El silencio envolvía con recurrencia las fotografías de los desaparecidos, cuyos restos destacaban en el interior de sendas cajas de madera, tras su cremación.
@ferperezcorona
Hace seis meses, en la Plaza de la Victoria… La bandera flameó a media asta, donde ese martes era una ceremonia luctuosa.
El sol prácticamente no tenía competencia en el cielo azul.
El tono contrastaba con el negro predominante en los atuendo de las miles de personas concentradas en el Centro Cívico Cinco de Mayo, frente al Fuerte de Guadalupe.
El silencio envolvía con recurrencia las fotografías de los desaparecidos, cuyos restos destacaban en el interior de sendas cajas de madera, tras su cremación.
De a poco, llegaron los deudos, también la representación presidencial que escuchó de viva voz la demanda de justicia en este acto oficial de duelo.
De vez, en vez, la ceremonia luctuoso se transformó en mitin político: «Martha, gobernadora; Martha gobernadora…», se escuchó, como en campaña.
Adoptó tono de reclamo social: «Justicia, justicia, justicia…», y se oyó más fuerte.
Incluso, cuestionó la presencia de la funcionaria federal: «Fuere, fuera, fuera… «, exigieron algunos.
Sin embargo, nunca perdió el duelo, el cual motivó las guardias de honor de familiares y amigos, de servidores públicos locales y nacionales y al final de público en general que atestiguó la ceremonia desde la pendiente de este cerro hacia la plancha de cemento del sitió histórico.
Con el final del acto oficial, los abrazos y el llanto se multiplicaron. La secretaria de Gobernación no pude evadir a la prensa. Pero más tarde encontró a Gabriela Rosas, madre de Moreno Valle; también al padre del coordinador de senadores panistas.
Al final, Olga Sánchez Cordero refrendó el compromiso del presidente Andrés Manuel López Obrador, para impedir que haya dudas en este caso.
Al final de la tarde, después del Himno a Puebla, la gente tardó en dejar la Plaza de la Victoria. Se multiplicaron los abrazos, las palabras de aliento. El llanto se mezcló entre congoja y coraje. Y los pasos para alejarse del lugar se hicieron pesados.
Así fue la ceremonia luctuosa de la gobernadora Martha Erika Alonso, el senador Rafael Moreno Valle y otras tres personas.
Eso el 25 de diciembre. Hoy, medio año después, todavía no se sabe qué pasó.
Hay información parcial, que hubo un desplome extraño, inusual, según la SCT; que los motores y rotores funcionaban, cuando la aeronave se estrelló en Coronango
Y a la par, hay versiones extraoficiales, especulaciones, desde la leyenda urbana de que en realidad no murieron, que ante la posibilidad de ser detenidos por la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador, tomaron la decisión de desaparecer y esconderse en algún lugar del mundo, donde actualmente se ríen de todos; hasta el atentado que entre los panistas y morenovallistas señalan a sus rivales políticos, y que alimentan otros a que habrían sido bandas delincuenciales.
Pero, todo es consecuencia de que no hay conclusiones.
López Obrador prometió la verdad; pero esa verdad no llega.
Y alimenta especulaciones, merma la credibilidad de las autoridades.
Urge, saber la verdad
Urge.
Porque una cosa es que Martha Erika haya confiado a su gente cercana que temía por su vida, como difundió el periodista Rodolfo Ruiz en su columna, y otra muy distinta que haya sido amenazada, como ahora escucho interrogantes entre algunos reporteros hacia funcionarios estatales.
Por eso, urge saber la verdad, urge.
Y recuerde: Nadie es completamente bueno, ni completamente malo