Fui una antes, con «deformación» machista y a la hechura patriarcal del “cuidado de las formas”.
Yo también fui, lo reconozco.
Hace tiempo yo también luché en mi contra, contra ustedes, contra mi.
En mi falibilidad, un día yo también fui la amiga que no se daba cuenta.
Yo también fui patriarcado, más bien algo así como un soldado; como esa mujer en un traje de policía, tiré contra ellas y al mismo tiempo tiraba contra mí. Lancé instrucción, prejuicio y repartí moral desde donde conocía: mis zapatos, mi nariz, mi falta de empatía y mis contados privilegios.
Una disculpita.
Fui una antes, con «deformación» machista y a la hechura patriarcal del “cuidado de las formas”. Calladita, claro, para verme más bonita.
Mi asomo al feminismo, hace no tanto de eso, me quitó una venda de los ojos; no una, más: pude hacer conscientes las violencias, los abusos y la desigualdad, no sólo en mi sino en las demás. En ellas, que no son yo.
Yo también decía que feminismo sí, pero feminazi no, que marchas sí pero que pintas no, que protesta sí pero que de esas formas no, que derechos sí, pero que aborto no.
Así como tú, también hablaba en voz bajita cuando se trataba del «derecho a decidir». Incluso decirlo así y no «aborto» con sus seis letras conlleva cierta comodidad.
Yo también pensaba que el aborto era una cosa aislada, que no me va a pasar a mi, que si cosa de ignorancia, de gente inculta, de condiciones de marginación, de locas, de un descuido.
Un día, cuando me dispuse a oír, a ver y a sentir desde otra cabeza que no era la mía, la realidad me gritó a la cara que durante mucho tiempo la ignorante había sido yo.
Me habían dicho que el aborto era cosa que a las unas, nunca nos iba a pasar y que a las otras «por algo» les pasan de esas cosas.
Y así crecí, me quedé con lo que oí, hasta que me tuvo que pasar a mí. Un día, también me tocó decidir.
En mi defensa diré que lo que sabía sobre aborto era lo que me habían enseñado en la escuela de monjas, lo que había visto, lo poco que había escuchado y lo nada que había leído.
El aborto es cosa de putas, se decía siempre entre la familia, lo repetían las maestras y hasta mi pareja.
Dicen por ahí que muchos son anti derechos y pro vida hasta que te pasa a ti, a la novia de tu hijo o hasta que embarazas a la amante. Tenemos tanta moral, muchos hasta la tienen doble.
Es formación
Nunca hice pausas desde mi niñez hasta la edad adulta para cuestionarme sobre esas cosas. Normalicé por ejemplo las relaciones extra maritales de mis tíos, primos, hermanos, algunos hasta tenían dos familias. Conviví entre esposas y amantes, por ejemplo, pero de aborto, ay no, de aborto jamás se habló y de que hubo, hubo.
Insisto, es formación. Tabú.
¿O te viene a la mente una peli o algún libro donde te haya sido mostrado un aborto legal, seguro, gratuito y sin dolor y sangre tipo cuento de Tarantino?
Muchas y muchos de manera formativa crecimos con la imagen dramática, del sufrimiento, del dolor y del peligro.
Ni de educación sexual, mucho menos de aborto es algo de lo que se hable en las aulas y menos en las sobremesas
La simple palabra recoge una dosis moral altísima y el tema es usado como una forma de amonestar, controlar y de enseñarnos a nosotras las mujeres lo que nos pasará por insumisas, calentirientas, por no cuidarnos, por tontas, irresponsables…
El caso es que toda la culpa es nuestra. Ellos se vuelven imaginarios del tipo espíritu y santos.
Lo cierto es que históricamente, las mujeres abortan. Sí, así sin sin avisarte y sin pedir ni tu opinión, ni tu autorización.
Sí, claro, mujeres como tú y como yo, así, sin un tercer ojo, mujeres de carne y hueso, tan normales, tan comunes y corrientes: tu mejor amiga, tu prima, tu sobrina, tu vecina, tu prima, compañera de cubículo, tu mamá, tu cuñada.
No pensarás que iríamos por ahí repartiendo invitaciones como a un baby shower.
Somos tantas y tan diversas, y es decidir, no gusto, no se aborta por deporte.
Sólo la que gesta, advierte
El aborto no es cosa exclusiva de mujeres entre sexo, droga y rockandroll como lo se piensa. Abortan muchas, y lo seguirán haciendo.
