La violencia la podemos definir desde cualquiera de sus variantes y desmenuzar también los tipos de violencia normalizada que vivimos día con día, pero lo que es un hecho es que ha habido una escalada impresionante en hechos violentos que dejan de ser aislados, para convertirse en una dura realidad, pues desafortunadamente no hay día en que no suceda algún hecho así en la ciudad, estado o país.
Se habla de la deshumanización que vivimos, que es la responsable de los crímenes cada vez más violentos, pero si nos vamos un paso más atrás, podemos detectar la incapacidad para manejar las emociones que existe en la mayoría de las personas y que provoca que incidentes menores como el tráfico o el uso de una máquina en el gimnasio desemboquen en situaciones de agresión desmedida.
Es verdad que no se nos enseña a gestionar las emociones pero también es cierto que mientras vivamos en un mundo donde está mal visto “sentir” pues se nos tacha de “tóxicos” o “sensibles” seguiremos siendo ollas de presión que guarden todo lo que sientan, para explotar en incidentes menores o tendamos a evadir todo lo que sentimos, al extremo de ver al otro como el objeto de nuestro enojo y no como otro ser humano. Sobrarían ejemplos para explicar lo anterior pero cuando vemos escenas de violencia, nos damos cuenta que llega un momento en que el agresor se olvida que está frente a un ser humano y tan solo observamos cómo descarga su emoción.
DESDE LA PSIQUE | Emociones ¿Las estamos patologizando?
Debemos ser conscientes que no podemos dejar de sentir, por muy “fuertes” o “inteligentes” que seamos, pues la vivencia emocional está inmersa en nosotros, no solo a través de las emociones, sino también a través de la química cerebral que no depende de nosotros. Es decir, no somos seres pensantes que sienten, sino seres emocionales que piensan y si tomamos en cuenta esto, debería ser fundamental para cualquier estrategia de prevención de violencia, primero el cuidado de la salud mental y el aprendizaje sobre la gestión emocional.
Como siempre lo hemos dicho, no podemos cambiar el mundo pero podemos cambiarnos a nosotros y nuestro entorno para contribuir a esa transformación que esperamos que se dé. Podemos empezar a observar cómo reaccionamos a nuestras emociones y qué hacemos con ellas y entonces hacernos conscientes que si bien tenemos derecho a expresar lo que sentimos, no lo tenemos a dañar a otros con ellas. Debemos aprender a gestionarlas, que no se refiere a no sentirlas, sino a manejarlas mejor para no hacernos daño a nosotros, ni a los demás. Gestionar emociones significa validarlas, hacernos conscientes y preguntarnos qué podemos hacer con ellas.
Si procuramos hacerlo constantemente, no se van a acumular y explotar en cualquier situación, sino que se irán expresando poco a poco y en momentos de tensión, nos será más sencillo mantener la calma para pensar en las consecuencias de nuestras acciones. Enseñemos a los niños qué hacer con su malestar, para que puedan autogestionarse y sean adultos que no pierdan de vista, que pese al enojo o malestar, se encuentran frente a otro ser humano que también siente. Combatamos la violencia desde nuestro entorno más cercano, pues bastante ya tenemos con el mundo que nos rodea, no contribuyamos con más. Esperamos sus puntos de vista a través de nuestras redes sociales. ¡Hasta pronto!
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