En la Alcaldía Mayor de León, intendencia de Guanajuato, nace Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla

Un día como hoy, pero de 1862, el general Ignacio Zaragoza confirma, vía telegrama, al ministro de Guerra que los soldados quitaron muchas medallas a los franceses que vencieron; por tanto, promete, recogerlas y remitirlas oportunamente. «Algunos franceses lloraron cuando nuestros soldados les arrancaron sus medallas«, informó, según la recopilación hecha por el historiador Pedro Ángel Palou en su libro 5 de Mayo de 1862, elaborado a propósito de los 150 años de la batalla de Puebla.

En otro año…

En la Hacienda de Corralejo, en la Alcaldía Mayor de León, perteneciente a la intendencia de Guanajuato, nació el 8 de mayo de 1753 Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla, el hombre que encabezó la rebelión insurgente que, luego de diez años de lucha, acabó con un gobierno de tres siglos de arraigo.

Estudió en el Colegio de San Nicolás de Valladolid, donde fue considerado un estudiante aplicado y sobresaliente por maestros y condiscípulos. Posteriormente se distinguió durante su vida académica por haber obtenido los más altos títulos de la carrera eclesiástica. En lo docente dejó huella en varias generaciones de alumnos como gran expositor y reformador intelectual.

Destacó con tal intensidad que fue designado rector del Colegio Nicolaíta en 1790. Esta experiencia moldeó la personalidad de Hidalgo, quien pasó de ser un prestigiado hombre de letras, con conocimientos enciclopédicos, a un hombre crítico, de ideas avanzadas y partidario de las tendencias renovadoras.

Su presencia en Valladolid fue considerada “peligrosa” por parte de las autoridades eclesiásticas, que en 1729 lo retiraron de la rectoría del Colegio de San Nicolás y lo trasladaron al curato de Colima, en el que estuvo pocos meses. En 1793 el obispo Antonio de San Miguel lo llamó para hacerse cargo del curato de San Felipe, en la intendencia de Guanajuato.

En este cargo dispuso de un coadjutor que atendió los asuntos parroquiales, ya que Hidalgo prefirió dedicarse a la lectura de los autores ilustrados franceses, llegando a poner en escena a Racine y a Moliere; además, organizaba tertulias literarias en su propia casa, que fue conocida como “La Francia Chiquita”.

En 1803, tras la muerte de su hermano José Joaquín, entonces cura del pueblo de Dolores, Miguel acudió de inmediato a Valladolid con el obispo San Miguel para gestionar su cambio a la plaza vacante. La petición fue tomada en cuenta y poco después entró en posesión del curato de Dolores, donde se desempeñó hasta el estallido de la revolución de independencia. Ahí promovió el cultivo de la uva, la cría de gusanos de seda, la fabricación de loza y el establecimiento de talleres de diversas artes.

De igual manera que en San Felipe, en Dolores organizó tertulias literarias y pronto se involucró en la conspiración que en Querétaro preparaba una rebelión contra el gobierno virreinal.

Junto con el corregidor Miguel Domínguez y el capitán Ignacio Allende, planeó y, finalmente, decidió impulsar la independencia. Fue en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, cuando enterado del descubrimiento por parte de las autoridades virreinales de la conspiración que tenía como objetivo rebelarse en octubre, Hidalgo precipitó los planes y con Ignacio Allende y Juan Aldama inició la lucha independentista.

Desde esta fecha, y por cerca de dos meses, las fuerzas insurgentes ganaron enfrentamientos contra el ejército realista. Luego sobrevino la derrota insurgente en Puente de Calderón, cercano a Guadalajara, el 17 de enero de 1811, y a partir de entonces comenzó el declive de sus fuerzas, declive que concluyó en Acatita de Baján el 21 de marzo del mismo año, cuando fue aprehendido, siendo fusilado el 30 de julio de 1811.

A pesar de lo breve de su lucha, es incuestionable, como dijera el historiador Edmundo O’Gorman, que: “si la vida no le alcanzó para saberlo, no hay duda que fue él quien hirió de muerte al virreinato”.

Por otra parte…

El 8 de mayo se celebra el Día Mundial de la Cruz Roja, en honor al nacimiento de su fundador, Henry Dunant, filántropo suizo que sugirió en 1863 la formación de “Sociedades de Socorro” con el propósito de cuidar a los heridos de guerra gracias al trabajo decidido de los voluntarios.

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