Razones hay infinitas, contextos, razones y circunstancias, igual.
Contrario a tu lógica moral, el aborto suele ser en muchos casos hasta un acto de amor.
Sí, aunque tu moral se asuste. Sólo la que gesta advierte lo que les espera a ambos: adversidad, mucha violencia, pederastia en el núcleo familiar, abandono, hostigamiento y muchas cargas más. Sí, sucede, en las mejores familias también.
Te digo, yo también habité en burbuja.
Hasta que me pasó a mi, supe que no siempre los finales son felices.
Mi amiga Fer quiso contar su historia.
Cuando decidió abortar ambas teníamos 17 años.
El día que Carlos, su pareja, mucho mayor que ella, se enteró y él abortó en el acto, sólo que a diferencia de Fer, a él nadie lo criminalizó, nadie lo juzgó, nadie lo persiguió. Por el contrario, tuvo aliados y ¡vaya equipo!
Sus amigos del grupo Scout de la Santa María invadieron de llamadas y mensajes a Fer para augurarle que “tener” a ese bebé le cagaría la vida a su amigo Carlos. Se llama hostigamiento.
Carlos se presentó en casa de Fer un día después de que la prueba de embarazo había dado positivo y le entregó un sobre con dinero que según él sería “lo suficiente» para deshacerse del «paquete» como él llamó al «problema»
Bloqueó a Fer de todas sus redes y cerró todo contacto. Carlos desapareció, pero apareció su madre, maestra de Derecho en la universidad X, quien llamó a Fer para decirle que ella sola podría tener a ese hijo “sin mortificar” la vida de su Carlos. No colgó sin antes persuadir a Fer de que abortar era un delito y tuviera cuidado.
Cuenta Fer que ese día ella sólo quería morir.
“Me sentía sola, culpable, perdida. El aborto no sólo era un delito, sino un pecado imperdonable en mi familia. Estaba en pánico. Mi madre me echó a la cara su decepción, mi padre quería ser abuelo y decía que pronto se me pasaría eso de querer abortar”
Fer decidió ir a la clínica. El médico preguntó si había tomado ácido fólico antes de quedar embarazada. Fer contestó que no y el médico imputó: “estos jóvenes cada vez están peor”
Fer buscó a Carlos y le rogó que la acompañara, él se negó bajo el argumento de que “seguramente él ni era el padre”
Fer ingresó sola. Fuera de la sala su madre rezó y mientras terminaba su rosario confirmó una cita para Fer en un retiro espiritual que abogaría por “las almas pecadoras”, entre ellas la de su hija.
Tiempo después, Fernanda retomó estudios. En la universidad reapareció Carlos quien descargó sobre ella días de hostigamiento, descrédito, persecución. “Nunca te voy a perdonar por lo que hiciste”, repetía a Fer en su vida pública.
Cuenta ella, que el aborto no sólo la mató en la sala de aquella clínica, la mató su familia, la mató socialmente quien la juzga sin conocerla, ni a ella, ni sus motivos, circunstancias y dolor.
El aborto es cotidiano
A mis 40 y tantos recuerdo también a Soco, en primero de prepa, no se llamaba Carlos, el de ella era Daniel, era mayor y el día que se enteró de que embarazo igual se enteró que Daniel era casado.
Daniel gestionó y pagó por deshacerse del «problema» porque para ellos vaya que sí es problema tener un hijo de «la otra», de la no oficial y luego menor de edad ¡ay ánimas benditas!
Fer pudo contarlo en un grupo feminista, supo que es un lugar seguro para eso:
“Hoy abrazo a mi Fernanda de 18 años, aquella mujer embarazada y sola, la admiro por valiente, por decidir lo mejor para los dos y le digo la la Fer de ahora: un día será ley, te prometo que será ley”
El 28 de septiembre es el día internacional por la despenalizacion del aborto en América Latina y el Caribe.
Hoy y todos los días son buenos para abortar, pero para abortar nuestros prejuicios sobre el tema y dejar de criminalizar a quienes deciden no ser madres.
El aborto es cotidiano. Que usted, como lo fui yo, sea ajeno o ajena y habite en otro planeta ya es otra cosa.
Mientras la lucha sigue y el Estado no reconozca nuestro derecho, despenalice la práctica y otorgue el servicio de manera pública y gratuita, un montón de mujeres como Fer y como Soco seguirán abortando, lo harán en casa sin preguntarle qué opina y de la mano de sus amigas, desde donde se protege, se ayuda, se acompaña y no se juzga.