Sin embargo, si las aguas no se tornan muy turbias, el país puede regresar al partido de Estado, con 24 o más gubernaturas para una sola filiación política
El pronóstico que hace un par de días realizó el mandatario poblano, Miguel Barbosa Huerta, de que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), entendido en su extensión como el lopezobradorismo, podría llegar a tener 24 de las 32 gubernaturas del país en 2024, no solamente está en el escenario de lo muy posible, sino que para algunos ojos puede ser, incluso, conservador.
Con las elecciones en junio próximo de seis gubernaturas, en las que el morenismo y sus aliados tienen altas posibilidades de triunfo en cinco, más los dos procesos de renovación de los Poderes Ejecutivos en 2023, en el Estado de México y Coahuila, donde también pueden ganar, el escenario se ve promisorio para el actual régimen.
Si el pronóstico de Miguel Barbosa se cumple o se supera, ocurrirán también varios efectos inéditos.
Primero, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que a esta fecha aún gobierna en cuatro entidades (Coahuila, Estado de México, Hidalgo y Oaxaca) llegaría a los comicios de 2024, sin ningún estado.
Eso, que para mi generación parecía algo impensable, ocurrirá muy posiblemente, pues en junio próximo el triunfo de Morena en Oaxaca es inexorable, mientras que en Hidalgo tiene amplia ventaja, aunque todavía no se puede dar por muerto al tricolor, con su candidata Alma Carolina Viggiano Austria, que es abanderada también del PAN y del PRD.
Luego vendrá 2023. Las mediciones que ya circulan de todas las empresas, perfilan una enorme -casi imbatible- fortaleza del morenismo en el Estado de México, la entidad con la Lista Nominal más grande del país, 12.4 millones de electores y electoras, y cuna y asiento del mítico Grupo Atlacomulco, esencia del priísmo nacional.
En Coahuila, en cambio, los partidos aliados del Presidente de la República se ven todavía débiles, frente al Revolucionario Institucional (PRI) que tiene, en este momento y en el promedio de las encuestas, una ventaja que, incluso, le permitiría competir en solitario.
Esa es la tierra del actual coordinador de los diputados federales priístas, Rubén Ignacio Moreira Valdez, quien fue gobernador, al igual que su hermano Humberto.
Ante este panorama, si no lo pierde el PRI el próximo año, Coahuila sería el último reducto en el mapa nacional, del otrora partido de Estado. Algo que apenas hace tres décadas hubiera sido una atrevidísima ficción.
En una interpretación libre del pronóstico barbosista, se debe suponer que Morena y sus aliados refrendarán triunfos en las 17 gubernaturas y la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, que hoy tienen.
Salvo las que ganaron en 2021, para el año de la próxima elección presidencial (2024), nueve volverán a estar en juego: la misma capital del país, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán.
De esas nueve, solamente tres están en manos de la oposición: Guanajuato y Yucatán son del Partido Acción Nacional (PAN) y Jalisco de Movimiento Ciudadano (MC).
Mucho ocurrirá todavía y no hay que descartar que el lopezobradorismo, sus dirigentes partidistas y sus legisladores, sigan cometiendo pifias y que crezca el descontento antiAMLO.
Sin embargo, si las aguas no se tornan muy turbias, el país puede regresar al partido de Estado, con 24 o más gubernaturas para una sola filiación política, con una oposición severamente disminuida, con apenas de 4 a ocho entidades y, posiblemente, un PRI desaparecido del mapa de los gobiernos estatales.
El guatemalteco mexicano Augusto Monterroso, tan citado para temas políticos por su microcuento “El dinosaurio”, requeriría una paráfrasis:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, pero ahora era de un color distinto.