No debería ser una “sorpresa”, que los gobernadores priístas ganen sus entidades, con operaciones quirúrgicas o descaradas.
Lejos de verse como una “sorpresa”, los resultados electorales de este domingo en Coahuila e Hidalgo nos muestran al PRI reportándose con eficiencia en el manejo de estructuras, su especialidad añeja; a Morena haciendo evidente su torpeza para la movilización, a pesar de tener una amplia clientela electoral, producto de las becas y las pensiones lopezobradoristas; y a un PAN en una caída que, si no hay un cambio de estrategia, podría reeditarse en 2021, también con un tercer lugar.
En Hidalgo, en donde aún se pelean en batallas muy cerradas muchos de los 84 municipios y se anuncia una disputa jurídica en varios, incluido la capital Pachuca, y en Coahuila, en donde el tricolor avasalló al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en los 16 distritos locales, los gobernadores son priístas.
Omar Fayad Meneses y Miguel Ángel Riquelme Solís, respectivamente, supieron dar la batalla en sus territorios, para pelear el primero las alcaldías y el segundo el Congreso local, en una jornada electoral que debió postergarse tres meses por la pandemia del Covid-19.
Los dos, por cierto, aunque más el primero, especialmente cordiales desde tiempo atrás con Andrés Manuel López Obrador.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) se ve muy vivo y suponer que está cercano a su extremaunción política ha sido un error que han cometido sus adversarios, lo mismo los panistas que los morenistas.
Sin embargo, Andrés Manuel López Obrador no ha cometido ese yerro y ha sido capaz de oler el potencial del viejo partido, hoy con dirigentes jóvenes, y por ello prefiere tenerlo de aliado.
No debería ser una “sorpresa”, que los gobernadores priístas ganen sus entidades, con operaciones quirúrgicas o descaradas. Lo verdaderamente relevante, sobre todo en Coahuila, es que el tricolor conserva intacta y robusta su capacidad de operación electoral.
De por sí esa es definitiva, más todavía en comicios intermedios, que tradicionalmente tienen alto abstencionismo, el que se incrementa con la pandemia.
Esa le va a servir mucho en 2021, además de que con estos resultados se levanta el ánimo de sus militantes y dirigentes en todo el país.
En Puebla, el tricolor va en ascenso. Se acerca cada día más al PAN, en muchos municipios, mientras en otros ya lo supera. El festejo de Coahuila e Hidalgo, si finalmente se concreta con contundencia este último, caerá muy bien en el ánimo de los priístas poblanos.
Una muestra de ello es la gran cantidad de interesados en competir por ese partido. Tan solo para la capital poblana hay ya ocho aspirantes a presentarse a las urnas el 6 de junio de 2021.
En tanto y sin que deban encenderse las luces rojas, Morena recoge en las elecciones de este domingo una dosis de realidad: ya no tienen a Andrés Manuel en las boletas y sí en cambio un creciente descontento sobre algunas de sus decisiones.
A pesar de haber recuperado 20 puntos en el promedio nacional, de acuerdo con la encuesta que “El Financiero” publicó hace dos semanas, Morena nos muestra que no es invencible, que también sangra y que se le puede ganar.
Los morenistas demuestran asimismo que la operación y la movilización de sus simpatizantes o clientes electorales no se les da.
Son muy torpes para reaccionar y llevar los votos, que se supone tienen potencialmente a favor, a las urnas. Que les sirva de lección.
Por último, la peor noticia con estos resultados, llega al Partido Acción Nacional (PAN).
La misma encuesta de “El Financiero” puso al panismo al parejo que el PRI, 11 puntos potenciales para el primero y 10 para el segundo.
El resbalón de los panistas amaga con convertirse en un sistemático comportamiento y llevarlos también el próximo año al tercer lugar que hoy lastimosamente conocieron.
Morena sangra, al PRI nunca hay que darlo por muerto y el PAN se cae.