabrás cuidarla en tu cocina, como yo la he cuidado’.

Poco después de su muerte ayudé en lo que pude a mis tías, en la difícil tarea que siempre queda, cuando fallecen nuestros ancianos: repartir muebles y recuerdos, fotografías antiguas y donar la ropa a quien la pudiera emplear. Nadie echó de menos mis tesoros, cuando me los llevé a casa.

¡Charlemos más de Gastronomía Poblana y ‘’a darle, que es Mole de Olla’’!

#tipdeldia:

En los mercados de todas las poblaciones de nuestro Estado todavía podemos encontrar diversos utensilios y recipientes artesanales de cocina, que son elaborados por productores poblanos: ¡Les recomiendo ampliamente comprar artesanías!

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