Existen formas serias para entender qué sucedió, como la Autopsia Psicológica, una investigación detallada para reconstruir la personalidad y vida del sujeto en cuestión.
Tras el desafortunado hecho ocurrido recientemente en Torreón, se ha avivado el debate sobre las causas de los tiroteos ocurridos en escuelas y aunque pudiera ser una valiosa oportunidad para reflexionar, desgraciadamente ha quedado en teorías para encontrar a los “culpables” ya sea la escuela, la familia o los videojuegos. Han sido publicadas opiniones de muchos expertos que adjudican la responsabilidad de los hechos a la familia, la escuela o la imitación de la masacre de Columbine, sin embargo no se puede tratar de manera tan superficial.
En primer lugar, no podemos olvidarnos que estamos hablando de una persona, un menor que tiene familia y amigos que están en duelo, es decir que están sufriendo por su muerte y que como en cualquier suicidio, deben tener rondando en la mente muchas dudas sobre el motivo para hacerlo y sin ningún respeto a su privacidad o su dolor, se ha usado lo poco que se sabe, para señalar culpables, enfermedades mentales y responder así, preguntas que son mucho más profundas. Sin embargo existen formas serias y más apegadas a la realidad para entender qué sucedió, como por ejemplo la Autopsia Psicológica que es una investigación detallada, que tiene por objetivo reconstruir de manera retrospectiva e indirecta, la personalidad y vida del sujeto en cuestión, para esclarecer muertes dudosas o el estado mental al momento de la muerte.
En toda Latinoamérica, se usa el Método de Autopsia Psicológica Integrado (MAPI ) que es un protocolo diseñado en los 90s por la Dra. Teresita García Pérez a quien tengo el honor de haber tenido como maestra y que es muy valorado por ser altamente riguroso y estandarizado. En dicho método se reconstruyen las áreas interpersonal, emocional, psicosocial y mental, para tener un panorama retrospectivo de hasta un mes, para poder identificar las señales de amenazas de suicidio, depresión o cualquier aspecto que ayude a entender los hechos. El proceso es sumamente minucioso y comienza en el lugar de los hechos, para buscar pistas psicológicas y de ahí, ir en retrospectiva para conocer al fallecido. Solo entonces podríamos tener fundamentos para entender lo que ocurrió. Pero en vez de eso, se nos hace fácil juzgar y jugar al detective o al psicólogo, para determinar quién tuvo la culpa y entonces corren ríos de palabras llenos de “consejos” para evitar otra tragedia así, pero en realidad no hemos aprendido mucho como sociedad sobre el impacto de la violencia en los jóvenes.
La violencia no solamente se trata de disparar un arma, ni jugar videojuegos que sumen puntos por matar, la violencia cotidiana está tan normalizada que no la notamos pero todos los días está presente. En éste mismo espacio hemos hablado sobre ese tiempo de violencia que se manifiesta en el lenguaje, las “bromas” hirientes o los apodos que ridiculizan a las personas y se vive a través de la indiferencia, la descalificación constante y la nula consideración a los derechos de los demás. Esto sucede en todos los entornos en los que nos desarrollamos y es tan peligrosa como los golpes, pues puede sumirnos en la ansiedad, la depresión y llevarnos incluso al suicidio. Está tan normalizada que quien se muestra afectado, se tacha de “sensible” y no se limita únicamente a las relaciones afectivas, sino que puede venir de perfectos desconocidos que se escudan tras avatares en la redes sociales para atacar a cualquiera que piense de forma distinta.
Entendamos que la violencia es un problema de todos, de una sociedad que la ha hecho parte del día a día y asumamos que tenemos un grado de responsabilidad en hechos como el sucedido en Torreón y muchos más que no son materia de titulares en los medios pero que también pueden devastar la vida de una persona. Seamos responsables de nuestros actos, seamos empáticos y contribuyamos desde casa a no fomentar más violencia, tratando de manera respetuosa a quienes nos rodean, dejando de normalizar el hecho de lastimar con palabras o con indiferencia, con burlas o con estereotipos, pues los niños simplemente repiten lo que viven en sus casas y sin darnos cuenta, provocamos una escalada en la violencia que de por sí vivimos.
Para quienes tienen hijos adolescentes, intenten acercase a ellos para platicar y aprendan a escucharlos sin juzgarlos, pues en éste tiempo tan violento, necesitan ver en sus familias, sea como sea que estén constituidas, un espacio seguro y contenedor para buscar alternativas y así enfrentar los desafíos que enfrentan.
Espero que lo anterior les haya sido de interés y que podamos tener más respeto y empatía para quienes están sufriendo los efectos de esta tragedia. Recuerden que esperamos sus comentarios a través de nuestras redes sociales.
¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.