Enfermos renales, con cáncer, diabéticos y ancianos han visitado durante años El Pocito, muy cerca donde apareció en un ocote la virgen de esa comunidad.

Barras de metal y una puerta de madera resguardan la capilla El Pocito. Hoy está vacía en medio de una de las barrancas de la comunidad de Ocotlán por la contigencia sanitaria por el COVID-19.

Se ubica en el lugar conocido como Los Manatiales -una zona de barrancas, pozos de agua y vegetación cercada entre el centro de Tlaxcala y la comunidad de Ocotlán-, que no tiene dueño específico aunque los más viejos dicen que pertenece a la ex gobernadora Beatriz Paredes.

Los manantiales alimentan los pozos de muchas de casas de la comunidad. De la tierra emana agua, incluso los cerros de ocote que se extienden a un costado del centro de la capital explotaron del vital líquido a la fábrica de Nestlé durante casi 20 años.

El pocito está arrinconado en una privada, un camino de maleza y piedra lleva a la iglesia de Ocotlán donde la fe y la historia los conectan con la tradición católica.

El mito refiere que en febrero de 1541 el indígena Juan Diego Bernardino buscaba remedios naturales para curar a la gente de su pueblo en Santa Isabel Xiloxochitla de la peste de viruela.

En su búsqueda se le apareció la que sería la Virgen de Ocotlán, vestida de huipil y flores, que los condujo al manantial donde obtuvo el agua milagrosa con la que, según la crónica eclesiástica, logró curar la viruela que llegó con los españoles.

La narración empata con la epidemia de viruela que azotó a los tlaxcaltecas en el siglo XVI. Se sabe que esta enfermedad fue traída por los conquistadores y que hubo al menos 15 epidemias más que disminuyeron considerablemente la población mexicana del siglo XVII al XVIII y, más tarde, en Tlaxcala, otras tres epidemias que azotaron a la población en 1830, 1840 y 1903

La tradición de ese centro de fe ha llevado a miles de enfermos, la mayoría personas humildes y desahuciados, a beber el agua del pozo profundo.

Enfermos renales, con cáncer, diabéticos y ancianos han visitado durante años El Pocito, muy cerca donde apareció en un ocote la virgen de esa comunidad.

Ahora, el afluente de fe y milagros está cerrado, las barras de metal y la madera lo mantienen condenado durante la contingencia sanitaria por el COVID-19.

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