Entre el 60% y el 80% de los pacientes, han mentido a su médico y resulta también muy recurrente en terapia. Cuatro de cada 5 pacientes han engañado o han ocultado información relevante a su terapeuta.
@GabrielaFor
Existen numerosos artículos, libros, foros y sitios web que hacen referencia al código ético de los profesionales de la salud, pero poco se habla de la ética que el paciente debe observar y que en muchos casos es el motivo por el que los tratamientos no funcionan.
Según un estudio realizado por la Universidad de Utah, entre el 60% y el 80% de los pacientes, han mentido a su médico y resulta también muy recurrente en terapia, pues según la Universidad de Columbia, 4 de cada 5 pacientes han engañado o han ocultado información relevante a su terapeuta. Es entonces cuando se vuelca el fracaso hacia el terapeuta o la técnica empleada pero ¿cuál es la responsabilidad del paciente en terapia?
Como hemos mencionado en otras ocasiones, la terapia es un proceso conjunto que se basa en la llamada alianza terapéutica, que constituye un vínculo emocional que se apoya en la confianza para conseguir las metas trazadas.
¿A qué se refiere?
A la buena relación que se establezca entre el terapeuta y su paciente, que resulta indispensable para el éxito de su tratamiento. Por parte del terapeuta, implica empatía, apertura, autocontrol, adaptación, motivación y sinceridad pero no sólo depende de él o ella.
Es común que los pacientes no se comprometan con su propio proceso de recuperación y que no se comporten de manera ética con sus terapeutas, siendo una de las causas por las que los procesos terapéuticos no funcionan.
¿Cuáles son las principales muestras de falta de responsabilidad en un proceso terapéutico?
*Mentir: como ya se mencionó anteriormente, es muy común hacerlo y muchas de las veces es un mecanismo de defensa, por miedo a ser juzgado o dejar una “mala imagen” al terapeuta, pero debemos recordar que estamos frente a un profesional que no está ahí para juzgarme sino para trabar en equipo con nosotros y mejorar aquellos aspectos que nos están limitando y si no tiene la información correcta, no podremos elegir las estrategias necesarias para lograrlo.
*Esperar soluciones mágicas: la terapia es un proceso, que requiere tiempo y aunque es variable, no podemos esperar que los problemas con los que llevamos conviviendo muchos años o golpes emocionales que nos han lastimado profundamente a lo largo de nuestra vida, den un giro de 180º en una sola sesión. Debemos ser pacientes y veremos mejoría gradual, en la medida que hacemos nuestra parte.
*No respetar los tiempos del terapeuta: hablando de compromiso y cortesía, me parece indispensable que si no podemos asistir a la sesión agendada, cancelemos con suficiente tiempo de anticipación para que el terapeuta pueda hacer uso de ese espacio. Pensemos en cómo nos sentiríamos si llegáramos a la sesión y el terapeuta no se presentara. Se entiende que puede surgir algo de último momento, pero debemos tratar de avisar en cuanto nos sea posible y aplica lo mismo cuando no llegamos puntuales a las sesiones y queremos disponer del tiempo de los demás pacientes. Recordemos que a nadie nos gusta esperar y si vemos que ya es muy tarde, es preferible pedir una disculpa y reagendar.
*No realizar los registros o actividades de seguimiento entre sesiones: asúmanos que la terapia es una elección y la efectuamos por convicción, lo cual quiere decir que no nos “regañarán” por no hacer las “tareas” sino que nos cuestionarán el por qué no lo hicimos, para elegir una estrategia diferente o afrontar las resistencias que podemos estar experimentando al realizarlas.
*Poner a prueba al terapeuta: en la era del internet y Dr. Google consultando a diestra y siniestra, muchos de los pacientes podemos llegar con un auto diagnóstico, sacado de la misma Web que nos dice a través de un test, qué clase de muffin seríamos. Llegamos con una idea ya acabada de nuestra “enfermedad mental” y si se nos contradice, dudamos de la capacidad del profesional que tenemos enfrente y eso nos puede llevar a iniciar innumerables tratamientos hasta que alguien confirme lo que ya temíamos.
*Llevar tratamientos paralelos: si bien es cierto que la terapia es multidisciplinaria y muchas de las veces se trabaja de manera conjunta con otros profesionales de la salud, no es ético llevar tratamientos paralelos con dos terapeutas de misma especialidad para ver cuál nos va mejor, pues como mencioné al inicio, el proceso terapéutico se basa en un vínculo afectivo que descansa en la confianza y la buena relación entre el paciente y el terapeuta que no me parece que logre si voy a estar comparando a ambos profesionales.
*Darnos solos de alta: si bien es cierto que en ocasiones, el proceso puede ser intenso, más largo de lo que pensamos o sentir que no estamos avanzando, debemos platicarlo con nuestro terapeuta para revisar el rumbo, implementar nuevas estrategias o incluso abandonar el proceso. Cuando simplemente dejamos de ir, dejamos al terapeuta con una sensación de desconcierto, pues recordemos que también son humanos y pueden sentir que fracasaron sin saber exactamente en qué. Es como si abandonáramos un traje hecho a la medida, cuando aún no está terminado sin explicar por qué ya no lo queremos.
En resumen, creo que si hemos tomado la valiente decisión de iniciar un proceso de terapia, debemos asumir la responsabilidad y aprovechar al máximo nuestras sesiones, para ver pronto la mejoría que estamos buscando. Espero que lo anterior les haya sido de utilidad para también situarse en la silla junto al diván.
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¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.
GABRIELA FORTIS VELASCO es tanatóloga poblana especialista en atención ante muertes de seres queridos y separaciones