Las voces pletóricas de adjetivos, indignación y lamentos en el caso insustancial de la semana pasada, ahora no incendiaron las redes, ni levantaron las pancartas, para defender a Huerta Villegas.

La agresión, con las fuerzas municipales de seguridad, presuntamente ordenada por el alcalde de Tlaola, contra la diputada federal Genoveva Huerta Villegas, debiera tener al borde de un ataque de indignación a todas y a todos en el Partido Acción Nacional (PAN). Pero tienen doble moral.

Los hechos se tendrán que dilucidar, pero de entrada, aparecen tres faltas graves cometidas contra la ex presidenta del Comité Directivo Estatal (CDE) panista en Puebla.

Le impidieron el ejercicio de sus derechos políticos porque se trataba de una asamblea en la que sería elegida consejera.

Violentaron el fuero constitucional que tiene como legisladora federal y ahora será una obligación de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, que preside el panista Santiago Creel Miranda, intervenir y pedir cuentas al alcalde de esa municipalidad. Puede haber consecuencias graves para él.

Y, finalmente, hay una agresión en clara violencia política de género contra Genoveva Huerta Villegas.

Este domingo, la diputada federal denunció en sus redes sociales y a través de un comunicado, que fue sacada por la policía municipal de Tlaola de la asamblea en la cual participaría.



El alcalde Jesús Viveros Bobadilla argumentó el uso de la fuerza pública en un acto partidista fue a la solicitud que hizo el secretario general del PAN estatal, Marcos Castro, para impedirle el acceso a la también ex presidenta, sin importar que esa acción implicara el desvío de recursos públicos.



Lo que además de llamar enormemente la atención, genera también una gran indignación, es el silencio cómplice y cobarde de las y los notables de Acción Nacional.

Nadie de las y los militantes del PAN que hace una semana se envolvieron en la bandera de violencia política de género contra Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández, actual presidente del CDE, alza hoy la voz por Genoveva.

El simbólico “Todas somos Augusta” exhibe su pobre y lastimero doble discurso, porque no se ha convertido en el “Todas somos Genoveva”.

Y todo esto apenas en una semana.

La anterior, los panistas y las panistas se rasgaron la vestidura por una palabra que el gobernador Miguel Barbosa Huerta soltó sobre los muchos cargos políticos, de función pública y de representación proporcional que Augusta Valentina ha tenido a lo largo de su carrera y como panista.

Aquellos que son incapaces de reconocer las palabras polisémicas, terminaron por mal entender una frase prácticamente de la cotidianidad.



Con Genoveva es distinto, porque la diputada federal sufrió agresiones directas y reales.

Porque la ex presidenta del PAN fue evidentemente dejada sola.

Nadie tuvo un detalle ni un “¿qué necesitas?”, para Genoveva.

Las voces pletóricas de adjetivos, indignación y lamentos en el caso insustancial de la semana pasada, ahora no incendiaron las redes, ni levantaron las pancartas, para defender a Huerta Villegas.

Eso se llama simulación, doble discurso y doble moral.

Simuladores.