Hay viajes en los que no te detienes, llegas sin transbordar y a toda velocidad, como si las palabras únicamente hubieran estado esperandote.

Literalmente después de haberme enfrentado a 100 páginas en blanco con motivo de ésta colaboración para Urbano, me gustaría hablares sobre lo que significa para mí, el escribir.

Es un momento emocionante, como el inicio de un viaje porque hay un destino pero es toda una aventura porque no sabes lo que sucederá en el trayecto. La página en blanco se puede antojar intimidante, pero es únicamente el boleto para iniciar el recorrido y cuando abordas, cuando empiezas a deslizar la tinta por encima o empiezas a teclear, comienzan a fluir las palabras como un tren que empieza a avanzar, primero lentamente y luego toma velocidad y es cuando fluyen una a una las letras como los árboles que por la ventana, ves desaparecer rápidamente en el horizonte. A menudo tienes que detenerte en alguna estación y tomar un descanso, para revisar la ruta de viaje antes de continuar, aunque no es raro que cambies la dirección prevista y aunque pueda ser un poco tenso tener que elegir una nueva ruta o revisar cómo regresar a la original, es un momento necesario.

Hay viajes en los que no te detienes, llegas sin transbordar y a toda velocidad, como si las palabras únicamente hubieran estado esperando a que te situaras frente al papel para salir una tras otra y cuando llegas al destino, te sientas a disfrutar un rato el paisaje, tomas algunas fotografías, eliges las que más te gustan y empiezas a pensar en el próximo viaje.

Los viajes más difíciles de emprender son los que surgen por la necesidad de expresar, de confrontar contigo mismo y que sueles postergar, pero que sabes que tienes que realizar e ingenuamente trazas una ruta inicial, la que parece más corta, pero una vez que abordas, comienza a ganar velocidad y te das cuenta que no será tan corta como lo esperabas y por la ventana comienzas a reconocer episodios de tu propia vida que habías intentado olvidar, pero que resultan indispensables para entender el destino al que llegarás y al volver a contemplarlos, los ves distintos y aprecias detalles que no recordabas haber visto y entonces decides bajarte un rato en la estación, que si tuviera un nombre, se llamaría “recuerdos” y aprecias con más detenimiento las imágenes de tu ayer y te quedas observando, hasta que sin darte cuenta ya estás de nuevo en aquél lugar y aunque cuesta trabajo regresar, recuerdas que tienes que volver a abordar y que es solo una parada, no un destino y con fuerzas renovadas, emprendes de nuevo el viaje, con la nostalgia de dejar algo querido porque notas que dejaste parte de tu equipaje, que viajas más ligero y entiendes que no te hacía falta. El viaje entonces se hace más rápido y cuando te das cuenta, ya estás en el destino, con una nueva perspectiva, con mejor ánimo y te percatas que durante el viaje, perdiste todo el equipaje, ya no llevas peso, pero no lo necesitas porque te sientes en paz, solo te queda el aprendizaje que no sólo no pesa, sino que te da fuerzas para seguir porque así es el escribir.

El escribir es sanador, es casi mágico porque te transporta a otro estado de ánimo sin moverte de tu lugar y no necesitas nada más que escuchar tus pensamientos. El escribir me parece que es el verdadero lenguaje del alma porque ahondas en lo profundo, porque no te puedes esconder de ti mismo y cuando te atreves a escucharte, te das cuenta de que tampoco hacía falta porque dentro de ti, no sólo se encuentran las preguntas sino también las respuestas y cuando haces de escribir, un hábito, eres capaz de volver a revisar las páginas anteriores, de otros tiempos, de otros viajes y te descubres distinto y tomas conciencia de lo aprendido. Vuelves a sonreír con los viajes divertidos y aunque pueda haber viajes llenos de nostalgia e incluso, dolor, cuando los recuerdas, entiendes que ése dolor también te transformó y aunque en el momento no hayas sido capaz de apreciar el panorama que tenías enfrente, con el tiempo logras hacerlo e incluso descubres belleza en aquellos paisajes que en su momento te pudieron resultar atemorizantes. Por eso recomiendo ampliamente hacer de la escritura un hábito, porque significa guardar tus itinerarios de viaje para entender mejor el rumbo de tu propia vida. Escribe cuando estés triste, cuando estés feliz, cuando tengas dudas, escribe para conocerte o para recuperar el rumbo.

Como todo, hay viajes de placer, hay viajes de aventura, hay viajes necesarios y viajes de trabajo y en dichosas ocasiones como lo es para mi, en éste espacio de Urbano, se mezclan todos ellos, dejándome grandes aprendizajes que comparto con quienes me leen y por ello les estoy muy agradecida y celebro con ustedes, estas 100 colaboraciones. ¡Gracias!

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.

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