Los asesinatos de Ingrid Escamilla y hace unos días, de la pequeña Fátima, no sólo deben sacudir nuestras redes sociales sino nuestras vidas.

De tiempo en tiempo, pero invariablemente en cada año, existen feminicidios y asesinatos de mujeres que conmueven la vida pública del país y particularmente, de Puebla. Hacen que salte la sociedad por lo menos un momento.

Recordemos, en 2017, a Mara Castilla, cuyo homicidio detonó justo la noche de un 15 de septiembre y derivó en marchas y protestas; en 2018, a Juany Maldonado, entonces candidata a diputada por el Partido Verde y asesinada en el marco del proceso electoral o la pequeña Flor Itzel, de 6 años.

En 2019, perdimos a Ingrid Aremis y su familia ha hecho todo por obtener justicia y en lo poco que va de este 2020, a Ingrid Escamilla, cuyo caso se volvió un referente de lo que NO se debe hacer al tratar información gráfica de este tipo.

Sin embargo, ellas sólo fueron casos que le dieron rostro a las estadísticas que crecen y crecen sin cesar, aún con una alerta de género –tan pedida por organizaciones sociales y políticos–, que supuestamente iba a generar una sinergia e inversiones que llevarían a disminuir sensiblemente la violencia de género; sin embargo, el grado de peligrosidad del ambiente en el que se mueve la sociedad poblana y especialmente, sus mujeres, no ha mermado.

Eso es evidente; aunque si queremos darle una perspectiva, sería necesario recordar que en 4 años, este delito ha crecido 130 por ciento, según el conteo emitido por la Universidad Iberoamericana esta misma semana.

Además, de acuerdo con el reporte que concentra constantemente el Observatorio para los Derechos Sexuales y Reproductivos (Odesyr), en 2018 se tuvieron un total de 80 casos en 44 municipios y en 10 meses de 2019, se concentraron 68 casos en 37 municipios.

A un mes y medio de 2020, el conteo ya es de 22 casos, una cifra más alta que en años anteriores; lo que ya debería plantearnos ¿Qué vamos a hacer como sociedad en un momento en que las autoridades están claramente rebasadas?

Hay quienes quieren ceñir esto a un “ataque prianista” al presidente Andrés Manuel López Obrador, especialmente, después que en una conferencia mañanera fue literalmente obligado a extenderse sobre este tema; lo que terminó haciendo de mala gana.

Sin embargo, no podemos perder de vista que como la máxima autoridad del país, sí tiene obligación de buscar la forma de incidir en el asunto para prevenirlo, aunque la investigación de casos y la administración de justicia por ellos, sea de competencia estatal.

Más allá de eso ¿Cómo vamos, tú y yo, a proteger a nuestras madres, hermanas, esposas e hijas? ¿Qué necesitamos hacer para que ellas se desarrollen plenamente, libremente, en el ambiente de mayor seguridad posible?

No es viable encerrarnos como sociedad, ni se trata de asumir una posición donde los varones sean los “protectores”, especialmente, cuando muchas de las víctimas caen a manos de sus parejas o familiares.

Por tanto, la pregunta sigue ¿Qué vamos a hacer? Sí, tú y yo.

Hasta la próxima.

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Guillermo Castillo
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