Era el espacio para el castigo público, símbolo de la moral colonial.
En una de las calles más transitadas de la capital tlaxcalteca, incrustada en la pared de una tienda de conveniencia, se ubica una pieza colonial que tiene su primera referencia en «Historia de Tlaxcala» de Diego Muñoz Camargo.
Flanqueada por el Portal Grande, el Ayuntamiento de Tlaxcala y el Palacio de Gobierno construidos en 1545, residencia del corregidor de la provincia de Tlaxcala, La Picota comparte además escena con una construcción de 1868 que albergó al primer constituyente de la entidad y que ahora es la Secretaría de Turismo del Estado.
Parte del escenario y el vertiginoso fluir de los días en la capital, La Picota dio nombre a una de las panaderías mas antiguas que conservó el estilo colonial de la calle y ahora está cubierta con el color de una de las tiendas de autoservicio más grandes de la república y coronada por un cartel de cafés italianos.
En el extremo se ubica la antigua Capilla de Indios que, por su naturaleza religiosa y jurisdiccional, fue sede del Tribunal Superior de Justicia del Estado y está emparentada con esa pequeña columna constituida por tres trozos de piedra y que era el lugar de las culpas y de la corrección basada en la moral prehispánica y colonial.
Según los testimonios, La Picota era el espacio precolonial para el castigo público. Sin embargo, el estilo colonial de la columna sugiere que en este espacio se regulaba la moral católica aunque ambas versiones coinciden en que La Picota era el punto de corrección.
Las tardes en el capital del estado, con el sol a plomo sobre los capotes de la larga fila de autos que circulan por Avenida Juárez y la fugacidad de las horas concentradas y medidas por tiempos de trabajo, eficacia, eficiencia, clientes, pagos y marchas como fantasmas por la capital, cruzan todos los días por ese espacio de castigo convertido en tienda de conveniencia.