En la práctica, entre nosotras, no he vivido jamás tal nivel de mimo, compañía y ternura. 

Un día llegó el día en el que me pude nombrar feminista.

Hoy creo que en el fondo lo somos todas, de distintas formas, distancias y velocidades.

Vaya desgaste que han sido los años que pasé en mi contra.

Fui mi propia rival y también fui enemiga de otras tantas, que como yo, lactamos, crecimos y nos adormecimos dentro de una Mátrix.

Y sí, ahora que lo pienso, como en esa peli de ficción de los 90´s, mi Neo fue esa amiga incondicional, hoy mi feminista de confianza, que me hizo cuestionar la realidad en la que vivía.

A esa amiga querida, mi amor y gratitud por siempre. Se siente como cuando alguien te salva la vida. Lo sabes…

En la búsqueda de respuestas, me topé con un montón de libros, argumentos, conversatorios y con una terapeuta, también muy feminista, que como el Morfeo de aquella cinta, me ayudó a despertar del sueño en el que había crecido hasta hace algunos años.

Así, me sumé a todas esas Trinitrys que luchan por derribar las reglas arbitrarias, violentas y machistas de la Mátrix patriarcal.

Muchas son las mujeres que siguen maldiciendo el feminismo, que porque no se identifican o argumentan que eso “no las representa”. Qué raro que la suma y reivindicación de sus derechos como mujeres, no las represente, o que cuestionar la dominación, la violencia y la asignación de roles sociales según su género no “las identifica”

El caso es que cuando una le entiende mejor, sabe que el feminismo ni es mánager, ni es marca, ni es partido, ni es un club. No es una cosa de ser cool o renegada y tampoco es requisito envolverse en nuevos estereotipos para decir quién es y quién no es feminista. No es cosa de bandos, estar de nuestro propio lado es el mínimo suficiente.

Y es que ¿quién dice que todas las mujeres debemos creer en el mismo feminismo? Somos tantas, tan diversas, plurales, cada una de nosotras somos una experiencia viva, un testimonio distinto. ¿Como porqué no cabríamos todas?

El respeto al feminismo ajeno siempre será la paz.

En mi familia, y no sólo en la mía, la palabra “feminista” es tan tabú como la de “lesbiana“.

Si ya pesaban sobre nosotras esos clichés desde la infancia sobre ser el sexo débil, que si chillonas, exageradas, hormonales, histéricas e inestables, más peso supone ahora la suma de nuevos motes cuando la gente sólo sabe señalar desde sus extremos: amargadas, odia hombres, rencorosas, resentidas, mal cogidas y otros tantos.

Pero no todo es blanco ni todo negro.

Cierto es que dicha mátrix nos programó para ser blanditas, domésticas, delicadas y calladitas, serviles y complacientes. Y fuertes, sí; pero que no sea mucho, libres, también; pero no tanto.

Independientes, va; pero no tanto pa´que no asuste.

El caso es que a nosotras nos dan chance “nomás tantito”.

Todo con medida, habló el dios patriarcado.

¿Porqué parecen enfadadas?, preguntó mi mamá un día.

¿Y porqué con esas formas?, insistía.

Lo que ves ahí es la lucha, el hartazgo, la violencia que normalizaste y ya no ves, le contesté.

Pasa que nos cuesta imaginar que las mujeres también podemos ser personas serias y mantener una postura seria, cuando se trata de cosas serias, agregué.

Desde el feminismo la ternura es otra cosa. Es radical y extrema. Exponencial. Nadie lo imaginaría.

Es humor, placer, libertad, es ser sin juicio.

Es acompañarnos, cobijo, es sanar, es apapacho, es codo a codo, es reconocernos, es un abrazo, es “acuerparnos

Es formar redes de apoyo entre nosotras, nutrición con empatía. Amor libre, sin condiciones y sin miedo. Reconstrucción de pensares y sentires.

En la práctica, entre nosotras, no he vivido jamás tal nivel de mimo, compañía y ternura.

¿Qué también he visto barricadas? sí, pero lo mismo de rabia que de ternura y de amor por nosotras mismas.

Es fuerza, sí, pero también caricia.

Eso, y ya, mujeres sosteniendo a otras mujeres.

… Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas.

¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas?

¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?… Marcela Lagarde

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