Los rectores y directores de estas instituciones prefirieron el bajo perfil, se mezclaron entre los contingentes, con la intención de pasar desapercibidos,
La Mega Marcha Estudiantil no partió de un solo punto. Miles se reunieron en la 13 Sur, frente a la Facultad de Medicina de la BUAP. Miles se reunieron frente al campus de la Upaep. Miles ocuparon la avenida Juárez, entre 21 y 29 Sur. Y otros miles partieron desde Ciudad Universitaria. Todos definieron un destino: Casa Aguayo, el despacho oficial del gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta. Todos establecieron una demanda: seguridad. También la condena contra el cuádruple asesinato en Huejotzingo registrado el 24 de febrero pasado, cuando mataron a tres de sus compañeros: dos de la Upaep y uno de la BUAP, como también un conductor de UBER.
No empezaron a las 7, tampoco a las 8, iniciaron sus rutas a las 9; pero el retraso contrastó con la organización de cada uno de los más de 80 contingentes de estudiantes de instituciones públicas y privadas: vestían de negro, salvo los de Enfermería y Medicina, con sudadera o playera o gorra de su casa de estudio, tenían sus credenciales en mano, no cubrieron sus rostros con pasamontañas o paliacates, con cordones impedían dispersión de sus estudiantes o que hubiera infiltrados.
Enarbolaron pancartas de diferentes colores, aunque destacaron las blancas, sobre todo las leyendas: “compañero aspirante, perdón si retraso tu admisión, lucho para que obtengas tu título y no una acta de defunción”; “somos el grito de los que ya no tienen voz”; “vine a Puebla en autobús, no quiero regresar en ataúd”; “matarse estudiando era en sentido figurado”; “nos están haciendo cachitos y no’más nos dan el avión”; “quiero que me lleven a mi recital, no a mi funeral”; “hoy falto a la escuela, para que mañana no nos falte nadie”; “¿por que luchas y protestas por personas que no conoces? Porque es lo correcto”; “mis papás me mandaron a estudiar, no a morir”; “las clases se recuperan, las vidas no”…
Las consignas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), Upaep, Ibero, universidades de las Américas-Puebla, Anáhuac y Del Valle de México, del Instituto Tecnológico de Puebla, del Tec de Monterrey y otras instituciones, retumbaron en las fachadas de las casones del Centro Histórico.
Los rectores y directores de estas instituciones prefirieron el bajo perfil, se mezclaron entre los contingentes, con la intención de pasar desapercibidos, aunque algunos fueron descubiertos por reporteros, pero todos optaron por abstenerse de hacer declaraciones que opacaran las demandas universitarias.
Los pasos de los jóvenes estuvieron acompañados por las miradas de peatones, empleados y comerciantes que festejaban que no hubiera pintas, ni actos vandálicos, por lo que más de uno ofrecía vasos con agua y comida, sin regatear aplausos y vítores; es más, hasta los conductores de unidades automotores resaltaron su respaldo.
Con señas advirtieron cuando debían guardar silencio, cuando era necesario atención médica, el momento para refrescarse, para hacer el pase de lista de las cuatro personas asesinadas; había grupos para levantar la basura, por lo que los pasos no dejaron residuos, sino calles limpias.
Cuando la vanguardia de la marcha llegó a Casa Aguayo, encontraron un cerco metálico y policías que impedían acercarse al inmueble público; sin embargo, nunca hubo intentos por romper este aparato de seguridad.
El saldo blanco nunca fue una mejor definición para el resultado de la protesta de unas 50 mil personas, según la Policía, de más de 170 mil, de acuerdo con los organizadores, que sería lo de menos, pues más que romper un récord, estos jóvenes lo que quieren es seguridad y lo exigen en forma pacífica.