Mientras no quepa en nuestra sociedad cada miembro tal y como es, estaremos aplastando la dignidad de muchos.

En recientes días se realizó la ya tradicional marcha del orgullo gay en varias partes de nuestro país, pues a pesar de los tiempos de pandemia que estamos viviendo, la vida continúa y la necesidad de luchar por los derechos no es la excepción y es algo que tiene muy claro la comunidad LGBT que cada año se une para marchar y con el emblema del arcoíris, nos deja claro que aún hay mucho por hacer.

Fue el 28 de junio de 1970, cuando en Nueva York tuvo lugar la primera marcha del orgullo gay de la historia, en el marco de la celebración del primer aniversario de los disturbios de Stonewall, que había marcado el inicio de la lucha por los derechos de la comunidad LGBT. Si bien al inicio, se reunió poca gente por el temor a las agresiones que pudieran sufrir, se fueron uniendo cada vez más personas hasta terminar contando miles de personas que recorrieron 51 manzanas hasta Central Park, movidos por las injustas leyes que consideraba ilegales los actos homosexuales, así como la reprensión social que provocaba que no pudiesen ni siquiera alquilar un departamento. Hartos de estas condiciones, decidieron salir y visibilizarse, pues como en su momento lo expresó Michael Brown, el fundador del Frente de Liberación Gay, tenían que dejar de sentir vergüenza, de lo contrario, la gente no dejaría de tratarlos como lo hacía.

Es por eso que la marcha se conoce como del “orgullo gay” porque era lo que se buscaba, salir de la vergüenza y usar la marcha como una afirmación y declaración de su nuevo orgullo. A partir de entonces se fueron sumando cada año, más y más ciudades hasta que lo hicieron muchos países también, llegando a México el 2 de octubre de 1978, durante la marcha en memoria de los estudiantes, donde se observó un destacado contingente de homosexuales que se identificaron como el Frente de Liberación Homosexual de México, que realizaron la primera marcha del orgullo gay, en el mes de junio del año siguiente.

Detrás de la bandera del arcoíris y la marcha propiamente dicha, se encuentra ante todo una lucha que se renueva cada año, porque desafortunadamente sigue habiendo gente que no entiende que el amor es amor, se viva como se viva, porque la sociedad quiere seguir rigiendo lo que considera correcto o no, llegando incluso a negarles derechos fundamentales y la discriminación sigue siendo el pan de cada día para muchos de los miembros de la comunidad, que han sido víctimas de violencia, que ha llegado lamentablemente al asesinato de valientes activistas que lo único que buscaban, eran condiciones más justas para la comunidad.

Como lo hemos dicho muchas veces en éste espacio, mientras no quepa en nuestra sociedad cada miembro tal y como es, estaremos aplastando la dignidad de muchos. Afortunadamente ya existen muchos aliados del movimiento que marchan a su lado, llevando a sus hijos para normalizar y visibilizar la diversidad, esperando que cada día seamos más respetuosos, humanos y empáticos con quienes sólo están buscando dejar de ser agredidos y tener los mismos derechos que tenemos todos.

Celebremos pues la diversidad y asumamos que nuestras diferencias nos harán más fuertes como sociedad y empecemos desde casa, enseñando a respetar las diferencias y preparando a los niños para una realidad que les exige apertura, respeto y empatía que sólo pueden aprender en sus hogares. Dejemos de usar expresiones discriminatorias que hagan referencia a otras preferencias sexuales a las nuestras y sobre todo, dejemos de juzgar las formas de amar, porque eso es justamente lo que provoca que muchos adolescentes tengan que permanecer escondidos en el clóset, por el temor en primer lugar a la reacción de su familia, por los comentarios que crecieron escuchando de sus propios padres.

Seamos más conscientes del peso de nuestras palabras y construyamos desde nuestra trinchera, desde casa, un espacio más justo para todos. Dejemos de lado los prejuicios y entendamos que todos, absolutamente todos, somos humanos y por ése simple hecho, somos iguales y merecemos tener los mismos derechos.

Esperando que el arcoíris siga trayendo la esperanza de que transitaremos hacia una sociedad más justa, me despido esperando sus comentarios a través de nuestras redes sociales.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.

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