Un trato muy distinto recibió el tabasqueño en 2012. En calidad de candidato presidencial fue recibido por el entonces vicepresidente Joe Biden.
Pareciera impecable el argumento de Andrés Manuel López Obrador para no expresar una felicitación, aunque fuera informal, al triunfo de Joe Biden como el presidente 46 de Estados Unidos: “vamos a esperar a que se resuelvan todos los asuntos legales; no queremos ser imprudentes, no queremos actuar a la ligera. Queremos ser respetuosos de la autodeterminación de los pueblos y respetuosos del derecho ajeno”.
Pero luego lo que junto con esa explicación vino, la sugerencia siquiera de que en la Unión Americana hubo fraude, en cambio, ha sido un grave error de política exterior, que además tiene huellas de haber sido pronunciado a propósito y con toda intención, para menguar la legitimidad de quien en enero llegará formalmente a la Casa Blanca:
“Sólo que yo no puedo decir -dijo también López Obrador este sábado en Tabasco, en su conferencia de prensa, sobre el tema-, ‘felicito a un candidato’, ‘felicito al otro’, porque quiero esperar a que termine el proceso electoral. Nosotros padecimos mucho de las ‘cargadas’, de cuando nos robaron, una de las veces, la Presidencia y todavía no se terminaban de contar los votos y ya algunos gobiernos extranjeros estaban reconociendo a los que se declararon ganadores”.
Son temas completamente distintos, en calibre, época y circunstancias. El presidente mexicano comete un error, el segundo, contra Biden y los demócratas.
La primera afrenta la soltó Andrés Manuel cuando, en julio 8 y 9 pasados, cuando visitó Washington, se negó a la petición de reunirse con el candidato Joe Biden, también bajo el argumento de que se trató de una visita de trabajo que solamente contempló la cita con Donald Trump, en calidad de presidente estadounidense.
Un trato muy distinto recibió el tabasqueño en 2012. En calidad de candidato presidencial fue recibido por el entonces vicepresidente Joe Biden.
Ayer mismo lo reconoció el mexicano: “lo conozco (al demócrata) desde hace más de 10 años, que nos entrevistamos. Le presenté una carta dándole a conocer el porqué de nuestro movimiento, de nuestra lucha, hablamos sobre la política migratoria; de modo que no hay malas relaciones”.
Pero en el fondo de sus actitudes, el primer mandatario mexicano olvida la esencia de la relación con Estados Unidos: los más de 30 millones de connacionales que allá viven y al menos los 16 millones que tienen la doble nacionalidad (son binacionales) o hallan sus raíces en nuestro suelo.
El tema son ellos y que en más de 70 por ciento, sus votos fueron a favor de la dupla Biden-Kamala Harris.
Pasemos por alto la torpeza de que desdeña, una y otra vez, a Biden; la ligereza con la que se endilga una presunta sumisión de AMLO a Trump; la falta de estrategia para haber adelantado, en todos los días previos a que se llegara al conteo que da como ganador al demócrata, que el Gobierno de México solamente se pronunciaría hasta el desahogo final del proceso -¿acaso hubiera actuado de este modo si la victoria fuera de Trump?-, y olvidemos un largo etcétera de argumentos todos atendibles…
Se trata de los mexicanos que allá viven, quienes ahora tienen una oportunidad de mejorar sus condiciones, regulares e indocumentados, de relación con el gobierno federal estadounidense.
Es muy difícil, por no decir imposible, que Biden cumpla su promesa de una reforma migratoria, pero al menos puede revivir programas paliativos, que en su momento instauró Barack Obama, como el DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia).
López Obrador llama “héroes” a los migrantes mexicanos por su lucha, su esfuerzo y por las remesas que envían cada año, del orden de 36 mil millones de dólares, sin los que la miseria de cientos de miles de familias sería peor.
Sin embargo, los desdeña. No se trata de Biden o Trump, se trata de los mexicanos de allá.
México es un Estado Binacional, pero López Obrador lo ignora.