El llanto no sólo tiene un poder sanador desde su significado metafórico de limpiar, si no que también cumple con funciones fisiológicas.

Cuando pensamos en un duelo por la muerte de un ser querido, es normal pensar en el dolor, expresado a través de aislamiento o desánimo y aunque no existen procesos iguales por tratarse de una experiencia humana, compartimos algunas de las manifestaciones que aunque varíen en la intensidad y duración, podemos reconocer como elemento común el llanto, ya sea intenso o en silencio, porque al tratarse de una herida en el alma, entendemos las lágrimas como sanadoras, pues parece que el agua que las conforma, limpia el alma y la sal que contienen, escuece las heridas pero las ayuda a sanar. Sin embargo es muy común que ante la muerte de un ser querido nos preguntemos si es sano hacerlo o cuándo ya es demasiado.

Existen personas que pensando en evitar el dolor para sus familiares cuando ya no estén, les hacen prometer que no llorarán o que incluso no organizarán ningún rito de despedida o que no le avisarán a nadie y hay incluso quienes les hacen prometer que deberán seguir adelante con sus vidas, como si nada hubiera pasado pero ¿es posible? ¿se deben respetar dichas promesas o es válido romperlas?

Es muy entendible que cuando alguien siente próxima su muerte, piense en cómo reaccionarán sus seres queridos y en el afán de querer protegerlos, les hagan prometer éstas cosas pero lo hacen por evitarles el dolor y la idea de poder hacerlo, les da paz en esos momentos que la necesitan tanto, pero no responde a las necesidades reales de un deudo.

El llanto no sólo tiene un poder sanador desde su significado metafórico de limpiar, si no que también cumple con funciones fisiológicas, por lo que es muy sano el permitírnoslo.

Sabemos que el duelo es ésa etapa de adaptación a una nueva circunstancia de vida, en la que internamente estamos luchando entre una parte de nosotros que entiende la realidad de la pérdida y otra parte que se resiste a aceptarla. Dicha resistencia es dolorosa y por ello, aparece frecuentemente el llanto en el proceso y aunque no es la única manera de demostrar el dolor, es verdad que es la más común y por ello no podemos cumplir la promesa, porque es una respuesta natural y una forma en que lidiamos con lo que nos ocurre.

El llanto es tan natural que cumple distintas funciones y por ello podemos distinguir entre tres tipos de lágrimas: las basales que tienen la función de mantener húmedos nuestros ojos, las reflejas que aparecen cuando agentes externos y su objetivo es proteger frente a la irritación. por último estás las lágrimas emocionales, que pueden aparecer por tristeza, alegría e incluso enojo, se les considera emocionales porque contienen sustancias neuromoduladoras como la prolactina, leucina-encefalina y hormonas adrenocorticotrópicas que funcionan como analgésicos, por ello nos sentimos mejor después de llorar.

Se ha comprobado que llorar tiene un efecto calmante, mejora el humor, el sueño, reduce la ansiedad y el estrés, además de que se ha visto que funciona como una llamada de atención a las personas que nos rodean a través de la empatía, para que nos brinden consuelo, lo que durante el proceso de duelo, resulta indispensable y por ello aún cuando se quiera evitar, no es posible.

Existen sin embargo, mitos que siguen perpetuando que el llanto es un indicador negativo del duelo, observándose entre otros, los siguientes:

  • Si lloras tanto, te puedes enfermar. Nuestro cuerpo sabe lo que necesita y únicamente producirá las lágrimas necesarias.
  • Cuando lloras, lastimas a los demás y lloran porque los contagias. Cada quien lleva su proceso de duelo y a pesar de que estén viviendo la misma pérdida, no se puede interferir en ellos, si nuestros seres queridos lloran también es porque lo necesitan.
  • Cuando lloras, asustas a tus hijos. Los niños perciben cuando los padres no están bien y les genera más angustia no saber por qué. Si los niños los ven llorar, es importante explicarles que están tristes por lo sucedido, pero que estarán bien. De esa manera, los niños también normalizan toda la gama de emociones y podrán lidiar con ellas con más facilidad.
  • Tienes que ser fuerte, no debes llorar porque muestras debilidad. La fortaleza no tiene que ver con no sentir, sino con seguir adelante a pesar del dolor y el llanto solo es un alivio momentáneo para continuar con su proceso.
  • Los hombres no lloran. Como ya lo explicamos antes, cumple con una serie de funciones fisiológicas que van desde el mantenimiento de la salud ocular, hasta la disminución del estrés y ansiedad, así que no se trata de una característica estrictamente femenina.
  • Lloras porque tienes culpa. La culpa suele ser normal dentro del proceso cuando estamos buscando respuestas, pero no quiere decir que tengamos remordimientos o que hayamos hecho algo mal, tan sólo es una forma de intentar contarnos la historia completa para poder asimilarla. La culpa por otra parte no es proporcional a la cantidad de llanto que derramamos.
  • Si lloras, no lo dejas descansar. El llanto es la expresión de nuestra angustia, de nuestro proceso y por supuesto que no tiene ninguna intencionalidad de provocar algún daño a nuestro ser querido fallecido.

Como podemos ver, el llanto tiene muchos beneficios tanto físicos como emocionales y es completamente normal en cualquier momento de nuestra vida pero particularmente durante el proceso de duelo, por lo que debemos permitírnoslo y permitírselo a los demás para una vivencia más sana del mismo, entendiéndolo como una necesidad humana, más allá del género.

Espero que lo anterior les haya sido de utilidad y podamos ser un poco más empáticos al momento de ver a alguien llorar y pensemos bien antes de pedir algo así a nuestros seres queridos, porque aún cuando nuestra intención sea evitarles el dolor, terminaremos haciéndole más complicado su duelo.

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