Celebremos pues, el Día del niño todos los días, siendo conscientes de nuestra propia historia y aceptándola, busquemos sanar aquello que aún nos lastima y nos limita.


@GabrielaFor 

Durante la celebración del Día del niño, son muchas las fotos de la infancia que circulan por redes sociales y la nostalgia se apodera de nosotros al recordar los juegos, las caricaturas, las golosinas y en general, las vivencias de esos años.

Es común que se envíen felicitaciones entre los adultos y se haga referencia al niño interior y a su vez, a su alegría, espontaneidad y autenticidad, pero ¿Qué pasa cuando buscamos dentro de nosotros mismos y no hallamos eso que tanto se menciona?

¿Será acaso que no poseemos al llamado niño interior?

¿Hay algo malo en nosotros?

No, de ninguna manera. Lo que sucede, es que las vivencias que conforman a esa figura tan poética, no son más que nuestras experiencia de la infancia y no siempre son tan positivas.

Es muy común que aquel niño que vive dentro de nosotros, esté más bien gobernado por la tristeza, el miedo y la inseguridad, debido a maltratos que pudo haber sufrido y es entonces cuando hablamos de un niño interior herido, que es el resultado del dolor experimentado en los primeros años de vida y que constituye heridas tan dolorosas, que aún en la actualidad afectan al adulto que es.

¿Qué se puede hacer para reconciliarnos con nuestra propia historia?

¿Qué se puede hacer para sanar a nuestro niño interior herido?

Si bien es cierto que no hay una receta única, pues hemos hablado anteriormente en éste mismo espacio, que el proceso terapéutico debe ser un traje hecho a la medida, hay cosas que podemos hacer al respecto, como entender que el daño que se pudo haber sufrido en la infancia, no fue ocasionado a propósito o porque se mereciera, sino en la gran mayoría de casos, fue resultado de la ignorancia o de la repetición de un patrón de crianza, anteriormente establecido.

Es común escuchar en terapia, que las historias detrás de esos padres maltratadores, poco comprensivos, rígidos o ausentes, contenían a su vez lo mismo. Es decir, que se trataba de niños heridos que no habían aprendido otras formas de relacionarse, de resolver conflictos o demostrar amor.

Es por ello que para no perpetuar un patrón que ha causado dolor, tenemos que buscar dentro de nosotros y si detectamos que poseemos un niño interior herido, debemos asumir nuestra responsabilidad y constituirnos como nuestros propios padres y madres para proporcionarnos aquello que nos hizo falta y así, poder conectar de una manera más sana con nuestra propia historia, sin dramas ni justificaciones.

¿Por qué pueden afectar tanto las heridas de la niñez?

Porque nuestra vida es continua, sin pausas, sin borrones y cuentas nuevas, todo lo que vivimos, nos moldea de alguna forma y cuando somos niños, aún no tenemos herramientas para enfrentarnos emocionalmente a situaciones adversas y quedan marcadas tan profundamente, que siguen determinando nuestro actuar en la vida adulta, porque aquello que no se le brinda a un niño, se convertirá en un vacío que buscará llenar de cualquier manera.

Celebremos pues, el Día del niño todos los días, siendo conscientes de nuestra propia historia y aceptándola, busquemos sanar aquello que aún nos lastima y nos limita.

Atrevámonos a recuperar la alegría, la espontaneidad y la autenticidad que viven dentro, que conforman nuestra esencia y que se hallan debajo del dolor. No dejemos la responsabilidad de nuestra sanación solo al tiempo, seamos parte activa de nuestra recuperación y no temamos buscar ayuda.

Espero que lo anterior les haya sido de utilidad y si quieren que se aborde algún tema en particular, nos lo hagan saber a través de nuestras redes sociales.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente, desde el diván.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *