Esos, los azules, ataviados en autoridad, con su disfraz de abuso de poder. Esos, la tira. 

De todos los perros, el que más rabia me da es el policía. Muerden, violan.

Esos, los azules, ataviados en autoridad, con su disfraz de abuso de poder.

Esos, la tira. Adiestrados en las malas artes, habituados al despotismo, hechos para la arbitrariedad, al mandato de sus jefes, una réplica fiel de sus amos.

Esos, los que vigilan, nos cuidan y muerden. Ellos, convertidos en el peor enemigo del hom… rectifico, junto al hombre, su machismo y sus violencias, convertidos en los peores enemigos de nosotras las mujeres.

Esos, los polis, los que son un instrumento del Estado.

Esos, una deformación profesional creada para mantener el orden, procurar justicia, proteger al ciudadano y vigilar el cumplimiento de la ley. Esos, son mera utopía.

Esos, los uniformados, a nosotras nos dan miedo. Corruptos, abusivos, cínicos.

A nosotras no nos cuidan, a nosotras nos violan, nos matan; esos nos desaparecen.

Las mujeres también mordemos, mordemos de rabia, de una rabia digna por el hartazgo.

Nuestra rabia rompe en gritos, en protesta, se desborda en masas y rompe cristales con la misma furia con la que nos rompen la vida. Porque a nosotras nos la arrebatan.

Por suerte no todas las rabias matan. En este malsano mundo, resistimos las mujeres con nuestra dignidad, con nuestra rabia, con nuestro hastió del cinismo, de la impunidad, de la incompetencia, de una autoridad que se burla diario de nosotras.

Nuestra rabia es de injustica, de impotencia. Mordemos, sí, y morderemos ante la indiferencia. Porque es claro que estamos solas, también es claro que estamos juntas. Nos tenemos a nosotras, a las que seguimos vivas y las vivas lucharemos a mordidas de ésta rabia.

Hartas de no vivir en paz, de no poder caminar tranquilas. Cansadas de habitar el miedo, hartas de sentirnos vulnerables, de no saber si volveremos si salirmos a la calle.
Nos manifestamos y te admiran nuestras “formas”.

Te duelen tus monumentos y las paredes de tus calles. Afortunado tú que sueles caminar sin miedo a ser acosado, levantado, violado.

Afortunado tú que puedes salir de noche o de madrugada sin empuñar un lápiz o las llaves entre los dedos, alerta y prevenido para tu defensa.

Se ejerce violencia sistémica cuando ante miles de feminicidios, denuncias sobre violencia y abusos sexuales, el estado niega la gravedad del problema.

Desde las organizaciones y colectivos feministas surge el reclamo.

Y sí es la policía quien nos ultraja, quién nos cuida.

A quién recurrimos para exigir justicia, ¿al Estado?, ¿el mismo que nos ha abusado? ¿El mismo que ha tolerado la impunidad? ¿Ese que ha sido cómplice de los abusos? ¿El que ha solapado la impunidad? ¿Ese para el que nuestro dolor no cuenta?

Y a ti te indigna nuestra rabia y es quizá porque nunca te han mordido.

Ésta vez fueron pintas, sí, ah y unos cristales rotos. Era la rabia en contra de la violencia sistémica que a nosotras las mujeres nos ha infestado de impunidad; nos ha inoculado la culpa.

Ellos nos violan, nos matan, nosotras nos defendemos con rabia; a patadas, pintamos bardas, nos defendemos con aerosol, con gritos, con mantas y diamantina de color rosa.

Exigir justicia no es provocación. Exigir una ciudad segura no es provocación. Cuando lucho por mi vida no es provocación, es una protesta.

Las mujeres nos manifestamos contra la violencia policiaca y resuena más la indignación por unos cristales rotos que por el cuerpo que tomaron, ese cuerpo que no es suyo.

Nosotras lanzamos glitters y rompemos puertas para exprimir la rabia, porque lo otro sería aplicar el diente por diente y violarlos, matarlos, torturarlos, desaparecerlos.

Suerte que no todas las rabias matan. Suerte que no seamos como esos perros. Cuando lucho por mi vida no es provocación, es una protesta..

En menos de un mes se han denunciado cuatro casos de violación hacia mujeres por parte de policías en la CDMX y la autoridad está más preocupada por los estragos de una marcha de mujeres y su rabia contra la injusticia.

Indigna más el quebranto de unas puertas de cristal que la impunidad en la que navegan esos funcionarios acusados de violar en grupo a una menor de edad.

Nada más aplastante que usar sus instituciones para decirnos claro y fuerte que nuestras denuncias no valen, que nuestros cuerpos son suyos, disponibles y desechables.

La rabia, ante la violencia sistemática y machista, es un grito primigenio y un intento frenético de restañar el sangrado de las múltiples heridas que a nosotras las mujeres nos ha dejado su violencia.

El lenguaje de la resistencia se hace presente, se hace notar y va dando muestras de efectividad ante la incapacidad de un sistema que nos mantiene indefensas, vulnerables, nos quiere víctimas, con miedo, culpables, abusadas, muertas.

Resistimos a los sinsabores de nuestra injusticia con brillantina rosa, sí, contagiadas de esa rabia que dejaron esos perros de raza azul que no nos cuidan, que nos violan.

Y nos manifestamos con rabia, furia, con miedo, con frustración, impotencia, esperanza, desesperanza, enojo, activismo, feminismo y alerta.

¡Que se rompan todos los vidrios hasta que se haga justicia!

#NoMeCuidanMeViolan

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *