Imposible que se haya reunido el millón 200 mil asistentes a la manifestación, que reportaron las autoridades.
1.- La marcha fue un acierto y también un éxito. Dejar que la derecha se apoderada de la narrativa de protesta, además en un año previo a la toma de definiciones sobre las candidaturas presidenciales que aparecerán en la boleta en 2024, hubiera sido desastroso para el sistema. Hubiera significado el equivalente militar a ceder la plaza.
Se caminaron las calles nuevamente y quedó claro de quién es genuina e históricamente la lucha popular: de la izquierda. Especialmente, Andrés Manuel López Obrador regresó a su esencia e inspiró a buena parte de sus seguidores. Reforzó su base social.
2.- Imposible que se haya reunido el millón 200 mil asistentes a la manifestación, que reportaron las autoridades. Cuando más, echando mano de la memoria y de las referencias en video y fotos, la manifestación de este domingo 27 de noviembre de 2022 fue análoga a las que, el 10 de marzo de 2001, encabezó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), al cerrar su Caravana Zapatista; o a la protesta contra el desafuero del hoy Presidente de la República, del 24 de abril de 2005.
En esas dos, el cálculo fue de unos 250 mil asistentes.
Más de un millón de personas concentradas en el centro de la capital del país hubiera paralizado la mitad de la ciudad. Imposible ese número. Pero la versión oficial es la que prevalece. Lo mismo ocurrió en los tiempos del PRI y del PAN.
De todos modos, fue exponencialmente superior a la simulación que encabezó la derecha.
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3.- Algunos políticos afiliados a Morena se comportaron con los vicios del más rancio priísmo, al llevar a acarreados que cargaron mantas con sus nombres, les echaran porras, simularon que tienen mucha presencia o hasta repartieran calendarios con su imagen y la del Presidente.
Es el caso de dos poblanos: el impresentable, por su contexto delincuencial, Moisés Ignacio Mier Velazco, coordinador de los diputados federales morenistas, que se llevó chalanes de Tecamachalco, en donde gobierna su hijo, a quienes les pagó por sostener mantas.
También poblano, aunque a él le da pena decir que nació en Tehuitzingo, el senador Gabriel García Hernández, que puso a personas de la tercera edad, que reciben apoyos de Bienestar, en donde dirigió el padrón de beneficiarios, a repartir calendarios.
Corrientitos y tacaños.
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4.- Andrés Manuel sigue siendo un imbatible hombre de masas, su popularidad no solamente no ha disminuido, sino que incluso desde el poder, pareciera haberse fortalecido. Nadie tiene, como él, la capacidad de convocar, hablarle y cautivar a esa masa anónima y poderosa, que tan románticamente llaman el Pueblo (con mayúsculas). En esta vida, nadie podrá competirle en eso a López Obrador.
5.- Aquellos que quisieron descalificar la marcha, al tildarla como “del ego” o la manifestación de “yo la tengo más grande”, no se equivocaron. Efectivamente el Presidente la tiene mucho más grande, cuando se habla de capacidades políticas y la oposición es minúscula y precoz. Por eso no habrá alternancia en 2024.
6.- Muchas de las proclamas clásicas de las marchas, que la izquierda gritó y cantó por décadas, como “no somos uno no somos 10, pinche gobierno, cuéntanos bien”, o “ellos son, ellos son, los que chingan la nación”, apuntando a Palacio Nacional, han perdido vigencia. Habrá que generar un nuevo repertorio para estas marchas del sistema, si siguen organizándose.
7.- Las marchas parecen lo mismo, pero los protagonistas no lo son. Hubo que hacer varias pausas en el camino de López Obrador, el desgaste fue excesivo y por los empujones, muchos quedamos mallugados. Han pasado 30 años, de pisar las calles. Nomás.